Cuentos de Terror

El Misterio de la Navidad Perdida

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas nevadas, cuatro amigos inseparables: Lucas, Marta, Pablo y Ana. Cada año, el espíritu navideño llenaba el aire con alegría y magia, pero ese año sería diferente, muy diferente.

Era una fría tarde de diciembre cuando los cuatro amigos se reunieron en la casa de Lucas para planear sus aventuras navideñas. Lucas, con su cabello castaño alborotado y su bufanda roja, lideraba el grupo. Marta, con sus coletas rubias y su abrigo verde, siempre tenía las mejores ideas. Pablo, el chico de gafas y chaqueta azul, era el cerebro del equipo. Y Ana, con su cabello rizado negro y su gorro amarillo, aportaba valentía y determinación.

«Ese año, debemos hacer algo especial,» dijo Marta mientras sorbía una taza de chocolate caliente. «Escuché que hay una vieja casa abandonada en el bosque. Dicen que está encantada.»

«¿Una casa encantada?» preguntó Ana, sus ojos brillando de emoción. «¡Eso suena perfecto para una aventura navideña!»

Pablo, siempre el más cauteloso, ajustó sus gafas y dijo: «No estoy seguro, chicos. He oído historias sobre esa casa. Dicen que está habitada por el espíritu de una Navidad perdida.»

Lucas se levantó y con una sonrisa desafiante dijo: «¡Vamos! No podemos dejar pasar esta oportunidad. Además, juntos podemos enfrentarnos a cualquier cosa.»

Y así, abrigados hasta las orejas y con linternas en mano, los cuatro amigos se adentraron en el oscuro y helado bosque. La nieve crujía bajo sus pies y el viento silbaba entre los árboles, creando sombras inquietantes a su alrededor. Después de caminar por lo que parecieron horas, finalmente llegaron a la vieja casa. Era una estructura de madera desgastada, con ventanas rotas y una puerta que colgaba de una bisagra.

«Esto da miedo,» murmuró Pablo.

«Es perfecto,» dijo Marta con una sonrisa.

Con cuidado, empujaron la puerta y entraron. El interior estaba oscuro y frío, y el polvo cubría cada superficie. Sin embargo, lo más inquietante era el silencio. No había sonido alguno, ni siquiera el del viento. Avanzaron lentamente por la casa, explorando cada habitación. En una de las habitaciones encontraron un viejo árbol de Navidad, decorado con adornos antiguos y luces apagadas.

«¿Quién decoraría un árbol aquí?» preguntó Ana, mientras examinaba un adorno en forma de estrella.

De repente, las luces del árbol se encendieron por sí solas, y una voz suave y melancólica llenó la habitación. «¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué han venido aquí?»

Los amigos se quedaron paralizados, mirando a su alrededor en busca del origen de la voz. Entonces, apareció una figura etérea, una niña con un vestido blanco y ojos tristes. «Soy el espíritu de la Navidad perdida,» dijo. «Hace muchos años, esta casa estaba llena de alegría y risas. Pero una noche, algo terrible sucedió y desde entonces, la Navidad nunca volvió a ser la misma aquí.»

«¿Qué sucedió?» preguntó Lucas, dando un paso al frente.

«Un hechizo fue lanzado sobre esta casa,» explicó el espíritu. «Un hechizo que atrapó la Navidad en un ciclo eterno de tristeza. He estado sola aquí, año tras año, esperando a alguien que pueda romper el hechizo.»

«¿Cómo podemos ayudarte?» preguntó Marta, con el corazón conmovido por la historia del espíritu.

«Necesitan encontrar los tres objetos mágicos que una vez llenaron esta casa de alegría,» dijo el espíritu. «Una estrella dorada, una campana de plata y una vela de cristal. Están escondidos en el bosque, protegidos por guardianes oscuros. Solo al reunir estos objetos y traerlos aquí, la magia de la Navidad puede ser restaurada.»

Sin dudarlo, los amigos aceptaron la misión y se adentraron nuevamente en el bosque. El primer objeto que encontraron fue la estrella dorada, colgada en lo alto de un antiguo roble. Lucas, siendo el más ágil, trepó y la recuperó, pero no sin antes enfrentar a un cuervo gigante que la custodiaba.

La campana de plata estaba en una cueva oculta, guardada por un lobo fantasmal. Ana, con su valentía, logró distraer al lobo mientras Pablo y Marta recuperaban la campana. Fue un momento tenso, pero su trabajo en equipo les permitió salir ilesos.

Finalmente, la vela de cristal estaba en el corazón del bosque, en un claro iluminado por la luna. Estaba custodiada por un espectro sombrío que intentó atraparlos en un laberinto de ilusiones. Sin embargo, con ingenio y determinación, lograron escapar y tomar la vela.

Con los tres objetos en su poder, regresaron a la vieja casa. Colocaron la estrella en la cima del árbol, la campana en una rama y encendieron la vela. Una luz cálida y brillante llenó la habitación, y el espíritu de la Navidad perdida comenzó a sonreír.

«¡Lo han logrado!» exclamó el espíritu. «La maldición ha sido rota. La Navidad puede volver a esta casa.»

Los amigos observaron con asombro cómo la casa se transformaba. Las paredes se repararon, las ventanas se iluminaron con luces festivas y el aire se llenó de música navideña. El espíritu de la niña se desvaneció, dejando una sensación de paz y alegría.

Esa noche, los cuatro amigos celebraron una Navidad inolvidable en la antigua casa, ahora restaurada. Prometieron regresar cada año para mantener viva la magia y el espíritu de la Navidad.

Y así, el pequeño pueblo volvió a disfrutar de una Navidad llena de alegría y magia, gracias a la valentía y amistad de Lucas, Marta, Pablo y Ana.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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