En un pequeño pueblo, rodeado por vastos campos de trigo y bajo un cielo siempre azul, vivía Fer, una maestra joven y amable, conocida por todos por su paciencia y su sonrisa contagiosa. Fer enseñaba en la única escuela del lugar, una vieja pero acogedora construcción de ladrillos rojos, y compartía su modesta casa con Pablo, un perro fiel y juguetón que siempre la recibía moviendo la cola.
Un día, después de una jornada escolar, la Señora Alba, una anciana del pueblo conocida por su afición a coleccionar antigüedades, se acercó a Fer con un regalo. Era un muñeco antiguo, de ojos grandes y una sonrisa un tanto inquietante. «Este muñeco ha estado en mi familia durante generaciones», explicó la señora Alba, «pero creo que es hora de que tenga una nueva dueña». Aunque Fer se sintió algo incómoda, aceptó el regalo por cortesía.
Desde la llegada del muñeco, cosas extrañas comenzaron a suceder. Por las noches, Fer escuchaba ruidos provenientes de la sala donde había colocado el muñeco. Pablo, que solía ser tranquilo, empezó a gruñirle y evitar esa habitación. Fer intentó ignorar estos sucesos, atribuyéndolos al cansancio y a su imaginación.
Pero una noche, la realidad de Fer dio un giro inesperado. Despertó, no en su cama, sino en una habitación desconocida, fría y con paredes blancas. Confundida y asustada, pronto se dio cuenta de que estaba en un manicomio. Nadie creía su historia sobre el muñeco; todos pensaban que había perdido la razón. Fer se sintió sola y desamparada, hasta que, en la esquina de su habitación, vio al muñeco, sentado, observándola con sus grandes ojos.
Con el corazón latiendo fuerte, Fer se acercó. Al tocarlo, una oleada de imágenes y recuerdos inundaron su mente. Vio a la Señora Alba, mucho más joven, luchando con el mismo terror. Vio generaciones pasadas, todas unidas por la presencia de este muñeco. Entendió que no estaba loca; el muñeco era el causante de todo.
Armada con esta nueva verdad, Fer sabía que debía actuar. Con la ayuda de Pablo, quien parecía entender la situación, ideó un plan para liberarse del muñeco y de su maldición. Una noche, con la luna como única testigo, Fer y Pablo escaparon del manicomio. Se dirigieron al viejo molino abandonado del pueblo, un lugar que, según las leyendas, estaba lleno de energías místicas.
Allí, Fer realizó un ritual que había visto en sus visiones. Rodeó al muñeco con velas y, mientras recitaba palabras antiguas, el muñeco comenzó a moverse, como si estuviera vivo. Pablo ladraba, y el viento soplaba con fuerza, como si la naturaleza misma estuviera reaccionando. Con un último esfuerzo, Fer completó el ritual y el muñeco se desintegró en un montón de cenizas.
Al día siguiente, Fer fue encontrada por los habitantes del pueblo, durmiendo pacíficamente junto a Pablo en el molino. Nadie supo explicar cómo había escapado o qué había sucedido esa noche, pero Fer regresó a su vida normal, libre de la maldición del muñeco.
La Señora Alba, al enterarse de lo sucedido, se disculpó profundamente con Fer, explicando que nunca imaginó que el muñeco pudiera causar tanto daño. Fer, con su habitual bondad, la perdonó, entendiendo que algunas veces, los errores del pasado pueden afectar el presente de formas inesperadas.
Fer continuó enseñando en la escuela, compartiendo sus aventuras con sus alumnos, quienes escuchaban fascinados. Aprendieron juntos que, a veces, la valentía y la determinación pueden superar incluso las más oscuras maldiciones.
El pueblo volvió a su tranquilidad habitual, pero Fer y Pablo siempre recordaron esa aventura, sabiendo que juntos habían enfrentado y superado un misterio que iba más allá de lo imaginable.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.