Cuentos de Terror

La casa de las sombras y el canto del pasado

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

Puntuación:

5
(1)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
5
(1)

En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques, cinco amigos del colegio se preparaban para una aventura que jamás olvidarían. Carlos, Celia, Paula, Víctor y Laura formaban un grupo inseparable, siempre buscando nuevos retos y formas de divertirse después de clase. Aquel día, sin embargo, tenían planeada una excursión un poco diferente a lo habitual: visitarían una antigua casa que, según contaban las leyendas del pueblo, estaba encantada.

La casa se encontraba en las afueras, al borde del bosque, y había sido el hogar de una familia misteriosa que había desaparecido hacía muchas décadas. Los vecinos susurraban historias acerca de sonidos extraños, sombras que se movían por las ventanas y luces que aparecían y desaparecían sin explicación. Para Carlos, el más valiente del grupo, aquella casa era el desafío perfecto para demostrar que no existía nada que temer.

Cuando llegaron al atardecer, el sol aún luchaba por mantenerse arriba, pero la luz ya comenzaba a teñir de tonos anaranjados y violetas el cielo. La casa se alzaba imponente sobre una colina, con las ventanas rotas y la pintura desgastada, como si el tiempo casi la hubiera olvidado. Había un silencio profundo alrededor, solo interrumpido por el cantar distante de algún pájaro o el crujido de las hojas movidas por el viento.

«Bueno, ¿quién tiene miedo?» preguntó Carlos con una sonrisa audaz, mientras abría la vieja puerta que chirrió al empujarla. Sus amigos lo siguieron con un nudo en el estómago que no sabían bien cómo explicar. Entraron en el vestíbulo polvoriento y la perspectiva parecía sacada de una película. Muebles cubiertos con sábanas blancas, telarañas que colgaban de las esquinas, y cuadros antiguos cuyas imágenes parecían observarlos con ojos apagados.

Mientras exploraban lentamente, escucharon de repente un sonido que les hizo detenerse. Venía de debajo, de algún lugar del sótano. Un ruido sordo, como un susurro mezclado con un lamento suave, que les erizó la piel. Todos se quedaron paralizados, y la sensación de temor llenó la habitación como una fría brisa invisible.

«¿Escucharon eso?» preguntó Celia, apretando el brazo de Laura. Paula asintió, los ojos muy abiertos y brillantes de curiosidad y miedo mezclados. Víctor tragó saliva, y aunque intentó lucir fuerte, no pudo evitar que su voz temblara un poco. «Debe ser el viento… o algún animal atrapado…»

Pero Carlos, decidido y sin mostrar señales de inquietud, dijo con voz firme: «Voy a bajar y ver qué es. No puede ser nada peligroso, seguro es solo un gato o algo parecido.» Sus amigos miraron hacia el oscuro corredor que llevaba al sótano, empapado en sombras, pero nadie protestó.

—Espera, Carlos —dijo Laura rápidamente—. Mejor preparémonos antes. Voy a buscar unas linternas en mi mochila, y también traje unas cuerdas por si acaso hay que atar a algún animal peligroso o para poder subirte si te pasa algo.

—Buena idea —añadió Paula—. No vamos a dejarte solo allí abajo.

Así que se reunieron, sacaron linternas, y Víctor afortunadamente llevaba una pequeña radio, por si necesitaban pedir ayuda. A pesar del miedo que sentían, juntos se sentían más fuertes y valientes.

Con las linternas encendidas y las cuerdas listas, bajaron con cuidado por la escalera de madera que crujía con cada paso. El aire se hacía cada vez más frío y denso, y aquellas paredes emparradas parecían oprimirlos. Al llegar al pie de la escalera encontraron una puerta vieja y oxidada, medio abierta, que dejaba ver un pasillo iluminado solo por la tenue luz de sus linternas.

Avanzaron lentamente y el sonido extraño se volvió más claro; no era un lamento, sino una especie de canto melancólico, un susurro musical que helaba la sangre. Para su sorpresa, a pocos metros de la entrada al sótano, en uno de los rincones, descubrieron algo completamente inesperado: una tumba reciente, marcada con un nombre cuidadosamente tallado en piedra.

Todos se quedaron mudos al leer: “En memoria de Andrés López, cantante y alma errante — 2007-2024”.

Junto a la tumba había un ramo de flores frescas, rojo intenso, que parecía haber sido puesto allí muy poco tiempo atrás. La sensación de inquietud se hizo más intensa, y aquella presencia invisible parecía observarlos, como si no quisieran que estuvieran allí.

—¿Un cantante? ¿Pero qué hacía aquí? —preguntó Víctor, acercándose a leer mejor.

—Y ¿por qué este lugar? —añadió Paula, con un temblor en la voz.

Carlos dio un paso adelante, intentando aparentar más seguridad de la que sentía. —Dicen que Andrés se creía vampiro —murmuró Celia, recordando las historias que había escuchado en clase—. Que le gustaba cantar de noche y evitar la luz del sol. La gente del pueblo pensaba que estaba poseído.

De repente, el canto volvió a escucharse, más claro, como un eco lejano. Los cinco amigos miraron hacia todos lados, buscando de dónde provenía. Fue entonces cuando sintieron una figura junto a la tumba, alargada y casi transparente, como una sombra que flotaba suavemente.

Laura dio un paso atrás, pero Carlos se mantuvo firme. —No estamos solos —dijo con voz baja. —Pero no creo que sea algo malo… solo quiere que lo entendamos.

La sombra comenzó a tomar forma, y para la sorpresa de todos, apareció una joven de rostro triste y ojos que brillaban con lágrimas contenidas. Su nombre era Mariana, la hermana de Andrés. Les contó que Andrés había sido un chico especial, que luchaba por encontrar su lugar y su voz en el mundo. Vivía aislado, lleno de miedos y creencias extrañas sobre sí mismo, y que finalmente había fallecido hace muy poco, dejando un vacío enorme en ella.

Mariana explicó que el extraño canto que escuchaban era su manera de recordar la música que él amaba, y que cada día llevaba flores a la tumba para mantener viva su memoria. Pero la tristeza la había envuelto en una sombra que parecía imposible de escapar.

Los cinco amigos comprendieron que aquella casa no estaba realmente encantada, sino llena de sentimientos, recuerdos y heridas invisibles. Conmovidos, decidieron ayudar a Mariana a superar su tristeza, no con magia ni hechizos, sino con la empatía y la amistad que solo los niños pueden ofrecer tan sinceramente.

Durante los días siguientes, se reunieron con ella, escucharon sus historias, cantaron juntos algunas de las canciones favoritas de Andrés, y le recordaron lo valioso que era mantener la alegría viva, aunque el dolor estuviera presente. Poco a poco, la sombra que parecía envolver a Mariana comenzó a disiparse, y la casa misma pareció respirar con un aire nuevo, menos sombrío y lleno de esperanza.

Al final, los cinco amigos comprendieron que el verdadero miedo no estaba en las sombras ni en los sonidos extraños, sino en la soledad y la tristeza no compartidas. Que a veces, lo que más necesita un alma perdida es compañía y un poco de luz para volver a cantar.

Cuando la excursión terminó, regresaron a sus casas con un sentimiento profundo y una nueva historia para contar, una historia no solo de misterio y miedo, sino de valentía, amistad y compasión. Y aunque la casa seguía en pie, rodeada de sus leyendas, para ellos había dejado de ser un lugar de fantasmas para convertirse en un símbolo de memoria y amor.

Así aprendieron que detrás de cada sombra puede haber una historia que merece ser escuchada, y que con un poco de coraje y mucha amistad, se puede iluminar incluso el rincón más oscuro.

image_pdfDescargar Cuentoimage_printImprimir Cuento

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario