Cuentos de Terror

La silenciosa vigilante de mi alma

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un pequeño pueblo rodeado de un bosque espeso y misterioso, vivía un niño llamado Blue. A Blue le encantaba explorar. Desde muy pequeño, había desarrollado una curiosidad insaciable por todo lo desconocido que lo rodeaba. Le gustaba imaginar que era un valiente aventurero en busca de tesoros ocultos. Sin embargo, había un lugar al que sus amigos le advertían que nunca debía ir: la Casa de la Abuela Margarita, una antigua construcción que se alzaba al borde del bosque.

La Casa de la Abuela Margarita había sido una residencia alegre y llena de vida, pero con el paso de los años, se había convertido en un lugar sombrío y solitario. Nadie se atrevía a acercarse por culpa de las historias y leyendas que circulaban sobre ella. Se decía que, en las noches más oscuras, se podían escuchar susurros, ruidos inexplicables y, a veces, incluso ver sombras que se movían detrás de las ventanas polvorientas.

Un día, mientras sus amigos hablaban sobre las historias de terror que giraban en torno a la casa, Blue sintió una creciente curiosidad. Decidido a desentrañar los misterios de la Casa de la Abuela Margarita, se propuso visitarla. Antes de irse, encontró a Luna, su fiel perra que siempre lo acompañaba en sus aventuras. Luna era una mezcla de beagle y terrier, pequeña pero valiente. Blue le sonrió y la acarició, convencido de que juntos serían invencibles.

A medida que se acercaban a la casa, una neblina densa comenzó a envolver el lugar, y los árboles del bosque parecieron susurrar entre sí. Blue sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no iba a dejar que el miedo lo detuviera. La puerta de la casa, desgastada y chirriante, se abrió con un suave empujón, como si la casa mismo lo estuviera esperando. Con el corazón latiendo aceleradamente, Blue dio un paso dentro.

La habitación principal estaba llena de polvo y telarañas. Un antiguo candelabro colgaba del techo, y las sombras danzaban en la pared en función de la luz que apenas entraba por las ventanas. Al explorar, Blue sintió un aire pesado, como si la casa tuviera historia y secretos que contar. De repente, escuchó un leve crujido detrás de él. Al darse vuelta, vio a una figura vestida de blanco que flotaba casi a ras del suelo. Era una niña pequeña, con cabello largo y ondulado, que lo observaba con unos ojos grandes y tristes.

—Hola, soy Clara —dijo la niña, con una voz melodiosa pero nostálgica—. Llevo mucho tiempo aquí, esperando a que alguien me ayude.

Blue, sorprendido pero intrigado, se acercó. —¿Ayudarte? ¿Cómo? —preguntó.

—No estoy aquí por mi propia voluntad. Quiero conseguir que este lugar vuelva a ser un hogar, pero hay algo que debo encontrar primero. Un objeto que se perdió hace mucho tiempo y que guarda el cariño de mi abuela. Si lo encontramos, tal vez pueda liberarme —explicó Clara.

Blue sintió un nudo en la garganta. No podía dejar a esa niña atrapada por la tristeza de un pasado olvidado. —¿Qué objeto es? —preguntó.

—Es una muñeca de porcelana que mi abuela hizo para mí cuando era pequeña. Se llama Esperanza. La última vez que la vi estaba en el armario de la habitación de arriba —respondió Clara, extendiendo su mano como si invitara a Blue a unirse a ella.

La idea de subir a la planta de arriba hacía que el corazón de Blue se acelerara nuevamente. Sin embargo, la determinación de ayudar a Clara lo empujó a continuar. Juntos, ascendieron por una escalera chirriante que parecía protestar con cada paso. El aire se volvía más helado y, al llegar al pasillo de la segunda planta, Blue sintió como si algo lo observase desde las sombras.

Hallaron la habitación donde se encontraba el armario. Blue, con la mano temblorosa, abrió las puertas de madera y, para su sorpresa, encontró algo más que una simple muñeca. Entre las viejas ropas y juguetes, había una nota arrugada que decía: «La esperanza vive en los corazones valientes». Blue tomó un profundo respiro y buscó entre las cosas, hasta que finalmente encontró a Esperanza, la muñeca de porcelana, con rasguños pero aún hermosa.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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