Los 4 Amigos en el Misterio de la Casa Abandonada

En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques espesos, vivían cuatro amigos: Domenica, Joseph, Hector y John. Todos ellos tenían 16 años y compartían una amistad inquebrantable, además de una curiosidad insaciable por lo desconocido.

Domenica era una chica alegre y carismática, con ojos café, cabello castaño y lentes que enmarcaban su rostro. Le encantaba practicar baloncesto y siempre estaba dispuesta a liderar cualquier aventura. Hector, con sus ojos café y cabello negro, era conocido por su sentido del humor y su habilidad en el fútbol. John, siempre demasiado feliz, de ojos y cabello negro, era el más fuerte del grupo y amaba entrenar. Por último, Joseph, igualmente alegre, de ojos y cabello negro, era el pensador del grupo y disfrutaba de los juegos de estrategia.

Una tarde de otoño, mientras exploraban los límites del bosque, se toparon con una antigua casa abandonada. La estructura, desgastada por el tiempo y cubierta de enredaderas, parecía sacada de una historia de terror. La curiosidad los llevó a investigar más a fondo.

«Deberíamos explorarla», sugirió Domenica con entusiasmo. «Podría ser una gran aventura». A pesar de algunas dudas, el grupo accedió, impulsado por la emoción y el misterio.

Al entrar, una sensación de frío los envolvió. La casa, llena de polvo y telarañas, parecía haber estado deshabitada durante décadas. Muebles rotos y retratos descoloridos decoraban las habitaciones. Mientras exploraban, empezaron a escuchar ruidos extraños: pasos en el piso superior, susurros en las sombras, y puertas que crujían sin razón aparente.

Joseph, intentando mantener la calma, dijo: «Probablemente sean solo animales o el viento». Sin embargo, no pudo ocultar el temor en su voz. Continuaron su exploración hasta que llegaron a una habitación cerrada con llave.

Con la ayuda de John, lograron abrir la puerta. Dentro, encontraron un diario polvoriento. Domenica, con manos temblorosas, lo abrió y comenzó a leer. El diario pertenecía a una joven que había vivido en la casa hacía muchos años. Hablaba de una presencia oscura que la acechaba, y cómo, poco a poco, todos en la casa habían empezado a comportarse de manera extraña.

Mientras leían, los ruidos se intensificaron, y una sensación de estar siendo observados creció entre ellos. De repente, una sombra oscura pasó corriendo por el pasillo. El pánico se apoderó del grupo. «¡Tenemos que salir de aquí!», gritó Hector.

Corrieron hacia la salida, pero la puerta principal estaba cerrada. Las sombras parecían moverse a su alrededor, y los susurros se volvieron más intensos. En un acto de desesperación, rompieron una ventana y escaparon.