Cuentos de Valores

Bajo el cielo de un sueño celeste y blanco

Lectura para 4 años

Español

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Había una vez un niño llamado Manuel, que vivía en un pequeño pueblo lleno de flores y árboles, donde el sol brillaba todos los días y el cielo siempre estaba pintado de un hermoso azul. Manuel era un niño curioso y valiente, que disfrutaba jugar con sus amigos y explorar la naturaleza. Un día, mientras jugaba en un prado, vio algo brillante entre la hierba. Fue corriendo a investigar y, para su sorpresa, encontró una estrella dorada.

«Oye, estrella brillante,» le dijo Manuel emocionado, «¿qué haces aquí en la tierra?» La estrella sonrió y respondió: «Hola, Manuel. Estoy aquí porque estoy buscando a alguien que tenga un gran corazón y valores, ya que quiero contarle un secreto especial sobre el cielo.» Manuel, intrigado, preguntó: «¿Qué secreto?»

La estrella lo miró fijamente y, con un guiño, le dijo: «Si sigues mis instrucciones y demuestras valor y bondad, te llevaré a un viaje mágico en el que aprenderás sobre el honor, la solidaridad y la amistad.» Manuel, lleno de entusiasmo, aceptó la propuesta. «¡Sí, quiero aprender! ¿Cuál es el primer paso?»

La estrella le indicó que debía reunir a sus amigos y que juntos tendrían que ayudar a los animales del bosque, ya que había un problema en el lugar donde vivían. Manuel, con gran energía, fue corriendo a invitar a todos sus amigos: Lila, una niña dulce que siempre estaba dispuesta a ayudar; Tomás, un niño ingenioso que podía arreglar cualquier cosa; y Carla, quien tenía un gran amor por los animales.

Cuando todos se reunieron en el prado, Manuel les explicó la misión. «¡Vamos a ayudar a los animales del bosque!» dijo. Lila, Tomás y Carla se mostraron de acuerdo y juntos comenzaron su aventura.

Caminando hacia el bosque, se encontraron con un pequeño pájaro que no podía volar. Tenía una ala lastimada. Manuel se agachó y le dijo: «No te preocupes, te ayudaremos.» Tomás, que era muy habilidoso, ideó un plan. «Podemos construir una pequeña casita para que se sienta seguro mientras sana.» Todos trabajaron juntos: Lila recogió ramitas, Carla trajo hojas suaves y Manuel buscó un lugar protegido donde construir la casita.

Mientras trabajaban, Manuel habló sobre la importancia de ayudar a los demás y ser solidarios. «Cuando ayudamos a los demás, creamos lazos de amistad que nunca se rompen,» dijo. Sus amigos escucharon con atención y se sentían felices de hacer algo bueno.

Después de un tiempo de trabajo duro, terminaron la casita. El pájaro se sintió muy agradecido y les cantó una melodía hermosa. «¡Gracias, amigos!» dijo el pájaro mientras se acomodaba en su nuevo hogar. «Ustedes son realmente especiales.» Manuel sonrió y les dijo a sus amigos: «Esto es lo que se siente tener un gran corazón.»

Siguieron explorando el bosque cuando se encontraron con un pequeño conejo que estaba llorando. «¿Qué te pasa, pequeño?» preguntó Carla. El conejo les contó que había perdido a su familia y no sabía cómo volver a casa. Manuel, Lila, Tomás y Carla se miraron y decidieron que no podían dejarlo solo.

«¡No te preocupes, te ayudaremos a encontrar a tu familia!» dijo Lila con alegría. Juntos comenzaron a buscar. Manuel tuvo una idea. «Podemos hacer un pequeño sonido y llamar a los conejos para que vengan.» Todos hicieron un ruido suave como el de un tambor y pronto pudieron ver a otros conejos acercándose.

El pequeño conejo vio a su familia y saltó hacia ellos con alegría. «¡Gracias, gracias, amigos!» exclamó, llenando el aire de felicidad. «Hoy han mostrado un gran valor ayudando a un amigo.» Manuel y sus amigos se sentían orgullosos y emocionados al ver la alegría del conejo.

Ya estaba oscureciendo, pero eso no detuvo a los amigos. Continuaron su aventura y llegaron a un hermoso lago. Allí, encontraron una tortuga llorando. «¿Por qué lloras, tortuga?» le preguntó Tomás. La tortuga respondió que estaba triste porque no podía cruzar el lago por el fuerte viento. «No puedo ir a visitar a mis amigos del otro lado,» dijo.

Manuel pensó por un momento y dijo: «Podemos ayudarte. Si todos trabajamos juntos, podemos hacer una balsa.» Así que, una vez más, todos se pusieron a trabajar. Reunieron troncos y hojas, amarraron todo con lianas y construyeron una balsa flotante.

Cuando la balsa estuvo lista, la tortuga se puso muy feliz. «Gracias, amigos, por su gran bondad. Ustedes son verdaderos héroes.» Lenta pero firmemente, la tortuga cruzó el lago, y todos la animaron. Manuel sintió que su corazón se llenaba de alegría por haber ayudado a tantos amigos.

Finalmente, después de un largo día lleno de aventuras y risas, Manuel y sus amigos regresaron al prado. Miraron al cielo que se iluminaba con las estrellas. Manuel sintió que algo mágico estaba por suceder.

De repente, la estrella dorada apareció de nuevo. «¡Han hecho un gran trabajo, niños!» exclamó. «Han demostrado valentía, bondad y solidaridad. Han aprendido que trabajar juntos y ayudar a los demás es lo más importante.»

La estrella sonrió y les dijo: «Quiero que siempre recuerden esto, porque el verdadero valor no se mide por lo que uno tiene, sino por lo que uno da.» Con esos sabios consejos resonando en sus corazones, Manuel y sus amigos prometieron nunca olvidar lo aprendido.

Esa noche, bajo el cielo de un hermoso color celeste y blanco, Manuel se durmió pensando en todas sus aventuras, en los amigos que había ayudado y en lo feliz que se sentía. Ahora sabía que cada pequeño acto de bondad cuenta, y eso siempre lo llevaría consigo, donde sea que fuera.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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