Cuentos de Valores

Coby, Ardi y la Zanahoria Perdida

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Érase una vez, en un bosque mágico donde vivían muchos animales que eran amigos. En este bosque, los días eran siempre soleados y los árboles frondosos ofrecían sombra fresca para todos. Entre estos árboles vivía un conejito blanco llamado Coby. Él tenía unos grandes ojos azules y largas orejas que siempre estaban atentas a cualquier sonido en el bosque. Era muy querido por todos los animales por su amabilidad y alegría.

Un día, mientras el sol brillaba intensamente y los pájaros cantaban felices, Coby decidió buscar su zanahoria favorita para comer. Había escondido una zanahoria grande y jugosa, su favorita, en un lugar especial para cuando tuviera mucha hambre. Sin embargo, cuando llegó al lugar donde la había dejado, no pudo encontrarla por ninguna parte. Coby miró y miró, buscó entre las hojas y debajo de las piedras, pero su zanahoria no aparecía.

Coby se sentó en una roca, muy triste y preocupado. «Tengo tanta hambre», pensó. Justo en ese momento, apareció su amiga Ardi, la ardilla. Ardi era una pequeña y energética ardilla con una cola muy esponjosa y ojos verdes brillantes. Al ver a Coby triste, Ardi se acercó rápidamente.

—¡Hola, Coby! ¿Por qué estás tan triste? —preguntó Ardi con una sonrisa, esperando poder ayudar.

Coby le explicó a Ardi que había perdido su zanahoria favorita y que no sabía qué hacer. Ardi, siempre optimista y dispuesta a ayudar, le dijo a Coby que no se preocupara, que juntos buscarían la zanahoria.

Así que Coby y Ardi comenzaron su búsqueda por todo el bosque. Primero, fueron al río, donde el agua clara y fresca corría alegremente. Miraron entre las piedras y cerca de los juncos, pero no encontraron la zanahoria. Luego, caminaron debajo de los árboles, cuyas hojas crujían bajo sus patas. Buscaron entre las raíces y alrededor de los arbustos, pero tampoco tuvieron suerte.

Finalmente, llegaron a un campo de flores. Las flores de colores brillantes estaban llenas de mariposas y abejas zumbando alrededor. Coby y Ardi buscaron cuidadosamente entre las flores, pero la zanahoria seguía desaparecida. Estaban a punto de rendirse cuando de repente vieron a su amigo Cito, el ratoncito.

Cito era un ratoncito pequeño y gris con orejas redondas y una expresión siempre alegre. En sus manos, sostenía la zanahoria de Coby. Coby y Ardi se acercaron rápidamente a Cito.

—¡Hola, Cito! —dijo Coby—. Esa zanahoria es mía. La había escondido para comerla más tarde.

Cito se sintió un poco avergonzado y respondió: —¡Lo siento mucho, Coby! Pensé que era un juguete y quería jugar con ella.

Coby y Ardi comenzaron a reírse. La situación era tan divertida que no pudieron evitarlo. Pronto, Cito también empezó a reírse.

—No te preocupes, Cito —dijo Coby—. Me alegra que no la hayas dañado. ¿Te gustaría compartirla con nosotros?

Cito asintió felizmente, y los tres amigos se sentaron en un claro soleado para compartir la zanahoria. Era muy dulce y deliciosa, y todos disfrutaron mucho comiéndola juntos. Mientras comían, se dieron cuenta de lo importante que es compartir y trabajar juntos.

Desde ese día, Coby, Ardi y Cito se convirtieron en aún mejores amigos. Aprendieron que ayudarse mutuamente y compartir hacía que todo fuera más fácil y divertido. Siempre recordaban esa aventura como un momento especial en su amistad.

Y así, el bosque siguió siendo un lugar de alegría y amistad, donde todos los animales vivían felices y en armonía. Coby, Ardi y Cito siempre buscaron nuevas aventuras, pero nunca olvidaron la lección de la zanahoria perdida.

Ahora, los tres amigos tenían una nueva misión. Querían compartir esta historia con otros animales del bosque para que también aprendieran sobre la importancia de la cooperación y la generosidad. Decidieron hacer una reunión en el gran claro del bosque, donde todos los animales se juntaban para celebrar eventos importantes.

Cuando llegó el día de la reunión, Coby, Ardi y Cito estaban muy emocionados. Todos los animales del bosque vinieron: los ciervos, los pájaros, los zorros, e incluso los pequeños insectos. Coby comenzó a contar su historia, describiendo cómo había perdido su zanahoria y cómo, con la ayuda de Ardi y Cito, la había recuperado.

Los animales escuchaban atentos y, al final de la historia, todos aplaudieron. Estaban muy contentos de aprender una lección tan valiosa. Uno de los ciervos, llamado Dalo, se levantó y dijo:

—Esta es una historia maravillosa. ¿Por qué no la escribimos y la colgamos en el árbol más grande del bosque para que todos puedan leerla?

Todos estuvieron de acuerdo. Así que, con la ayuda de los pájaros, que eran muy buenos escribiendo, y las ardillas, que podían trepar a los árboles más altos, escribieron la historia en grandes hojas de árbol y las colgaron en el roble más antiguo del bosque.

Coby, Ardi y Cito estaban muy contentos. No solo habían recuperado la zanahoria, sino que también habían compartido una lección importante con todos sus amigos del bosque. Desde ese día, el gran roble con la historia de la zanahoria perdida se convirtió en un lugar especial, donde los animales se reunían para recordar la importancia de la amistad y la cooperación.

La historia de Coby, Ardi y Cito se convirtió en una leyenda en el bosque. Los animales la contaban una y otra vez a sus hijos, y así, la lección de trabajar juntos y compartir se transmitió de generación en generación.

El bosque siguió siendo un lugar mágico, lleno de risas y aventuras. Y cada vez que alguien perdía algo, recordaban la historia de la zanahoria perdida y sabían que, con la ayuda de sus amigos, todo se podía solucionar.

FIN.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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