En un rincón muy, muy lejano del universo, más allá de las estrellas que parpadean en nuestro cielo nocturno, se encuentra un pequeño planeta conocido como el Planeta de los Monstruos. No porque sea un lugar aterrador, sino por sus habitantes únicos y maravillosos, que son tan diferentes a todo lo que conocemos en la Tierra.
En este planeta vivía Edward, un pequeñín no mucho más alto que un arbusto de tu jardín. Edward era un alienígena de piel suave y colores cambiantes, grandes ojos expresivos y una sonrisa siempre lista para iluminar su rostro. Pero a pesar de su apariencia alegre, Edward se sentía muy solo.
Hace mucho tiempo, el Planeta de los Monstruos era un lugar bullicioso lleno de criaturas de todas formas y tamaños. Pero un día, un misterioso viento cósmico sopló, llevándose a todos los monstruos y dejando a Edward completamente solo. Él esperó y esperó, pero nadie regresó. Fue entonces cuando decidió que necesitaba ayuda, y sabía justo a quién pedir.
«Niños de la Tierra, necesito su ayuda,» dijo Edward una noche, mirando hacia las estrellas, esperando que su mensaje llegara lejos. «Ayúdenme a repoblar mi planeta. Observen qué hace a cada uno de ustedes especial y único, y compártanlo conmigo. Todos somos diferentes, pero estamos hechos de las mismas partes, ¡eso es la diversidad!»
Miles de millones de kilómetros más allá, su mensaje fue escuchado. Niños de todo el mundo comenzaron a enviarle a Edward dibujos y descripciones de lo que creían que hacía especial a cada persona. Edward recibió mensajes sobre niños que eran buenos dibujando, niños que sabían muchos acertijos, niños que podían correr muy rápido y niños que sabían escuchar.
Con cada carta y cada dibujo, Edward comenzó a crear nuevos monstruos. Usando su mágica máquina de diversidad, transformaba las cualidades que los niños compartían en pequeños monstruos juguetones. Un monstruo tenía piernas muy largas para correr rápido. Otro tenía grandes orejas para escuchar mejor. Algunos tenían manos hábiles para crear hermosas obras de arte, y otros tenían una gran capacidad para resolver acertijos.
Poco a poco, el Planeta de los Monstruos volvió a llenarse de risas y colores. Edward nunca se sintió solo de nuevo porque cada monstruo nuevo traía consigo un pedacito de la bondad y la creatividad de los niños de la Tierra. Aprendió que aunque todos somos diferentes, esas diferencias nos hacen fuertes y especiales.
Edward también aprendió algo muy importante sobre la amistad y la comunidad. Aprendió que unir nuestras diferencias crea un mundo más colorido y emocionante, y que cada uno de nosotros tiene algo único que contribuir.
Cuentos cortos que te pueden gustar
El Poder de la Verdad
La Cura de Valle Verde
Un Día en el Parque: La Lección de la Igualdad
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.