En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía un niño llamado Juan. Juan era conocido por ser muy curioso y un poco travieso. Le encantaba explorar cada rincón de su casa y jugar en el jardín desde el amanecer hasta el atardecer. Sin embargo, a Juan le costaba mucho seguir instrucciones y escuchar a los mayores, lo que a veces le causaba problemas.
Un día, mientras Juan jugaba en su habitación, su mamá le pidió que ordenara sus juguetes antes de salir a jugar. Juan, entusiasmado por la idea de aventurarse al aire libre, ignoró la petición de su mamá y corrió hacia el jardín, dejando sus juguetes esparcidos por todo el suelo.
Al volver a casa, Juan encontró a su mamá un poco triste. «Juan, es importante que aprendas a ser obediente,» le dijo suavemente. «Cuando no recoges tus juguetes, podría tropezarme con ellos. Además, cuidar tus cosas es una manera de mostrar respeto por ti mismo y por los demás.»
Juan escuchó atentamente y sintió un pequeño remordimiento. No quería que su mamá estuviera triste o que alguien se lastimara por su desorden. Esa noche, Juan reflexionó sobre las palabras de su mamá y decidió que quería cambiar.
Al día siguiente, Juan comenzó su nueva misión. Cada vez que su mamá o su papá le pedían algo, él hacía un esfuerzo por escuchar y seguir las instrucciones. Si le decían que lavara sus manos antes de comer, lo hacía sin quejarse. Si le pedían que recogiera sus libros después de leer, lo hacía con una sonrisa.
Pero no todo fue fácil para Juan. Un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque, su papá le pidió que volviera a casa a la hora de siempre. Juan estaba tan divertido que olvidó completamente la hora. Cuando finalmente regresó, era mucho más tarde de lo acordado.
Su papá lo esperaba en la puerta, preocupado. «Juan, es importante que cumplas con los horarios que acordamos. Me preocupé mucho por ti,» explicó su papá con un tono de preocupación.
Juan se sintió muy mal por haber hecho preocupar a su papá. Esa noche, antes de dormir, Juan se disculpó sinceramente y prometió ser más responsable con el tiempo. Desde entonces, Juan llevaba siempre un pequeño reloj que su papá le había regalado para ayudarlo a recordar la hora de volver a casa.
Con el paso de los días, todos comenzaron a notar el cambio en Juan. Su mamá estaba feliz de ver su habitación ordenada, su papá estaba orgulloso de su puntualidad, y sus maestros elogiaban su comportamiento en la escuela. Juan se sentía más feliz y satisfecho consigo mismo, sabiendo que su esfuerzo tenía un impacto positivo en todos a su alrededor.
Una tarde, la abuela de Juan, que había oído hablar del gran cambio de su nieto, le preparó una pequeña fiesta sorpresa. «Estoy muy orgullosa de ti, Juan. Has demostrado ser un niño muy obediente y responsable,» le dijo mientras le entregaba un pastel que tenía la forma de un medallón de oro.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.