Cuentos de Valores

El Círculo de las Emociones

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era una mañana soleada en la escuela, y la maestra Clara tenía preparada una actividad muy especial para su clase. Los niños estaban emocionados, ya que sabían que ese día aprenderían algo diferente. María, Juan, Pablo y Alejandra se sentaron en círculo en el suelo, como les había pedido la maestra.

—Hoy vamos a hablar de nuestras emociones —dijo la maestra Clara con una gran sonrisa—. Todos tenemos días en los que nos sentimos tristes, otros en los que estamos felices, y a veces hasta nos enojamos. Es importante aprender a expresar lo que sentimos.

Los niños miraron a la maestra con curiosidad. Aunque sabían que era normal sentirse de diferentes maneras, nunca habían hablado de esto abiertamente en clase. La maestra Clara sacó una caja llena de caritas de colores que representaban las emociones: una carita triste, una carita feliz y una carita enojada.

—Vamos a empezar con María —dijo la maestra—. María, cuéntanos cómo te sientes hoy.

María, una niña con el cabello largo y negro, miró hacia el suelo y luego levantó la vista hacia la maestra. Parecía un poco pensativa.

—Hoy me siento un poco triste —dijo María en voz baja.

Todos los niños la miraron con atención. Juan, siempre tan alegre, preguntó: —¿Por qué estás triste, María?

María suspiró y dijo: —Porque esta mañana, mi mamá tuvo que irse al trabajo muy temprano y no me dio un beso de despedida. Eso me hizo sentir sola.

Alejandra, que siempre tenía una sonrisa en su rostro, se acercó un poco a María y le dijo: —¡Oh, María! Cuando me siento triste, siempre abrazo a mi osito de peluche. Eso me hace sentir mejor.

La maestra Clara sonrió. —Es muy importante compartir lo que nos hace sentir tristes, María. Así, tus amigos pueden apoyarte y hacerte sentir mejor. Ahora, Juan, cuéntanos cómo te sientes hoy.

Juan, siempre lleno de energía, levantó la mano con entusiasmo. —¡Yo estoy feliz! —exclamó—. Hoy, después de la escuela, voy a ir al parque con mi papá, ¡y vamos a volar una cometa!

Todos los niños sonrieron. Volar cometas siempre era divertido, y era fácil ver por qué Juan se sentía tan feliz.

—Eso suena genial, Juan —dijo la maestra Clara—. A veces, cuando estamos felices, podemos compartir nuestra alegría con los demás. ¿Verdad, niños?

Todos asintieron con la cabeza. La maestra Clara continuó: —Ahora, Pablo, cuéntanos cómo te sientes tú.

Pablo, que era un poco tímido, ajustó sus gafas y frunció el ceño. —Estoy enojado —dijo con voz firme.

Los otros niños se sorprendieron un poco. Pablo casi nunca se enojaba.

—¿Por qué estás enojado, Pablo? —preguntó Alejandra, curiosa.

—Estoy enojado porque ayer, cuando estaba jugando con mi juguete favorito, mi hermano pequeño lo rompió —dijo Pablo, cruzando los brazos—. Y ni siquiera me pidió perdón.

La maestra Clara asintió. —Es normal sentirse enojado cuando algo que nos importa se rompe, especialmente si alguien no se disculpa. Pero es importante hablar con las personas que nos hacen sentir mal para que podamos resolverlo. ¿Has hablado con tu hermano, Pablo?

Pablo negó con la cabeza. —No, no lo hice. Estaba demasiado molesto.

—Tal vez después de clase podrías hablar con él —sugirió la maestra—. A veces, cuando hablamos de lo que sentimos, los demás entienden cómo nos afecta y pueden disculparse.

Pablo pensó un momento y asintió. —Lo intentaré.

Finalmente, fue el turno de Alejandra, la niña con los rizos más grandes y la sonrisa más brillante.

—Yo me siento emocionada —dijo Alejandra—. Porque hoy es mi cumpleaños, y por la tarde, ¡voy a tener una fiesta con todos mis amigos!

Los niños aplaudieron y le desearon un feliz cumpleaños. Alejandra saltaba de emoción en su lugar.

La maestra Clara sonrió con cariño. —Cada emoción que sentimos es importante. A veces estamos tristes, a veces estamos felices, a veces enojados o emocionados. Lo importante es aprender a decir lo que sentimos para que nuestros amigos y nuestras familias puedan ayudarnos o celebrarlo con nosotros.

—¡Sí! —dijo Juan—. Ahora sé que si María está triste, puedo hacer algo para alegrarla, como invitarla a jugar conmigo.

—Y si Pablo está enojado —añadió Alejandra—, tal vez necesita que hablemos con él para que se sienta mejor.

Pablo sonrió por primera vez en toda la mañana. —Y yo hablaré con mi hermano después de la clase para decirle cómo me sentí cuando rompió mi juguete.

María también sonrió. —Me siento mejor al saber que puedo hablar de lo que me hace sentir triste.

La maestra Clara estaba orgullosa de sus alumnos. Sabía que habían aprendido una lección valiosa sobre las emociones y cómo compartirlas con los demás. A veces, cuando compartimos lo que sentimos, encontramos que no estamos solos y que siempre habrá alguien dispuesto a escucharnos y ayudarnos.

Y así, la clase continuó, pero los niños nunca olvidaron la importancia de expresar lo que sentían. Desde ese día, siempre que uno de ellos estaba triste, feliz, enojado o emocionado, sabían que podían contar con sus amigos para escucharlos y apoyarlos.

Fin

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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