Cuentos de Valores

El Mundo de Colores de Sofía

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un pequeño y pintoresco pueblo llamado Gabrielaskis, lejos del bullicio de la ciudad, se encontraba una escuela de educación básica que era el corazón del lugar. Allí, niños de todas las edades iban a aprender, jugar y crecer juntos. La escuela estaba siempre llena de risas y juegos, y en un soleado día de primavera, llegó una nueva familia al pueblo.

Sofía, una niña de cabello rubio y rizado, y ojos llenos de un brillo especial, era parte de esta familia. Con apenas seis años, Sofía poseía un don único: podía ver con su corazón lo que sus ojos no podían. Cada objeto que tocaba, cada paisaje que observaba, se transformaba en su mente en un torbellino de colores y formas mágicas.

Desde su llegada, Sofía se sintió atraída por la vieja escuela de Gabrielaskis. Pronto, se hizo amiga de dos niñas de su clase, Anita y Clara. Anita era observadora y tranquila, con cabello castaño que siempre llevaba recogido en una trenza. Clara, por su parte, era vivaz y energética, con un corto cabello negro que reflejaba su espíritu indomable.

Sofía compartió con ellas su amor por el arte, mostrándoles cómo veía el mundo: no solo como estaba, sino como podría ser. Con pinceles y colores, Sofía pintaba lienzos que dejaban a todos asombrados. Las montañas podían ser violetas, los árboles de azul celeste, y los gatos podían tener rayas de arcoíris.

Aunque muchos niños admiraban a Sofía por su talento, no todos entendían su forma de ser y jugar. Algunos se burlaban de sus obras, llamándolas extrañas o diciendo que no eran reales. Esto entristecía a Sofía, quien a veces se sentía sola y diferente.

Un día, mientras Sofía pintaba en el jardín de la escuela, un grupo de niños se acercó y comenzó a reírse de su pintura. Anita y Clara, viendo la tristeza en los ojos de su amiga, decidieron intervenir. «¿Por qué no intentan pintar con ella?», sugirió Clara. «Quizás entonces puedan ver lo que ella ve.»

Con algo de hesitación, los niños aceptaron el desafío. Sofía les dio pinceles y los guió a través de su mundo de imaginación. Al principio, se mostraron confundidos, pero poco a poco, a medida que el jardín se llenaba de colores improbables y alegres, comenzaron a reír y a disfrutar.

Para sorpresa de todos, cada niño comenzó a ver el mundo un poco diferente. Un árbol no tenía que ser solo verde, el cielo no tenía que ser solo azul. «Es como magia», exclamó uno de los niños, mirando su obra. Sofía sonrió, feliz de compartir su don.

El maestro, al ver la transformación en sus estudiantes, decidió hacer una exposición con todas las pinturas de los niños. Los padres y vecinos del pueblo fueron invitados, y la singular visión de Sofía fue el centro de atención. Lo que antes era motivo de burla, ahora era celebrado como una ventana a la creatividad y la aceptación.

Sofía aprendió que aunque algunos podrían no entenderla al principio, con paciencia y amor podía abrir los corazones y las mentes de quienes la rodeaban. Anita y Clara, por su parte, aprendieron el valor de la amistad y el apoyo.

La exposición fue un éxito, y desde ese día, la pequeña escuela de Gabrielaskis fue conocida como un lugar donde cada niño podía expresar libremente su visión del mundo, sin miedo al rechazo.

Y así, en un rincón lleno de colores en el mundo, Sofía, con sus amigas a su lado, continuó pintando y enseñando a todos que lo más hermoso de la vida a menudo reside en cómo elegimos verla. En Gabrielaskis, aprendieron que el verdadero valor no está solo en lo que vemos, sino en cómo lo vemos y compartimos con los demás.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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