Violeta era una joven como cualquier otra, pero su vida estaba lejos de ser normal. Siempre había sido una chica alegre, con sueños y esperanzas, pero algo había cambiado en los últimos años. Había conocido a Sebastián, un chico carismático con el que comenzó a salir, pero pronto, las cosas tomaron un rumbo oscuro.
Sebastián, al principio, parecía ser el hombre perfecto. Con su sonrisa encantadora y su forma de tratarla, Violeta pensó que había encontrado el amor verdadero. Sin embargo, poco a poco, Sebastián comenzó a cambiar. Al principio fue con pequeñas humillaciones, burlas que ella pensaba que no tenían importancia. «Es solo una broma», se decía Violeta, convencida de que esas palabras eran solo una forma de demostrar su cariño.
Pero las cosas empeoraron. Sebastián comenzó a controlarla, a decirle qué ropa ponerse, a hacerle sentir que no era suficiente. Le decía que no era bonita, que no valía nada sin él. Violeta, confundida y vulnerable, comenzó a creerle. Su autoestima se desplomó. Sentía que no podía ser feliz sin él, que sin su aprobación, no sería nadie.
Un día, después de una de sus constantes discusiones, Violeta se encontró con su amiga Fabiola. Fabiola era diferente, siempre había sido una chica segura de sí misma, y Violeta admiraba su confianza. Cuando Fabiola la vio, notó enseguida que algo no estaba bien.
—Violeta, ¿qué te pasa? Estás muy callada —le preguntó Fabiola, preocupada.
Violeta intentó sonreír, pero la tristeza era evidente en sus ojos. Sabía que algo no estaba bien, pero no podía explicarlo. Finalmente, confesó.
—Sebastián… me hace sentir mal. Me dice que no soy suficiente, que no soy bonita, que no soy nada sin él. Pero… no sé qué hacer. A veces siento que si no estoy con él, me quedo sola.
Fabiola la miró fijamente, y en sus ojos apareció una mezcla de tristeza y rabia.
—Violeta, eso no es normal. No debes dejar que te trate así. Nadie tiene el derecho de hacerte sentir inferior. Tienes derecho a ser feliz, a ser tú misma. Necesitas hablar con alguien, un profesional, porque lo que estás viviendo es abuso. No lo mereces.
Violeta, sin embargo, se sintió aún más confundida. Sebastián había hecho un gran trabajo haciéndola sentir dependiente de él. Le decía que nadie la entendería, que solo él podía amarla. Y su madre, Samantha, le había dicho en varias ocasiones que era normal que un hombre tratara a su esposa de esa manera, que todos los hombres eran así, y que ella debía aguantar. Violeta, buscando consuelo, había creído que esas palabras eran sabias, pero en el fondo sentía que algo no encajaba.
—No sé… Fabiola. Mi mamá dice que es normal. Me dijo que todos los hombres son así… tal vez yo soy la que no entiende cómo funciona una relación. Tal vez estoy exagerando.
Fabiola no podía creer lo que escuchaba.
—Violeta, tu mamá te quiere, pero lo que te está diciendo no es cierto. Nadie tiene el derecho de humillarte o controlarte. Yo sé que te duele, pero si sigues pensando que esto está bien, las cosas solo van a empeorar. Tienes que buscar ayuda, porque esto no es amor. Yo te ayudo a encontrar a alguien que pueda ayudarte.
Pero Violeta no escuchó a Fabiola. No estaba lista para enfrentarse a la verdad, no estaba lista para admitir que la persona que más amaba la estaba destruyendo. Así que siguió con su vida, soportando las humillaciones de Sebastián, tratando de cambiar su apariencia para agradarle, haciendo dietas extremas, dejando que él la controlara. Cada vez, se sentía más vacía, más pequeña, más perdida.
A medida que pasaban los meses, la situación se volvió aún más difícil. Sebastián se volvía más celoso y posesivo, exigiendo saber dónde estaba en todo momento, con quién hablaba, qué hacía. Cada vez que Violeta trataba de hablar con otras personas, él la acusaba de engañarlo. Su relación se había convertido en una prisión. Violeta ya no podía ver la salida.
Un día, después de una pelea particularmente fuerte, Sebastián la acusó de algo que no había hecho. Los gritos, los empujones, las humillaciones se convirtieron en algo tan habitual que Violeta ya no se sorprendía. Pero esa vez, algo cambió. Sebastián estaba tan fuera de sí por los celos que, por poco, no la dejó salir de la casa. Violeta se quedó paralizada de miedo, sintiendo que su vida estaba en peligro. En ese momento, algo dentro de ella despertó. La angustia y el miedo se convirtieron en una determinación silenciosa: no podía seguir viviendo así.
Fue entonces cuando recordó las palabras de Fabiola. «Tienes derecho a ser feliz, a ser tú misma». Recordó que había algo más allá de la relación con Sebastián, algo más grande que su dolor. Ella merecía amor, respeto, y paz. No podía dejar que su vida siguiera de esa manera. Así que, con todo el miedo del mundo, pero con una nueva fuerza en su corazón, salió de la casa y buscó ayuda.
Violeta encontró a Samantha, una psicóloga especializada en casos de violencia doméstica. Cuando le contó su historia, Samantha la escuchó con mucha atención y empatía. No la juzgó, ni le dijo que había hecho algo mal. Solo le dijo: «Lo que has vivido no está bien, pero ahora estás tomando el control de tu vida. Estás tomando la decisión correcta».
Durante varias semanas, Violeta trabajó con Samantha para reconstruir su autoestima, para aprender a amarse a sí misma, y para entender que merecía respeto en todos los aspectos de su vida. Fue un proceso difícil, pero poco a poco, Violeta comenzó a sentir que podía ser libre. No necesitaba a Sebastián, y ya no sentía que su felicidad dependiera de él.
Finalmente, Violeta decidió tomar una decisión importante: terminó con Sebastián. No fue fácil, pero lo hizo por ella misma. Se dio cuenta de que la verdadera fuerza no estaba en soportar el abuso, sino en tener el coraje de salir de esa relación y empezar a sanar.
Violeta decidió hablar públicamente sobre su experiencia, para que otras jóvenes supieran que no estaban solas, para que entendieran que podían pedir ayuda, que merecían amor y respeto. Se convirtió en una defensora de los derechos de las mujeres y trabajó incansablemente para que ninguna otra joven tuviera que pasar por lo mismo.
Conclusión
El cuento de Violeta nos enseña una lección importante: que todos merecemos amor, respeto y una vida libre de violencia. Nadie debe aceptar el abuso o la humillación en ninguna forma. Es fundamental reconocer que el amor verdadero no es control, sino libertad y respeto. Violeta encontró el valor de luchar por su bienestar y convertirse en una voz para otras mujeres que, como ella, merecían ser escuchadas y respetadas.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.