Había una vez un niño de seis años llamado Tushug. Él tenía el cabello negro y ojos llenos de curiosidad. Vivía con su padre, Juan, un hombre de cuarenta años con cabello moreno, y su madre, Sonia, que también tenía cuarenta años y cabello negro. A Tushug le encantaban las tradiciones locales, especialmente la celebración del Corpus Christi, con sus coloridos danzantes y tambores resonantes.
Una noche, mientras Tushug se preparaba para dormir, su padre Juan decidió contarle una historia sobre el Corpus Christi y los personajes mágicos que formaban parte de la celebración. «¿Sabías que los danzantes y los tamboneros tienen una historia muy especial?» comenzó Juan. Tushug, con los ojos muy abiertos, escuchaba con atención.
Juan le habló sobre los Danzantes, quienes, con sus coloridos trajes y máscaras, bailaban para ahuyentar los malos espíritus y traer buena fortuna al pueblo. También le contó sobre los Tamboneros, que con sus tambores marcaban el ritmo del baile y mantenían a raya a los espíritus oscuros.
De repente, mientras Juan relataba la historia, una luz brillante envolvió la habitación y, en un parpadeo, tanto Juan como Tushug se encontraron en medio de la celebración del Corpus Christi. Estaban rodeados de Danzantes y Tamboneros, y el aire estaba lleno de música y alegría. Tushug miró a su alrededor con asombro. «¡Papá, estamos dentro de la historia!»
Juan, igualmente sorprendido, asintió. «Parece que sí, hijo. Debemos tener cuidado y averiguar cómo volver a casa.»
Mientras tanto, Sonia, que había salido a buscar algo en la cocina, regresó a la habitación de Tushug y se encontró con una escena alarmante. Juan y Tushug habían desaparecido. «¡Juan! ¡Tushug!» llamó, pero no hubo respuesta. Preocupada, comenzó a buscar por toda la casa, sin encontrar rastro de ellos.
Dentro de la historia, Tushug y Juan se encontraron con dos personajes fascinantes: un Danzante llamado Danzante y un Tambonero llamado Tambonero. Danzante llevaba un traje lleno de colores vivos y una máscara con plumas, mientras que Tambonero tenía un tambor grande que resonaba con cada golpe de su baqueta.
«Bienvenidos al mundo del Corpus Christi,» dijo Danzante con una reverencia. «Nos alegra tener invitados tan especiales.»
«Pero, ¿cómo salimos de aquí?» preguntó Juan, preocupado por su esposa, Sonia.
«Para volver a casa, deben ayudar a restaurar el equilibrio en nuestra celebración,» explicó Tambonero. «Morgana, la bruja del bosque, ha lanzado un hechizo sobre nosotros. Si no rompemos el hechizo, la celebración quedará arruinada y los espíritus oscuros se apoderarán de nuestro mundo.»
Juan y Tushug aceptaron ayudar. «¿Qué debemos hacer?» preguntó Tushug, decidido.
«Debéis encontrar tres objetos mágicos que Morgana ha escondido en diferentes lugares del pueblo,» explicó Danzante. «El primero es una pluma dorada, el segundo una piedra brillante y el tercero una flor luminosa.»
Guiados por Danzante y Tambonero, Juan y Tushug se embarcaron en una emocionante búsqueda por el pueblo. Primero, se dirigieron a la plaza central, donde creían que la pluma dorada estaba escondida. Mientras buscaban, se encontraron con varios danzantes y tamboneros que les ofrecieron su ayuda y apoyo.
Tushug, con su mirada aguda, fue el primero en ver un destello dorado entre las ramas de un árbol cercano. «¡Allí está la pluma!» exclamó, señalando hacia arriba. Juan, con la ayuda de Danzante, trepó el árbol y recuperó la pluma dorada.
«¡Una menos, faltan dos!» dijo Tambonero con entusiasmo. «Ahora vamos a buscar la piedra brillante.»
El siguiente destino era una cueva oscura al borde del pueblo. La cueva estaba llena de estalactitas y estalagmitas, y resonaba con el eco de cada paso que daban. Usando antorchas para iluminar su camino, se adentraron en la cueva. Tushug se aferró a la mano de su padre, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.
Dentro de la cueva, encontraron una piscina subterránea de agua cristalina. En el fondo, vieron una luz brillante. «Esa debe ser la piedra,» dijo Juan. Danzante, utilizando su magia, hizo que el agua se separara y permitiera que Juan y Tushug recuperaran la piedra brillante sin mojarse.
«¡Dos de tres! Solo nos falta la flor luminosa,» dijo Danzante, guiando al grupo fuera de la cueva y de regreso al pueblo.
La búsqueda de la flor luminosa los llevó a un jardín encantado, donde todas las flores brillaban con una luz mágica. «Tenemos que encontrar la que brilla más intensamente,» dijo Tambonero. Tushug, con su gran curiosidad, se movió entre las flores, admirando sus colores y luces.
Finalmente, vio una flor que brillaba con una luz deslumbrante. «¡Aquí está!» exclamó, llamando a los demás. Juan y los otros se acercaron y recogieron la flor luminosa con cuidado.
Con los tres objetos mágicos en su poder, regresaron a la plaza central. Danzante y Tambonero los colocaron en un altar especial y comenzaron a recitar un antiguo hechizo. De repente, una ráfaga de viento mágico barrió la plaza, y el hechizo de Morgana se rompió.
«¡Lo logramos!» dijo Tushug con una gran sonrisa. «Ahora, ¿podemos volver a casa?»
Antes de que pudieran responder, una luz brillante envolvió a Juan y Tushug, y de repente se encontraron de regreso en la habitación de Tushug. Sonia, que estaba buscando frenéticamente, los abrazó con lágrimas en los ojos. «¡Estaba tan preocupada!»
«Estamos bien, mamá,» dijo Tushug, abrazándola de vuelta. «¡Tuvimos una gran aventura!»
Juan sonrió y asintió. «Así es, pero estamos felices de estar de vuelta.»
Esa noche, mientras Tushug se acomodaba en su cama, pensó en la increíble aventura que había vivido. «Papá, ¿crees que algún día podremos volver?»
«Tal vez, hijo,» dijo Juan, sonriendo. «Pero por ahora, es hora de dormir y soñar con nuevas aventuras.»
Tushug cerró los ojos, imaginando las maravillas del mundo del Corpus Christi y las aventuras que aún podrían esperarle. Aprendió que, con valentía y amistad, cualquier desafío podía ser superado. Y así, con el corazón lleno de alegría y sueños, Tushug se quedó dormido, sabiendo que siempre tendría a su familia para apoyarlo.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.