Cuentos de Valores

La belleza de ser uno mismo

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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En un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes y ríos azulurosos, vivían tres amigos muy especiales: Karen, Eleonor y Manuel. Cada uno de ellos tenía diferentes habilidades y talentos, lo que los hacía únicos. Karen era una entusiasta de la pintura; pasaba horas en su rincón creativo, con pinceles y colores que hacían que la vida brillara. Eleonor tenía una voz melodiosa y era conocida en todo el pueblo por sus hermosas canciones. Manuel, por su parte, era un gran inventor. Siempre estaba fabricando artilugios raros con pedazos de metal y madera que encontraba en su casa.

Un día, mientras los tres amigos jugaban cerca del lago, Karen tuvo una idea brillante. «¡Vamos a hacer una gran presentación en la plaza del pueblo! Podemos mostrar nuestras habilidades y divertir a todos», sugirió con entusiasmo. Eleonor asintió con una gran sonrisa. «¡Me encantaría cantar para todos! Pero necesitaríamos que alguien hiciera el vestuario y los decorados», dijo. Manuel, siempre dispuesto a ayudar, respondió: «Yo puedo hacer algunos artilugios que brillen y que muestren lo que hacemos».

Con su proyecto decidido, los amigos comenzaron a preparar la presentación. Cada uno se enfocó en su parte: Karen comenzó a pintar hermosos telones llenos de colores; Eleonor practicó sus canciones y Manuel diseñó sorprendentes máquinas que servirían como efectos especiales durante el espectáculo.

A medida que pasaban los días, los amigos trabajaron muy duro. Pero, a pesar de la emoción, el día de la presentación llegó con un nublado cielo gris que empezó a amenazar con lluvia. Karen miró por la ventana de su casa y sintió que su corazón se hundía. «¿Qué pasará si llueve? Todos nuestros esfuerzos se habrán ido a la basura», lamentó. «No creo que nadie venga si el tiempo no mejora», añadió Manuel, mientras ajustaba algunos mecanismos en su última invención. Eleonor, aunque algo preocupada, trató de mantener la esperanza. «Tal vez si seguís trabajando en lo que hacemos y nos mostramos tal como somos, eso sea suficiente para que la gente venga a vernos», propuso.

Finalmente, al llegar la tarde, la lluvia comenzó a caer débilmente, pero los amigos decidieron no rendirse. Colocaron todo en la plaza, mientras las primeras gotas de agua otoñal caían suavemente sobre sus cabezas. «La verdad es que podemos hacer esto. No importa el clima», dijo Karen con determinación. Con esfuerzo, se prepararon para empezar.

Cuando la presentación dio inicio, la lluvia comenzó a caer un poco más fuerte, pero eso no detuvo el entusiasmo de los amigos. Manuel hizo sonar su invento, que lanzaba pequeñas luces al aire, creando un ambiente mágico a pesar del tiempo. Karen, a pesar de que sus pinturas se estaban mojando, continuó presentando su arte con una gran sonrisa, mostrándole al público los colores vibrantes. Eleonor tomó un profundo aliento y comenzó a cantar, su voz resonando a través de la plaza, llenando el aire húmedo con melodías que hacían olvidar la lluvia.

Para sorpresa de los amigos, a medida que avanzaba la presentación, comenzaron a llegar más y más personas. Algunos llevaban paraguas, pero eso no importaba. Lo que importaba era que querían ver y escuchar lo que Karen, Eleonor y Manuel tenían que ofrecer. Los niños reían y bailaban, saltando en charcos, mientras que los adultos sonreían y aplaudían, disfrutando del espectáculo.

Mientras cantaba y pintaba con la lluvia cayendo, Karen comenzó a darse cuenta de que no necesitaban un cielo despejado para hacer que su espectáculo fuera especial. Era su pasión, su autenticidad y su capacidad de ser ellos mismos lo que atrajo al público. Manuel, al ver a la gente disfrutando, decidió hacer un pequeño truco para alegrar aún más el ambiente. Con un giro de una palanca, su máquina comenzó a emitir burbujas de colores que flotaban en el aire mientras Eleonor seguía cantando.

Al finalizar el espectáculo, todos los presentes aplaudieron con entusiasmo. Los tres amigos estaban contentos y agotados, pero su cansancio se disipó al ver las sonrisas de los que los rodeaban. «¡Lo logramos! A pesar de la lluvia, ¡fue maravilloso!», exclamó Eleonor, mientras se abrazaban unos a otros.

Cuando el público empezó a marcharse, se acercó un nuevo personaje al grupo: un anciano llamado Don Ernesto. Era conocido en el pueblo por sus sabias palabras y por ser un gran contador de historias. «Chicos», empezó Don Ernesto con una voz profunda y reconfortante, «lo que han logrado hoy es algo maravilloso. No solo se han mostrado tal como son, sino que han inspirado a todos a disfrutar de la lluvia en lugar de temerle. Esto es, precisamente, lo que significa ser uno mismo».

Los amigos sonrieron emocionados al escuchar las palabras de Don Ernesto. «Hoy aprendí algo importante», dijo Manuel, «No necesitamos ser perfectos para ser admirados. Solo necesitamos ser auténticos». «Siento que la lluvia fue nuestra aliada», añadió Karen, «porque pudo crear un ambiente encantador para lo que estamos haciendo». Eleonor, con los ojos brillantes, terminó diciendo: «A veces, se necesita un torrente inesperado para descubrir que ser tú mismo es lo más valioso de todo».

Desde ese día en adelante, Karen, Eleonor y Manuel continuaron mostrando sus talentos auténticos, no solo en la plaza del pueblo, sino también en todas partes. Se dieron cuenta de que la verdadera belleza reside en aceptar lo que cada uno de ellos era, y que al hacerlo, podían abrir corazones y crear alegría a su alrededor.

Los niños del pueblo aprendieron de ellos y comenzaron a explorar sus propias habilidades, ya sea para pintar, cantar, inventar o simplemente para ser quienes eran sin miedo al qué dirán. A veces, una lluvia inesperada se volvía el mar de risas y de creatividad. Así, el pueblo se llenó de risas, colores, música y, sobre todo, de la esencia de cada persona.

En una calurosa tarde de verano, mientras todos se reunían en la plaza para celebrar un día de fiesta, Manuel presentaba su última invención, un enorme flotador de burbujas que, en lugar de agua, llenaba el espacio con música. En medio de la danza y la risa, Karen pintaba un hermoso mural que reflejaba las aventuras del pueblo, mientras Eleonor, con su melodiosa voz, hablaba sobre la importancia de ser uno mismo y de cómo cada persona en el pueblo tenía algo increíble que ofrecer.

Así, con los recuerdos de un día lluvioso, un grupo de amigos se convirtió en una gran familia que aprendió a valorar la autenticidad y el amor por la vida. Y cada vez que llovía, en lugar de quedarse adentro, todos encontraban una razón para salir y celebrar, deslizándose por charcos y creando nuevos y maravillosos recuerdos. La belleza de ser uno mismo, tomados de la mano, creando arte, música y alegría, se volvió la esencia del pueblo. Todos tenían su lugar, todos tenían su valor, y lo más importante, todos eran apreciados por ser quienes realmente eran. Siempre recordarían que ser uno mismo no solo es válido, sino que es lo más bonito que uno puede hacer. Y así, el pueblo floreció en diversidad, unión y alegría.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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