Manuel tenía cuatro años, su pelo castaño brillaba cuando el sol entraba por la ventana, y sus ojos marrones reflejaban la alegría que siempre sentía en su corazón. Su hermana Lola, que tenía tres años, era tan risueña como él, pero con su cabello rubio que parecía dorado al sol y sus ojos azules llenos de curiosidad, parecía una pequeña hada traviesa. Les encantaba jugar juntos, pero ese año, la Navidad iba a ser muy especial. La casa donde vivían estaba llena de risas y emoción porque esperaban la llegada del nuevo hermanito, que se iba a llamar Roque. Lo más mágico de todo era que Roque iba a nacer justo en Navidad, y eso les llenaba de ilusión.
Una mañana, cuando la luz del invierno apenas comenzaba a calentar el día, mamá les dio una noticia que hizo que Manuel, Lola y su prima Dayana dieran saltos de emoción. Dayana tenía tres años, igual que Lola, y unos rizos suaves y dorados que siempre olían a flores. Ella venía a menudo a casa para jugar y compartir momentos divertidos. Ese día, mamá les dijo: “Niños, hoy vamos a decorar toda la casa para dar la bienvenida a Roque y para celebrar la Navidad. Será muy especial, porque Roque llegará dentro de muy poquito tiempo.” Manuel y Lola se miraron con grandes sonrisas, y Dayana aplaudió feliz.
Los tres bajaron corriendo las escaleras para empezar la aventura. Primero, mamá les mostró la caja de adornos que había guardado el año pasado: bolas de colores, guirnaldas brillantes y luces que parecían estrellas. “Vamos a llenar la casa de magia y amor”, dijo mamá. Entonces, cada uno tomó una tarea: Manuel la caja de luces para el árbol, Lola se encargó de las guirnaldas, y Dayana ayudó con las bolas.
Manuel era muy cuidadoso. Con sus manitas pequeñas trataba de colocar las luces en el árbol sin que se enredaran. “Mira, Lola, así la luz brilla como las estrellas del cielo”, decía mientras sonreía. Lola, con mucha concentración, colgaba las guirnaldas alrededor de las ventanas, creando colores que parecían un arcoíris de invierno. Dayana estaba emocionada mientras ponía las bolas de colores en el árbol; algunas las ponía muy arriba, y otras muy abajo, como si el árbol también fuera un amigo que debía vestirse de fiesta.
Mientras decoraban, papá entró y les contó un secreto. “¿Sabíais que el nombre Roque es muy fuerte y valiente? Roque será un hermanito muy especial para todos”. Los niños miraron a papá maravillados, imaginando a Roque como un pequeño superhéroe que vendría a llenar sus días de juegos y risas.
Después de terminar con el árbol, se sentaron juntos a la mesa del comedor para preparar algo muy importante: las cartas para Papá Noel. Cada uno tomó una hoja y unos colores. Manuel dibujó un gran árbol con luces, y añadió un regalo con el nombre Roque para que el nuevo hermanito también recibiera algo especial. Lola dibujó corazones y estrellas, y escribió que quería que la Navidad fuera llena de alegría para la familia. Dayana, con la ayuda de mamá, escribió en su carta que deseaba que Roque estuviera siempre feliz y que todos se quisieran mucho.
Mientras dibujaban, mamá les explicó que la Navidad no solo era tiempo de regalos, sino también de compartir, cuidar y estar unidos como una familia. “El amor es el mejor regalo que podemos dar”, dijo mamá sonriendo. Los niños asintieron; aunque todavía eran pequeños, ya sentían el gran valor de la familia.
Más tarde, en la sala, mamá les enseñó cómo hacer estrellas de papel para colgar en las ventanas. Manuel torcía con cuidado el papel, Lola imitaba y Dayana se reía porque a veces su estrella quedaba un poco chueca. “No pasa nada, Dayana, tus estrellas son únicas y especiales, así como tú”, dijo Manuel con una voz dulce que hizo sonrojar a su prima.
Después de muchas risas y diversión, las estrellas de papel llenaron la casa de luz y esperanza. Papá llegó con una caja grande, que sacó del coche. Era el parque de juegos para Roque, para que pudiera crecer y jugar con sus hermanos. Los niños lo miraron asombrados y comenzaron a imaginar todas las aventuras que tendrían cuando Roque estuviera con ellos.
Mientras la noche se acercaba y la casa estaba ya muy adornada, mamá les llamó para contarles una historia. Se sentaron juntos en el sofá, y mamá les habló sobre el verdadero significado de la Navidad. Les explicó que la Navidad era un momento para dar amor y ayudar, para ser buenos con los demás y para esperar con paciencia cosas lindas, como la llegada de Roque.
Manuel, que a veces sentía un poquito de celos porque iban a dedicar mucho tiempo a Roque, escuchaba con atención y empezó a entender que ser hermano mayor significaba cuidar y querer mucho a los hermanos pequeños. Lola, abrazada a su muñeca, pensaba en cómo protegería a Roque y cómo jugarían juntos. Dayana, que quería mucho a sus primos, se imaginaba enseñándoles juegos nuevos y compartiendo sus juguetes.
Esa noche, antes de dormir, Manuel miró la barriga de mamá y le acarició suavemente. “Roque, ven pronto, te estamos esperando con mucho amor”, susurró con una sonrisa. Lola, desde su cama, también deseaba que Roque llegara para darle muchos besos y abrazos. Dayana soñaba con ser la prima más divertida del mundo, para que Roque nunca se sintiera solo.
Los días pasaron y la casa se llenó de risas, juegos y también de preparación. Papá ayudó a colocar una estrella brillante en el techo, para que guiara a Roque cuando llegara al mundo. Manuel, Lola y Dayana aprendieron poco a poco que la Navidad tenía muchos valores: la paciencia para esperar, la generosidad para compartir, la alegría por estar juntos y, sobre todo, el amor inmenso que une a las familias.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.