En el tranquilo pueblo de San Rafael, tres hermanastras vivían en una casa temporal mientras esperaban ansiosamente la finalización de su hogar de ensueño. Lidia, era la mayor de las tres. Con su madurez y responsabilidad, siempre cuidaba de Ainara, y de Cloe, la benjamina de la familia.
Ainara y Cloe compartían el mismo padre, Óscar, un hombre trabajador y dedicado que estaba a cargo de la renovación de su futura casa. Gloria, la madre de Lidia, era una mujer amorosa que había entrado en sus vidas hace unos años, trayendo consigo a Lidia, una niña llena de entusiasmo y energía.
A pesar de no compartir la misma sangre, las tres chicas se querían como si fueran hermanas de toda la vida. Jugaban juntas, se contaban secretos y siempre se defendían mutuamente.
Sin embargo, la gente del pueblo a veces murmuraba sobre su relación, preguntándose cómo tres hermanastras podían llevarse tan bien.
Un día, mientras las tres hermanastras exploraban los alrededores de su nueva casa en construcción, encontraron un viejo baúl escondido detrás de unas maderas apiladas. Al abrirlo, descubrieron un álbum de fotos antiguo. En él, vieron fotos de tres niñas que se parecían mucho a ellas, jugando y riendo juntas.
Al regresar a su casa temporal, mostraron el álbum a Óscar y Gloria. La pareja se miró sorprendida y, después de un momento de silencio, Gloria comenzó a contar una historia.
«Esas tres niñas», comenzó, «eran hermanas y vivían en la casa que Óscar está renovando. A pesar de las dificultades, siempre se mantuvieron unidas y se cuidaron mutuamente. La casa fue testigo de su amor y unidad.»
Óscar asintió, «La casa ha sido testigo de muchas historias, pero la de esas tres hermanas es la más especial. Se dice que dejaron una energía positiva en la casa, que aún permanece allí.»
Lidia, Ainara y Cloe se dieron cuenta de que, al igual que las tres hermanas del pasado, su amor y unidad dejarían una marca en su nuevo hogar. Decidieron hacer un pacto: siempre se cuidarían y apoyarían, sin importar los desafíos que enfrentaran.
Los meses pasaron y finalmente llegó el día en que se mudaron a su nueva casa. La energía positiva de las tres hermanas del pasado, junto con la de Lidia, Ainara y Cloe, llenó cada rincón del hogar.
Conclusión:
Las tres hermanastras demostraron que la familia no siempre está determinada por la sangre, sino por el amor y el cuidado mutuo. Su relación floreció en su nueva casa, recordando a todos que los lazos familiares son más fuertes cuando se basan en el amor y el respeto.




