Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y praderas verdes, tres amigos inseparables llamados Sofía, Samantha e Isaac. Sofía era una niña con el cabello largo y castaño, que siempre vestía un vestido amarillo brillante como el sol. Samantha tenía el cabello corto y rubio, y le encantaba usar su vestido rosa que parecía una flor de primavera. Isaac, por su parte, tenía el cabello rizado y negro, y siempre llevaba un mono azul que le permitía explorar cómodamente.
Un día, mientras jugaban en el parque, Sofía tuvo una gran idea. «¿Por qué no organizamos una fiesta para celebrar la vida y nuestra amistad?» propuso emocionada.
Samantha e Isaac estuvieron de acuerdo al instante. «¡Sí! ¡Será la mejor fiesta de todas!» exclamó Samantha, saltando de alegría.
Decidieron hacer la fiesta en el campo cercano al pueblo, donde había un prado lleno de flores de colores y mariposas que revoloteaban alegremente. Los tres amigos empezaron a planificar todo. Isaac se encargó de hacer invitaciones coloridas para repartir a todos los niños del pueblo. Samantha decoró el prado con cintas y globos, y Sofía preparó una mesa con deliciosos bocadillos y jugos frescos.
El día de la fiesta llegó, y el prado se llenó de risas y diversión. Los niños corrían y jugaban, mientras las mariposas parecían unirse a la celebración. Había juegos como la carrera de sacos, la cuerda floja y el juego de las sillas. Todos estaban muy contentos y se divertían mucho.
En medio de la fiesta, Sofía, Samantha e Isaac se tomaron un momento para observar a sus amigos y el hermoso paisaje que los rodeaba. «Esto es maravilloso», dijo Sofía con una gran sonrisa. «Estamos celebrando la vida y nuestra amistad de la mejor manera posible.»
Samantha asintió. «Sí, es importante recordar lo afortunados que somos de tenernos unos a otros y de vivir en un lugar tan bonito.»
Isaac, con su corazón lleno de gratitud, añadió: «Y también debemos cuidar de este lugar y de nuestra amistad. Así, podremos seguir celebrando juntos muchas veces más.»
Después de los juegos, llegó el momento de la comida. Los niños se sentaron en la gran mesa y disfrutaron de los bocadillos que Sofía había preparado. Había sándwiches, frutas frescas y galletas decoradas con formas de mariposas y flores. Mientras comían, compartían historias y reían juntos.
Cuando terminaron de comer, Sofía tuvo otra idea. «¡Hagamos una cápsula del tiempo!» propuso. «Cada uno puede poner algo especial dentro, y la enterraremos aquí para recordarnos de este día en el futuro.»
Todos los niños estuvieron de acuerdo, y cada uno buscó algo especial para poner en la cápsula. Samantha puso una flor que había recogido del prado, Isaac agregó una pequeña mariposa de papel que había hecho, y Sofía puso una foto de los tres amigos juntos. Los demás niños también agregaron pequeños objetos y notas con sus deseos para el futuro.
Enterraron la cápsula del tiempo bajo el gran roble en el centro del prado, prometiendo volver algún día para desenterrarla y recordar ese día tan especial.
La tarde llegó a su fin, y los niños comenzaron a regresar a sus casas, cansados pero muy felices. Sofía, Samantha e Isaac se quedaron un poco más, sentados bajo el roble, disfrutando del último rayo de sol del día.
«Hoy ha sido un día increíble,» dijo Isaac, mirando el cielo que empezaba a teñirse de colores rosados y anaranjados.
«Sí, y no solo porque nos divertimos,» añadió Samantha. «Sino porque nos recordamos a nosotros mismos lo importante que es celebrar la vida y estar agradecidos por lo que tenemos.»
Sofía asintió con una sonrisa. «Y siempre tendremos este lugar y nuestra amistad para recordarnos lo afortunados que somos.»
Con el corazón lleno de alegría y gratitud, los tres amigos se levantaron y comenzaron a caminar de vuelta al pueblo, sabiendo que habían creado recuerdos que durarían para siempre.
Y así, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y praderas verdes, tres amigos inseparables demostraron que celebrar la vida y valorar la amistad son los tesoros más grandes que podemos tener. La gran fiesta de Sofía, Samantha e Isaac se convirtió en una tradición en el pueblo, y cada año, todos se reunían en el prado para recordar lo importante que es vivir con alegría y gratitud.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.