Irene y Julia eran amigas desde que estaban en el jardín de niños. Les encantaba jugar juntas todos los días, en el parque, en la escuela y especialmente en casa de Irene. Tenían muchas cosas en común: ambas amaban los colores, les gustaba inventar historias y pasaban horas con sus muñecas y juegos de construcción. Cada tarde, después de hacer su tarea, Irene y Julia corrían al patio para jugar juntas y pasar un buen rato.
Un día soleado, cuando el cielo estaba muy azul y las nubes parecían algodones, Irene y Julia decidieron jugar con sus juguetes favoritos: unas muñecas que podían vestirse con diferentes vestidos y accesorios, y un tren mágico que podía recorrer toda la casa. Julia tomó al tren mágico y comenzó a hacer que viajara por la sala, mientras que Irene jugaba con su muñeca favorita a la que llamaba Lila.
De repente, Julia vio la muñeca de Irene y quiso jugar con ella también. —¿Puedo jugar con Lila un ratito? —preguntó Julia con una sonrisa. Pero Irene negó con la cabeza. —No, Julia, Lila es mi muñeca favorita y no quiero prestarla hoy —respondió Irene muy seria.
Julia se quedó callada, un poco triste, y miró al tren mágico. Irene notó que su amiga estaba molesta. —¿Por qué no quieres compartir? —preguntó Julia con voz suave, esperando una respuesta.
Irene cruzó los brazos. —Porque algunas cosas son mías y no me gusta que las toquen cuando no quiero —dijo firme. Julia bajó la mirada y, sin decir nada, decidió dejar de jugar y se quedó sentada en una esquina.
Al cabo de un rato, la mamá de Irene salió a la sala. Ella había escuchado la conversación y vio que sus hijas estaban un poco enojadas. Se acercó con una sonrisa amable y dijo: —Hola, chicas, ¿qué pasa aquí? ¿Por qué se ven tristes?
Julia explicó que quería jugar con la muñeca de Irene, pero que Irene no quería compartirla. La mamá de Irene se sentó junto a las niñas y les dijo: —Compartir es un valor muy importante porque nos ayuda a disfrutar juntos y a ser mejores amigos. Cuando compartimos, hacemos felices a los demás y también nos sentimos bien por dentro. ¿No les parece?
Irene escuchaba atentamente, pero luego bajó la cabeza y dijo: —Mamá, yo entiendo lo que dices sobre compartir, pero a veces siento que si comparto todo, ya no tendré nada solo para mí. Me da miedo que arruinen mis cosas o que desaparezcan. Por eso a veces no quiero compartir, aunque sea con Julia, que es mi amiga.
La mamá de Irene asintió con cariño. —Es normal sentir así, Irene. No tienes que compartir todo si no quieres, pero sí es bueno pensar cuándo y con quién compartir. Por ejemplo, ¿qué te parece si decides qué juguete sí quieres compartir y cuál prefieres guardar solo para ti?
Irene pensó en eso y luego miró a Julia. —Tal vez puedo dejar que juegues con Lila un ratito, pero después necesito que me la regreses sin dañarla. ¿Te parece?
Julia sonrió mucho y respondió: —¡Sí, claro! Prometo cuidar mucho a Lila y devolvértela igualita.
Entonces, Irene le entregó la muñeca a Julia. Al principio, un poco nerviosa, Irene observó mientras Julia jugaba cuidadosamente con Lila, poniéndole un sombrero pequeño y haciéndola bailar. Pronto, Irene también quiso jugar y las dos comenzaron a inventar historias juntas.
Después de un rato, la mamá de Irene se acercó de nuevo y dijo: —¿Ven? Compartir puede ser divertido y ayuda a fortalecer su amistad. Pero también está bien decir “no” cuando se trata de algo que es muy importante para ti y necesitas protegerlo.
–Sí, mamá —dijo Irene—, a veces puedo decir “no” y eso no significa que no quiera a Julia. Solo necesito que entiendan que hay algunas cosas que quiero cuidar mucho.
Julia asintió y dijo: —Yo también quiero respetar lo que sientes. Así, jugamos tranquilos y felices.
Desde ese día, Irene y Julia aprendieron a respetar los sentimientos de cada una. Sabían que compartir era valioso, pero también que decir “no” era una forma de cuidar aquello que es importante para uno. Siempre hablaban antes de jugar, y así evitaban malentendidos y peleas.
En otra ocasión, cuando Julia tuvo un juguete nuevo que le encantaba, Irene le pidió jugar con él, pero Julia prefirió guardarlo porque era muy especial para ella. Irene comprendió sin enojarse porque sabía lo que se sentía querer proteger algo propio.
Mamá de Irene estaba muy orgullosa de sus hijas porque habían aprendido que en una amistad, tanto compartir como respetar un “no” es importante para que todos se sientan bien. Además, siempre recordaban que conversar y entender cómo se sienten los demás era la mejor forma de resolver cualquier problema.
La magia de compartir no estaba solo en dar los juguetes, sino en saber cuándo regalar un poquito de confianza y amor, y también en atender las emociones que cada una tenía. Así, la amistad entre Irene y Julia se hizo más fuerte y feliz, porque aprendieron que cuidar sus cosas y sus sentimientos ayudaba a cuidar también su cariño y respeto mutuo.
Al final, la mamá de Irene les explicó que la amistad es como un jardín: hay que regarlo con momentos compartidos, pero también dándole espacio para que cada flor crezca a su manera. Así, cada una brilla por sí misma y juntas hacen un lugar hermoso.
Y así, Irene y Julia siguieron disfrutando de sus juegos, aprendiendo a compartir, a decir “no” cuando era necesario y a quererse mucho como buenas amigas.
La conclusión es que compartir es un valor muy bonito porque nos une y nos hace felices, pero también es importante respetar cuando alguien necesita cuidar lo suyo. Decir “no” no es malo, es una forma de expresar lo que sentimos y protegernos. Cuando entendemos esto, podemos convivir mejor y tener amistades más fuertes y verdaderas.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.