En un pequeño pueblo rodeado de montañas y valles, donde la niebla cubría las calles durante la madrugada, había un niño llamado Juanillo que no era muy amigo de la Navidad. Para él, la Navidad era solo una excusa para que los adultos se vistieran de manera extraña y para que los niños pequeños chillaran de emoción. Juanillo no entendía por qué todos se emocionaban tanto con las luces de Navidad, las decoraciones y los regalos.
Era un niño con un corazón un poco duro, que solo pensaba en él mismo y en lo que quería. Su abuelo, Juan Abuelo, había intentado explicarle el verdadero significado de la Navidad, pero Juanillo no quería escuchar.
Un día, mientras paseaba por la calle, Juanillo se encontró con su amiga Matilde, que estaba preparando un gran cartel con la leyenda «Feliz Navidad». Matilde era una niña muy amable y gentil, que siempre sonreía y era amiga de todos.
—¡Hola Juanillo! —dijo Matilde con una gran sonrisa—. ¿Vienes a ayudarme a pintar este cartel?
Juanillo se encogió de hombros y se acercó a Matilde.
—No quiero pintar —dijo Juanillo—. Me aburre la Navidad.
Matilde se sorprendió un poco, pero no se dio por vencida.
—Bueno, si no quieres pintar, ¿puedes ayudarme a colgar las guirnaldas en la plaza? —preguntó Matilde.
Juanillo se encogió de hombros de nuevo y se unió a Matilde. Mientras colgaban las guirnaldas, se encontraron con la señora Dolores, la dueña de la panadería del pueblo. La señora Dolores era famosa por sus deliciosos pasteles y galletas navideñas.
—¡Hola Juanillo! —dijo la señora Dolores con una gran sonrisa—. Me alegra verte ayudando a Matilde. ¿Quieres probar una galleta navideña fresca de horno?
Juanillo se encogió de hombros de nuevo, pero Matilde le dio un codazo en el costado.
—¡Vamos, Juanillo! —dijo Matilde—. Una galleta no te hará daño.
Juanillo suspiró y aceptó la galleta de la señora Dolores. Al morderla, se sorprendió de lo deliciosa que era.
—¿Te gusta? —preguntó la señora Dolores con una sonrisa.
Juanillo asintió con la cabeza y la señora Dolores se rió.
—Me alegra que te guste —dijo la señora Dolores—. La Navidad es una época para disfrutar de los pequeños placeres de la vida.
Mientras Juanillo comía la galleta, se acercó un hombre con un traje extravagante y un sombrero ridículo.
—¡Hola a todos! —dijo el hombre con una gran sonrisa—. Soy uno de los Reyes Magos. Estoy aquí para preparar la llegada de mis compañeros.
Juanillo miró al hombre con escepticismo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Juanillo.
El Rey Mago se rió.
—Estoy aquí para preparar la llegada de mis compañeros, Gaspar y Baltasar. Traeremos regalos para todos los niños del pueblo.
Juanillo se encogió de hombros.
—No creo en los Reyes Magos —dijo Juanillo.
El Rey Mago se rió de nuevo.
—Bueno, no importa si crees o no —dijo el Rey Mago—. Lo importante es que la Navidad es una época para compartir y ser amable con los demás.
Juanillo no respondió y se alejó del grupo. Mientras se alejaba, se encontró con un niño pequeño que se había perdido en la plaza.
—¿Dónde está mi mamá? —lloró el niño.
Juanillo se encogió de hombros al principio, pero luego recordó las palabras del Rey Mago. Se agachó y abrazó al niño.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.