Cuentos de Valores

La Pelota que Perdió su Arcoíris

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era una tarde soleada en el parque, donde los niños jugaban con alegría y risas llenaban el aire. Carlos y Ana eran dos amigos inseparables. Siempre jugaban juntos a la pelota y compartían sus sueños mientras corrían por la hierba. Carlos era un niño astuto, con una energía contagiosa, mientras que Ana era tranquila y pensativa, siempre dispuesta a encontrar soluciones a los problemas que se presentaban.

Ese día, decidieron llevar su pelota nueva a jugar. Era una hermosa pelota brillante, con todos los colores del arcoíris dibujados en su superficie. Desde el momento en que la vio, Ana se había enamorado de ella. «¡Mira cuántos colores tiene!», decía con una sonrisa de oreja a oreja. Carlos asintió, encantado de ver a su amiga tan feliz.

Jugaron durante horas, pasando la pelota de un lado a otro, riendo y corriendo de un extremo a otro del parque. Pero de repente, cuando Carlos trató de hacer una pirueta con la pelota, esta rodó y se fue lejos. «¡Allí va!» gritó Carlos, señalando hacia un arbusto que se encontraba al borde del parque. Ambos corrieron tras la pelota, pero al llegar, se dieron cuenta de que no estaba allí.

Estaban a punto de rendirse, cuando escucharon una voz tenue que dijo: «¿Me buscan a mí?» Sorprendidos, miraron hacia abajo y vieron a un pequeño duende que salía del arbusto. Tenía un sombrero puntiagudo y su piel era del color de las hojas en primavera. El duende sonrió y dijo: «Soy Rocco, y he visto su pelota. Cayeron en un problema, ¿verdad?»

«Sí,» respondió Ana un poco dubitativa. «Es una pelota muy especial y se fue volando. ¿Sabes dónde está?»

Rocco tiene una mirada sabia, como si conociera secretos del bosque. «La pelota ha perdido su arcoíris. Sin él, no podrá volver a ustedes», dijo. Carlos y Ana se miraron confundidos. «¿Perder el arcoíris? Pero, ¿cómo se puede perder algo así?», preguntó Carlos.

Rocco se sentó en una piedra y les explicó: «A veces, cuando los objetos están triste y sienten que no son valorados, sus colores se desvanecen. Una vez que pierden su arcoíris, se esconden, esperando que alguien les devuelva la alegría en su corazón.»

Ana, siempre muy empática, se sintió triste al escuchar eso. «¿Cómo podemos ayudarla a recuperar su arcoíris?», preguntó con determinación. «Debemos ayudarla a sentirse especial de nuevo», agregó Carlos pensativo. Rocco asintió, complacido por sus intenciones, y comenzó a narrarles lo que debían hacer.

«Lo primero que necesitan hacer es buscar a la Pelota en el Bosque de las Emociones. Allí, deben enfrentar diferentes situaciones que pondrán a prueba su amistad y su compasión. Así, al ayudar a los demás, podrán recuperar el arcoíris de su pelota», dijo Rocco.

Con el corazón lleno de esperanza, Carlos y Ana se dirigieron al Bosque de las Emociones. Apenas entraron, escucharon un grito. Era un pequeño pajarito que había caído de su nido. «¡Ayuda, por favor! No puedo volver a mi hogar», chirrió el pajarito asustado. Ana y Carlos se miraron y, sin pensarlo, decidieron ayudarlo.

Carlos subió a un árbol y, con mucho cuidado, colocó al pajarito de nuevo en su nido. «¡Gracias! ¡Eres muy valiente!» dijo el pajarito, mientras revoloteaba feliz. Ana sonrió, sintiendo que habían hecho algo bueno. «Puede que esto nos ayude a recuperar el arcoíris de la pelota», dijo ella con fe.

Continuaron su camino y se encontraron con un pequeño ciervo que estaba atrapado entre unas ramas. «Por favor, ayúdenme», suplicó. Sin dudarlo, ambos se acercaron y, con mucho cuidado, liberaron al ciervo. «Soy muy agradecido. Me han liberado de un gran problema», dijo el ciervo, y su gratitud iluminó el bosque, como si detrás de ellos se abrieran caminos de luz.

Ya habían pasado por varias situaciones en el bosque, ayudando a diferentes criaturas, y cada vez que lo hacían, sentían que algo especial crecía en sus corazones. De repente, vieron una luz brillante que salía de un claro. Cuando se acercaron, allí estaba su pelota, resplandeciente, pero sin sus colores.

«¿Cómo podemos devolverle su arcoíris?», preguntó Ana, un poco desilusionada. Rocco apareció nuevamente junto a ellos, sonriendo. «Su arcoíris está en sus corazones. Mientras ayudaban a los necesitados, compartieron amor y alegría. Esa chispa de bondad es lo que necesita su pelota», explicó.

Carlos y Ana se miraron y comprendieron que todo lo que habían hecho había sido por amor y amistad. Ana tomó la pelota con cariño y, al hacerlo, empezó a descubrir que empezaba a cambiar. De repente, un arcoíris brillante volvió a aparecer en la pelota, llenándola de luz y colores. «¡Lo hicimos!», gritaron al unísono.

Rocco sonrió y les dijo: «Recuerden, siempre que ayuden a los demás y actúen con bondad, llevarán el arcoíris en su corazón. Esa es la verdadera magia». Carlos y Ana se sintieron felices, no solo por haber recuperado su pelota, sino porque también habían aprendido el valor de la amistad y la empatía.

Regresaron al parque, donde todo parecía más brillante. Jugaron con su pelota durante el resto de la tarde, sabiendo que el arcoíris siempre estaría con ellos, siempre que eligieran ser amables y ayudar a quienes lo necesitaban. Desde aquel día, nunca olvidaron lo que aprendieron en el Bosque de las Emociones y siempre recordaron que, en el fondo, un pequeño acto de bondad puede crear un arcoíris inmenso en el mundo.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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