Había una vez, en un rincón del océano lleno de colores y vida, una tortuga marina llamada Delphy. Era una tortuga muy especial. Tenía una concha reluciente y unos ojos curiosos que siempre estaban en busca de nuevas aventuras. A menudo, Delphy nadaba junto a su amigo Nico, un delfín juguetón, y Crabby, un cangrejo sabio y simpático.
Delphy tenía algunas dificultades que hacían que sus días fueran un poco diferentes a los de sus amigos. A veces, cuando estaban explorando el arrecife de coral, Delphy se distraía fácilmente con los peces brillantes que pasaban nadando. Sus amigos notaron que, a menudo, la tortuga olvidaba lo que estaba haciendo y comenzaba algo nuevo sin terminar lo que había empezado.
Un día, Nico y Crabby estaban jugando a encontrar tesoros escondidos bajo las rocas. Nico le dijo a Delphy, «Vamos a buscar conchas especiales juntos.» Delphy asintió con entusiasmo y comenzaron la búsqueda. Pero no pasó mucho tiempo antes de que Delphy se distrajera con un grupo de medusas que nadaban cerca. Nico y Crabby se dieron cuenta de que Delphy estaba teniendo problemas para concentrarse.
«Delphy, ven aquí, necesitamos tu ayuda para encontrar las conchas,» dijo Crabby con paciencia. Pero Delphy parecía no escuchar, estaba fascinada con las medusas.
A veces, cuando estaban en medio de un juego, Delphy se levantaba y empezaba a nadar rápidamente sin una dirección clara. También le costaba esperar su turno y, sin querer, interrumpía a Nico y Crabby cuando estaban hablando.
Crabby, siendo un cangrejo muy sabio, decidió hablar con Delphy. «Delphy, notamos que a veces te cuesta prestar atención y seguir con lo que estamos haciendo. Queremos ayudarte.»
Delphy se sintió un poco triste. No quería molestar a sus amigos. «Lo siento, no sé por qué me pasa esto. Quiero ser como ustedes.»
Nico, que siempre estaba lleno de energía y positividad, dijo, «No te preocupes, Delphy. Todos tenemos cosas en las que necesitamos trabajar. Nosotros estamos aquí para ayudarte.»
Crabby propuso una idea. «¿Por qué no intentamos hacer las cosas de una manera diferente? Podemos buscar formas que te hagan sentir más cómoda y que te ayuden a concentrarte.»
A partir de ese día, Nico y Crabby comenzaron a hacer las actividades en pequeños pasos. En lugar de buscar muchas conchas a la vez, buscaban una a una. También le daban a Delphy pequeños recordatorios para que pudiera seguir el ritmo.
Un día, mientras exploraban una cueva submarina, encontraron un mapa antiguo que conducía a un tesoro escondido. «¡Esto es emocionante!» exclamó Nico. «Vamos a seguir el mapa y encontrar el tesoro.»
Delphy estaba muy emocionada, pero también un poco preocupada. «¿Y si me distraigo y los retraso?»
«Todo estará bien,» dijo Crabby con una sonrisa. «Iremos despacio y trabajaremos juntos.»
Mientras seguían el mapa, se encontraron con varios desafíos. Tenían que atravesar una corriente fuerte y evitar a un grupo de peces traviesos que les lanzaban burbujas. Delphy, con la ayuda de sus amigos, logró concentrarse en cada tarea. Nico y Crabby la animaban constantemente y le recordaban que iba bien.
Finalmente, llegaron al lugar marcado en el mapa. Bajo una roca grande, encontraron un cofre lleno de conchas brillantes y perlas. «¡Lo logramos!» gritaron todos juntos.
Delphy se sintió muy orgullosa. «Gracias por ayudarme y por ser pacientes conmigo,» dijo con gratitud.
«Siempre estaremos aquí para ti, Delphy,» respondió Nico. «Eres parte de nuestro equipo, y cada uno de nosotros es importante.»
Con el tiempo, Delphy aprendió a manejar sus dificultades con la ayuda de sus amigos. Descubrió que podía hacer grandes cosas si se tomaba el tiempo necesario y contaba con el apoyo adecuado. Sus aventuras con Nico y Crabby se volvieron más emocionantes y llenas de descubrimientos.
Aprendieron que todos tienen algo único que ofrecer y que, con paciencia y comprensión, podían superar cualquier desafío juntos. La amistad y la cooperación eran sus mayores tesoros, más valiosos que cualquier cofre de perlas.
Y así, Delphy, Nico y Crabby siguieron explorando el maravilloso océano, enfrentando nuevas aventuras cada día, siempre juntos, siempre apoyándose unos a otros.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.