Cuentos de Valores

La unión de Rosa, María y Sara

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un pequeño pueblo rodeado de montañas y prados verdes, vivían tres niñas: Rosa, María y Sara. Aunque sus casas estaban cercanas y todas asistían a la misma escuela, las tres eran muy diferentes entre sí. Rosa era tranquila y reservada, a menudo prefería leer libros en el jardín bajo la sombra de los árboles. María, en cambio, era energética y alegre, siempre corriendo por las colinas y jugando con sus amigos. Sara, la más callada de todas, tenía un gran amor por los animales y pasaba gran parte de su tiempo cuidando a las aves y los gatos del pueblo.

A pesar de sus diferencias, las tres niñas tenían algo en común: soñaban con un mundo lleno de paz. En el pueblo, a veces ocurrían pequeñas discusiones entre los vecinos o desacuerdos en la escuela, lo que hacía que el ambiente no siempre fuera armonioso. A Rosa, María y Sara no les gustaba ver a las personas pelear, y aunque no lo decían en voz alta, cada una deseaba encontrar una manera de traer paz a su comunidad.

Un día, mientras las niñas caminaban por el prado que separaba sus casas, decidieron sentarse juntas bajo un gran roble. El sol brillaba suavemente y una brisa cálida movía las flores del campo. Fue en ese momento cuando María, con su habitual entusiasmo, sugirió algo.

—¿Y si encontramos una manera de traer paz a nuestro pueblo? —dijo con una sonrisa—. Estoy segura de que si trabajamos juntas, podemos hacer que todos se lleven bien.

Rosa la miró, intrigada por la idea, pero algo escéptica.

—Es una buena idea, María, pero ¿cómo podríamos hacerlo? Las personas discuten por cosas muy pequeñas, y a veces parece que no quieren escuchar razones.

Sara, quien había estado escuchando en silencio, finalmente habló.

—Creo que la paz no se trata solo de resolver peleas, sino de hacer que las personas se sientan unidas, que comprendan que somos más fuertes si estamos juntos.

Las palabras de Sara resonaron en las otras dos. En ese momento, se dieron cuenta de que la unión podría ser la clave para lograr la paz que tanto deseaban.

—¡Eso es! —exclamó María emocionada—. Si logramos que todos se den cuenta de que trabajar juntos es mejor que discutir, tal vez podamos cambiar las cosas.

Y así, las tres amigas comenzaron a planear. Decidieron que organizarían una gran reunión en el pueblo, donde invitarían a todos los vecinos para compartir una tarde de actividades y juegos. Querían crear un ambiente donde todos se sintieran conectados, donde las personas pudieran verse como compañeros, no como rivales.

Durante las siguientes semanas, Rosa, María y Sara se dedicaron a invitar a cada vecino, uno por uno. Cada vez que se acercaban a una casa, explicaban su plan y el objetivo de la reunión: fortalecer la unión y promover la paz.

Al principio, algunas personas eran escépticas. «¿Cómo podría una simple reunión cambiar algo?», se preguntaban. Pero las niñas no se desanimaron. Sabían que si lograban reunir a todos en un mismo lugar, podrían comenzar a construir algo hermoso.

Finalmente, llegó el día de la gran reunión. El prado cerca del pueblo estaba lleno de mesas, juegos y flores que las niñas habían recogido para la ocasión. Poco a poco, los vecinos comenzaron a llegar. Al principio, se mantenían en pequeños grupos, cada uno con sus amigos más cercanos. Pero a medida que las actividades comenzaban, las barreras empezaron a caer.

Organizaron carreras de sacos, juegos de cuerda y otras actividades donde las personas tenían que colaborar entre sí para ganar. Algo mágico comenzó a suceder: los vecinos, que normalmente no hablaban entre ellos, empezaron a reír y a trabajar en equipo. Los desacuerdos que alguna vez parecían tan importantes se desvanecieron entre risas y sonrisas.

Rosa, María y Sara observaban con alegría desde un rincón del prado. Su plan estaba funcionando. Pero entonces, algo inesperado sucedió.

Justo cuando todo parecía perfecto, un pequeño malentendido estalló entre dos familias del pueblo. El ambiente, que había sido tan alegre, comenzó a volverse tenso. Las dos familias comenzaron a discutir, y parecía que todo el esfuerzo de las niñas se desmoronaría.

María, sin pensarlo dos veces, corrió hacia las familias. Con su voz clara y firme, habló con ambas partes.

—¡Esperen! —dijo—. Estamos aquí para unirnos, no para pelear. Todos cometemos errores, pero si seguimos discutiendo, no lograremos nada. Tenemos que recordar que estamos juntos en esto.

Rosa y Sara se unieron a María, apoyándola en su mensaje de paz. Poco a poco, las palabras de las niñas calmaron los ánimos. Las dos familias, que al principio estaban molestas, comenzaron a hablar con más calma, entendiendo que la discusión no valía la pena.

La tarde continuó con alegría, y cuando el sol comenzó a ponerse, los vecinos se despidieron agradecidos. Muchas personas se acercaron a las niñas para felicitarlas por su valentía y su idea de unir al pueblo.

—Han hecho algo maravilloso hoy —dijo uno de los vecinos—. Nos han recordado que, aunque somos diferentes, somos más fuertes cuando estamos juntos.

Al final del día, Rosa, María y Sara se sentaron juntas bajo el gran roble, observando cómo el sol desaparecía tras las montañas.

—Lo logramos —dijo Rosa con una sonrisa tranquila—. No fue fácil, pero lo hicimos.

—Y no lo hicimos solas —agregó Sara—. Fue la unión de todos lo que trajo la paz.

—Sí, porque cuando trabajamos juntos, podemos superar cualquier cosa —concluyó María con su habitual entusiasmo.

Y así, las tres amigas aprendieron una valiosa lección: la paz no siempre es fácil de lograr, pero con esfuerzo, comprensión y, sobre todo, unidad, es posible. Desde ese día, el pueblo se convirtió en un lugar más armonioso, donde las personas recordaban que, más allá de sus diferencias, eran parte de algo más grande: una comunidad unida por la paz.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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