Había una vez una niña llamada Pepa que vivía en un lugar muy bonito y limpio. En ese lugar, los árboles estaban llenos de flores y frutas de colores brillantes. El sol salía siempre radiante, y con sus rayos cálidos calentaba el agua, las plantas y la tierra. A Pepa le encantaba jugar con sus amigos todos los días. Sus amigos se llamaban Amigo, Amiga y Amiga.
Cada mañana, Pepa se levantaba con una gran sonrisa, ansiosa por salir a jugar con sus amigos. Corrían por el prado, trepaban a los árboles y jugaban a esconderse entre los arbustos. Era un lugar maravilloso para vivir y jugar. Sin embargo, Pepa y sus amigos no sabían cuidar bien de la creación de Dios. Sin darse cuenta, tiraban basura al agua, arrancaban las plantas y dejaban papeles y cáscaras por el suelo.
Un día, Pepa se levantó y, al salir de su casa, se llevó una gran sorpresa. Todo estaba sucio. Los árboles ya no tenían hojas verdes, el prado estaba lleno de basura y en el agua ya no había pececitos nadando alegremente. Pepa no podía creer lo que veía. Corrió a buscar a sus amigos para mostrarles lo que había pasado.
Amigo, Amiga y Amiga también se sorprendieron al ver lo sucio que estaba todo. Se sentaron juntos a pensar qué podían hacer. Mientras estaban ahí, un pequeño pajarito se posó en una rama cercana y les dijo: «Si no aprenden a cuidar la creación de Dios, nos vamos a ir para siempre».
Los niños miraron al pajarito con preocupación. No querían que los animales se fueran ni que su hermoso lugar se destruyera. Decidieron que debían hacer algo de inmediato para limpiar todo y cuidar la creación de Dios.
Pepita tuvo una idea. «Vamos a empezar por recoger toda la basura que encontramos», dijo. Sus amigos estuvieron de acuerdo, y todos comenzaron a recoger papeles, cáscaras y cualquier otra cosa que encontraban en el suelo. Trabajaron juntos durante horas, sin parar, hasta que lograron recoger toda la basura. Luego, la llevaron a un lugar especial donde se reciclaría.
Después de limpiar, se dieron cuenta de que los árboles también necesitaban ayuda. Amigo sugirió que plantaran nuevas flores y cuidaran las plantas que aún quedaban. Con mucho cuidado, comenzaron a plantar semillas y a regar las plantas que todavía estaban vivas. Amiga trajo un poco de abono para que las plantas crecieran fuertes y sanas.
Mientras trabajaban, el pajarito los observaba desde su rama. «Muy bien, niños», dijo el pajarito. «Están haciendo un gran trabajo. Recuerden siempre cuidar la creación de Dios».
Los niños prometieron que nunca más tirarían basura ni arrancarían plantas. También decidieron que enseñarían a otros niños y a los adultos de su comunidad a cuidar el medio ambiente. Así, todos podrían disfrutar de un lugar bonito y limpio.
Con el tiempo, los árboles comenzaron a recuperar sus hojas verdes y las flores a crecer de nuevo. El agua del río se volvió clara y los pececitos regresaron a nadar en ella. Pepa, Amigo, Amiga y Amiga estaban muy felices de ver cómo todo volvía a ser hermoso.
Un día, mientras descansaban bajo la sombra de un árbol que habían plantado, Pepa dijo: «Estoy muy orgullosa de lo que hemos logrado. Hemos aprendido una lección muy importante sobre cómo cuidar la creación de Dios».
Amigo, siempre con una sonrisa, añadió: «Y lo más importante es que lo hicimos juntos».
Amiga, mirando a su alrededor, dijo: «Es maravilloso ver cómo todo vuelve a la vida cuando lo cuidamos».
El pajarito, que los había estado observando todo este tiempo, se posó cerca de ellos y dijo: «Nunca olviden lo que han aprendido. La naturaleza es un regalo de Dios y debemos cuidarla siempre».
Los niños asintieron con la cabeza, prometiendo recordar siempre esa lección. Sabían que su responsabilidad era grande, pero también sabían que juntos podían hacer grandes cosas.
Y así, Pepa y sus amigos no solo aprendieron a cuidar la creación de Dios, sino que también se convirtieron en un ejemplo para toda su comunidad. Su historia se contó a otros niños, enseñándoles la importancia de cuidar y respetar el medio ambiente.
Desde ese día, cada vez que Pepa y sus amigos jugaban, siempre recordaban recoger cualquier basura que encontraran y cuidar de las plantas y animales a su alrededor. Sabían que, al hacerlo, estaban honrando la creación de Dios y asegurando un mundo mejor para todos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Pepa, Amigo, Amiga y Amiga siguieron jugando felices, sabiendo que estaban haciendo lo correcto. Y cada día, el sol brillaba más radiante, agradecido por tener amigos tan buenos que cuidaban del hermoso lugar donde vivían.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.