En un tranquilo pueblo donde los días transcurrían entre juegos y risas, vivía una niña de 8 años llamada Silvana. Con una imaginación desbordante y un corazón lleno de ternura, Silvana tenía un sueño claro desde que era muy pequeña: quería ser enfermera.
Desde su habitación llena de peluches y muñecos, Silvana convertía su cama en un pequeño hospital. Cuidaba de sus pacientes de tela con un amor inmenso, tomándoles la temperatura, abrigándolos si «tenían frío» y dándoles «medicaciones» hechas de bolitas de papel. Para Silvana, cada muñeco era un amigo que necesitaba su ayuda.
Un día, en el colegio, el profesor Javier preguntó a los niños qué querían ser de mayores. Melissa soñaba con ser profesora, Lia quería ser bailarina, y cuando llegó el turno de Silvana, ella exclamó con orgullo: «¡Yo quiero ser enfermera!» Cada niño compartió su sueño, llenando la clase de futuros sueños y esperanzas.
Al día siguiente, Silvana descubrió que Coco, su querido perro, tenía una herida en la patita. Preocupada, preguntó a su mamá, quien era auxiliar en un hospital, cómo podrían curarla. «Primero tenemos que llevarle al veterinario y él nos dirá qué hacer», respondió su mamá.
Rápidamente, Silvana tomó la correa y juntas llevaron a Coco al veterinario. En la sala de espera, la impaciencia y la curiosidad invadían a Silvana. Finalmente, pasaron a la consulta y allí, Silvana se fijó en un extraño aparato que el veterinario llevaba en el bolsillo. «¿Qué es eso, doctor?», preguntó con curiosidad. El veterinario, con una sonrisa, le explicó que era un fonendoscopio, usado para escuchar el corazón. «¿Quieres escuchar el corazón de Coco?», preguntó. Silvana, emocionada, aceptó la oferta.
Mientras escuchaba el latido fuerte y sano de Coco, Silvana se llenó de fascinación. Luego, el veterinario le enseñó cómo curar la herida de Coco, paso a paso: limpiar con suero fisiológico y aplicar una pomada para la cicatrización, seguido de una venda. Silvana ayudó en cada paso, sintiéndose como una verdadera enfermera.
Al regresar al colegio, Silvana contó con entusiasmo a sus compañeros y al profesor Javier sobre su experiencia. Explicó cómo había ayudado a curar a Coco y lo emocionante que había sido escuchar su corazón. Sus ojos brillaban de alegría mientras relataba cada detalle.
Inspirada por su visita al veterinario, Silvana le pidió a su mamá un disfraz de enfermera. Quería estar preparada para cuidar de todos en casa, asegurándose de que nadie se enfermara. Con su nuevo disfraz, Silvana se sentía aún más cerca de su sueño.
Los días pasaban y Silvana seguía cuidando de Coco, de sus muñecos, e incluso de sus amigos cuando se lastimaban jugando. Todos en el pueblo sabían de la pequeña Silvana y su gran corazón.
Con el tiempo, Silvana creció, pero su sueño nunca cambió. Siguió su pasión y estudió para ser enfermera, recordando siempre esos días jugando y aprendiendo con Coco y su familia. Se convirtió en una enfermera dedicada, siempre dispuesta a ayudar y cuidar de los demás, tanto personas como animales.
La historia de Silvana nos enseña que los sueños, por más pequeños que parezcan, pueden ser el comienzo de algo grande. Nos muestra que con amor, dedicación y aprendizaje, podemos alcanzar nuestras metas y hacer del mundo un lugar mejor.
Y así, Silvana, la niña que soñaba con ser enfermera, se convirtió en un ejemplo de bondad y cuidado, demostrando que los sueños de la infancia pueden convertirse en una hermosa realidad.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.