Cuentos de Valores

Un patito solitario encuentra su hogar con amor y cariño

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez un patito llamado Patito que vivía solo en un pequeño lago. Era un patito muy simpático, de color amarillo brillante, y siempre tenía una sonrisa en su rostro. Sin embargo, a pesar de su alegría, Patito se sentía muy solo. Todos los días, nadaba por el lago y veía a los otros animales jugar y divertirse. Había patos que chapoteaban, ranas que brincaban y peces que nadaban en grupo. Patito quería unirse a ellos, pero no sabía cómo acercarse.

Un día, mientras Patito nadaba, decidió que debía hacer algo para encontrar un amigo. Se acercó a la orilla, donde vio a una pequeña rana llamada Rita. Ella estaba sentada sobre una hoja, disfrutando del cálido sol. Patito se acercó con mucha ilusión.

—Hola, Rita. ¿Te gustaría jugar conmigo? —preguntó Patito con su voz suave.

Rita miró a Patito y sonrió. Pero de repente, ella se sintió un poco tímida y dijo:

—Lo siento, Patito. Pero yo estoy muy ocupada contando las nubes en el cielo.

Patito sintió un pequeño golpe en su corazón, pero no se rindió. Pensó que tal vez podría encontrar otra amiga, así que decidió continuar su camino. Caminó un poco más por la orilla del lago y, de repente, escuchó un suave murmullo. Se acercó y vio a un grupo de peces nadando en círculo.

—¡Hola, amigos! —gritó Patito, moviendo sus pequeñas alas.

Uno de los peces, un pez dorado llamado Pipo, levantó la vista y dijo:

—Hola, Patito. Estamos jugando a las escondidas. Pero no puedes jugar con nosotros, porque eres un patito y nosotros somos peces.

Patito sintió que su corazón se hundía un poco más. Se dio cuenta de que, a veces, las diferencias podían hacer que todos se sintieran un poco solos. Sin embargo, estaba decidido a seguir buscando un amigo y a no dejar que los demás lo desalentarán.

Entonces, Patito decidió dar una vuelta por el lago y explorar un poco más. Nadó hacia el otro lado y, allí, encontró un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores. Había mariposas volando, y el aire olía a dulce y fresco. En medio del jardín, vio a una pequeña tortuga llamada Tula que estaba intentando alcanzar una flor naranja brillante.

—¡Hola, Tula! —dijo Patito, moviendo su cola.

Tula levantó la mirada y sonrió a Patito, pero se veía un poco preocupada.

—Hola, Patito. Quiero alcanzar esa flor, pero no puedo, porque soy muy lenta —dijo Tula con un suspiro.

Patito, al ver a Tula triste, sintió que debía ayudarla.

—No te preocupes, yo puedo ayudarte. ¡Vamos a alcanzarla juntos! —dijo Patito con entusiasmo.

Tula se llenó de esperanza. Patito nadó rápidamente hacia la flor y la alcanzó. Con su pequeño pico, la pluckó y la llevó suavemente a Tula.

—¡Aquí tienes! —dijo Patito, entregándole la flor.

La tortuga sonrió feliz y, por primera vez, se sintió agradecida.

—¡Gracias, Patito! Eres muy amable. ¿Te gustaría ser mi amigo? —preguntó Tula con alegría.

El corazón de Patito se llenó de alegría. ¡Por fin había encontrado a alguien con quien compartir su tiempo!

—¡Sí, me encantaría ser tu amigo! —respondió Patito emocionado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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