Cuentos de Amistad

Alicia y el Valor de la Educación

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un pequeño pueblo de México, vivía una niña llamada Alicia. Alicia tenía once años, el cabello largo y oscuro, y unos ojos llenos de curiosidad. Su vida no era fácil, pues su padre, don Ramón, creía que la educación no era importante para las niñas. En lugar de ir a la escuela, Alicia pasaba sus días vendiendo dulces en las calles del pueblo para ayudar con los gastos de la casa, mientras su padre buscaba trabajo.

A pesar de sus responsabilidades, Alicia tenía un sueño: ir a la escuela. Todos los días, al mediodía, cuando las ventas de dulces disminuían, Alicia se sentaba en una barda baja frente a la escuela del pueblo. Desde allí, podía escuchar a los maestros dando clase y ver a los otros niños jugar en el patio. A veces, cerraba los ojos y se imaginaba dentro del aula, participando en las lecciones, leyendo libros y haciendo amigos.

Un día, mientras escuchaba atentamente a la maestra hablar sobre los derechos de los niños, uno de los estudiantes, su amigo Juan, la vio y se acercó durante el recreo. «Hola, Alicia,» dijo Juan con una sonrisa. «¿Por qué no estás en la escuela con nosotros?»

Alicia bajó la mirada, un poco avergonzada. «Mi papá dice que la escuela no sirve para las niñas. Tengo que vender dulces para ayudar en casa.»

Juan frunció el ceño. «Pero en la clase de hoy, la maestra nos dijo que todos los niños tienen derecho a ir a la escuela. Eso incluye a las niñas también.»

Alicia sintió una chispa de esperanza en su corazón. «¿De verdad?»

«Sí,» afirmó Juan. «Deberías hablar con la maestra sobre esto.»

Esa tarde, cuando Alicia regresó a casa, reunió el valor para hablar con su padre. «Papá, hoy escuché que todos los niños tienen derecho a ir a la escuela, incluso las niñas. ¿Podría ir yo también?»

Don Ramón, cansado y frustrado por su día de búsqueda de empleo, no quiso escuchar. «¡No digas tonterías, Alicia! Necesitamos el dinero que ganas vendiendo dulces. La escuela no te dará de comer.»

Alicia trató de insistir, pero su padre perdió la paciencia y le dio un regaño severo. Desanimada, Alicia fue a su habitación, tratando de no llorar. Al día siguiente, cuando sus amigos de la escuela le preguntaron qué había pasado, les contó lo sucedido. Los niños, preocupados por Alicia, decidieron hablar con su maestro, el señor Morales.

El señor Morales, un hombre amable y dedicado, escuchó con atención la historia de Alicia. «Esto no está bien,» dijo con firmeza. «Alicia tiene tanto derecho a la educación como cualquier otro niño.»

Decidido a ayudar, el señor Morales fue a la casa de Alicia esa misma tarde. Tocó la puerta y don Ramón salió a recibirlo. «Buenas tardes, don Ramón,» saludó el maestro. «Soy el señor Morales, el maestro de la escuela. Quisiera hablar con usted sobre Alicia.»

Don Ramón lo miró con recelo. «¿Qué pasa con mi hija?»

«Los niños me han contado que Alicia quiere ir a la escuela, pero usted no se lo permite. Quisiera explicarle la importancia de la educación para todos los niños, incluyendo las niñas. La educación abre puertas y ofrece oportunidades para un futuro mejor.»

Pero don Ramón, endurecido por las dificultades de la vida, no quiso escuchar. «No necesito que nadie me diga cómo criar a mi hija. Ella tiene responsabilidades en casa.»

El señor Morales intentó razonar, pero don Ramón cerró la puerta, enojado. Alicia, que había estado escuchando desde su cuarto, sintió una profunda tristeza. Sin embargo, el señor Morales no se dio por vencido. Sabía que necesitaba más apoyo para ayudar a Alicia.

Al día siguiente, el maestro contactó a la psicóloga de la escuela, la señora Martínez, y a un abogado de la comunidad, el licenciado Hernández. Les contó la situación de Alicia y juntos idearon un plan para ayudarla. Decidieron visitar nuevamente a don Ramón, esta vez con un enfoque más completo.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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