Cuentos de Aventura

El Pícnic de Marta y su Abuelito Pedro

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Era una mañana soleada y alegre cuando Marta y su abuelito Pedro decidieron ir de pícnic. Marta tenía solo cuatro años, pero estaba llena de energía y emoción por la aventura que les esperaba. Su abuelito Pedro, con su cabello blanco y su sonrisa cálida, siempre tenía las mejores ideas para pasar el día.

«Vamos, Marta, tenemos mucho que empacar para nuestro pícnic,» dijo Pedro mientras ponía su sombrero de paja y se ajustaba sus gafas. Marta, con su vestido amarillo favorito, saltaba de alegría alrededor de la mesa de la cocina.

«Sí, abuelito, ¡quiero llevar muchas cosas ricas!» exclamó Marta con una gran sonrisa.

Juntos, comenzaron a preparar la canasta de pícnic. Pedro puso una manta a cuadros en el fondo y luego comenzaron a llenar la canasta con sándwiches, frutas, galletas y una jarra de limonada fresca. Marta ayudaba poniendo las manzanas y naranjas en la canasta, asegurándose de que todo estuviera perfecto.

«¡Listo! Creo que tenemos todo lo que necesitamos,» dijo Pedro, cerrando la canasta. «Ahora, vamos a nuestro lugar especial.»

Tomados de la mano, salieron de la casa y caminaron hacia el campo cercano. El camino estaba lleno de flores de colores y mariposas revoloteando. Marta no podía dejar de mirar a su alrededor, maravillada por la belleza de la naturaleza.

«Abuelito, mira esa mariposa, ¡es tan bonita!» dijo Marta, señalando una mariposa azul que se posó en una flor cercana.

«Sí, Marta, la naturaleza es realmente maravillosa,» respondió Pedro con una sonrisa.

Finalmente, llegaron a su lugar especial: un gran árbol con una sombra refrescante junto a un pequeño arroyo que corría suavemente. Pedro extendió la manta a cuadros en el suelo y colocó la canasta en el centro.

«Vamos a sentarnos y disfrutar de nuestro pícnic,» dijo Pedro, invitando a Marta a sentarse a su lado.

Abrieron la canasta y comenzaron a disfrutar de las deliciosas comidas que habían traído. Marta mordió una manzana jugosa mientras Pedro servía la limonada en unos vasos de plástico.

«Abuelito, este es el mejor pícnic del mundo,» dijo Marta con una gran sonrisa, su boca llena de manzana.

Pedro rió y le dio un abrazo. «Me alegra que te guste, Marta. Siempre es especial pasar tiempo contigo.»

Después de comer, Marta y Pedro decidieron explorar los alrededores. Marta tomó su linterna de juguete, un regalo que le había hecho su abuelito, y comenzaron a caminar por el borde del arroyo. El agua era clara y fresca, y podían ver pequeños peces nadando.

«Abuelito, mira esos peces. ¿Podemos atraparlos?» preguntó Marta, emocionada.

«Podemos intentar, pero debemos ser muy cuidadosos y devolverlos al agua después,» respondió Pedro.

Con mucho cuidado, Marta y Pedro lograron atrapar algunos peces pequeños con sus manos y luego los devolvieron al arroyo, riendo cada vez que un pez se escapaba de sus dedos.

Después de un rato, se sentaron en la orilla del arroyo y Pedro sacó una pequeña libreta de su bolsillo.

«Marta, ¿quieres que te cuente una historia?» preguntó Pedro.

«¡Sí, abuelito, por favor!» exclamó Marta, abrazando sus rodillas y mirando a su abuelo con expectación.

Pedro abrió la libreta y comenzó a contar una historia sobre un pequeño conejo llamado Timmy que vivía en un bosque mágico. Timmy, al igual que Marta, amaba las aventuras y siempre estaba buscando nuevos amigos y lugares para explorar.

«Un día, Timmy encontró una cueva secreta en el bosque,» narró Pedro. «Dentro de la cueva, había un tesoro escondido por los antiguos habitantes del bosque. Pero Timmy no estaba solo. Unos mapaches traviesos también querían el tesoro.»

Marta escuchaba atentamente, imaginando cada detalle en su mente. «¿Y qué hizo Timmy, abuelito?»

«Timmy tuvo que usar su ingenio y valentía para superar los desafíos que los mapaches le pusieron. Al final, compartió el tesoro con todos los animales del bosque, porque entendió que la verdadera riqueza está en la amistad y la generosidad,» concluyó Pedro.

«Me gusta mucho esa historia, abuelito. Timmy es muy valiente,» dijo Marta, mirando a su abuelo con admiración.

«Y tú también eres muy valiente, Marta. Siempre recuerda que la aventura más grande es ser amable y compartir con los demás,» dijo Pedro, dándole un beso en la frente.

Pasaron el resto de la tarde jugando y explorando, disfrutando de la belleza de la naturaleza y la compañía mutua. Cuando el sol comenzó a ponerse, Pedro y Marta empacaron sus cosas y regresaron a casa, cansados pero felices.

Esa noche, antes de dormir, Marta abrazó a su abuelo y le dijo: «Abuelito, hoy fue el mejor día de todos. Gracias por llevarme de pícnic.»

«Siempre es un placer, mi pequeña exploradora. Te quiero mucho,» respondió Pedro, dándole un último abrazo antes de que Marta se quedara dormida.

Y así, Marta y su abuelito Pedro vivieron muchas más aventuras juntos, cada una más maravillosa que la anterior. Siempre recordaron ese día de pícnic como un momento especial en sus corazones, lleno de amor, risas y la magia de la naturaleza.

La historia de Marta y su abuelito Pedro nos enseña que las aventuras más grandiosas no siempre están en lugares lejanos, sino en los momentos compartidos con nuestros seres queridos. La verdadera magia está en el amor y la bondad que damos y recibimos, y cada día puede ser una nueva aventura si lo vivimos con alegría y curiosidad.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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