Amigos de Colores

En el corazón de un alegre parque, lleno de risas infantiles y el cantar de los pájaros, vivían tres pequeños perritos: Blue, Bella y Julen. A primera vista, parecían tener vidas felices, correteando entre los columpios y deslizándose por los toboganes. Pero, entre ellos, Blue guardaba en su interior un mundo muy diferente.

Blue era un perrito de pelaje gris, con unos ojos que reflejaban la profundidad de un cielo antes de llover. A diferencia de sus compañeros, Bella y Julen, quienes lucían un pelaje blanco como la nieve y tenían un espíritu libre e inquebrantable, Blue se encontraba a menudo solo, jugando con su pelota roja en una esquina del parque. No es que no quisiera jugar con los demás, pero algo en su interior lo hacía sentir distinto, como si un invisible muro lo separara del mundo.

Bella y Julen, por su parte, eran inseparables. Siempre se les veía juntos, compartiendo juegos y aventuras, pero había algo que los preocupaba profundamente: la soledad de Blue. Día tras día, intentaban acercarse a él, invitarlo a jugar, pero Blue, sumergido en su propio mundo, parecía no notar sus esfuerzos.

«¿Por qué Blue no quiere jugar con nosotros?», preguntaba Bella, con una mezcla de tristeza y curiosidad.

«Quizás simplemente necesita tiempo», respondía Julen, siempre esperanzado.

Lo que Bella y Julen no sabían era que Blue enfrentaba desafíos que ellos no podían ver. Blue tenía TEA (Trastorno del Espectro Autista), lo que hacía que procesara el mundo que lo rodeaba de una manera especial. Los ruidos fuertes, los cambios inesperados y las multitudes podían hacerlo sentir abrumado y ansioso, razón por la cual prefería la soledad de su juego en solitario.

Pero un día, todo cambió. Mientras Blue jugaba con su pelota roja, esta rodó accidentalmente hacia donde estaban Bella y Julen. Con un gesto de valentía, se acercó a ellos para recuperarla, esperando poder volver rápidamente a su rincón.

«¡Blue! ¿Quieres jugar con nosotros?», preguntó Bella con una sonrisa acogedora.

Al principio, Blue se sintió nervioso, pero algo en la forma en que Bella y Julen lo miraban, con una genuina calidez y sin un ápice de juicio, lo hizo sentirse seguro. Asintió levemente, y así, comenzó una nueva aventura.

Jugando juntos, descubrieron que la diversión se multiplicaba. Bella y Julen aprendieron a adaptar los juegos para que Blue se sintiera cómodo. Evitaban los juegos demasiado ruidosos y siempre le daban espacio cuando lo necesitaba. Blue, por su parte, comenzó a sentirse cada vez más parte del grupo, riendo y compartiendo como nunca antes lo había hecho.