En un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y cielos azules, vivía un niño llamado Carlos Díaz. Carlos era un niño alegre y lleno de energía que amaba jugar al fútbol en el parque cerca de su casa. Pero lo que hacía especial a Carlos no era solo su habilidad con el balón, sino su mejor amiga: una paloma blanca llamada Paloma.
Carlos y Paloma se conocieron un día soleado mientras Carlos jugaba al fútbol solo. La paloma, curiosa y juguetona, empezó a picotear el balón, y pronto estaban jugando juntos, pasando el balón de uno a otro. Desde ese día, Paloma seguía a Carlos a todas partes, y se convirtieron en amigos inseparables.
A medida que Carlos crecía, su sueño de ser soldado se hacía más fuerte. Siempre había admirado a los valientes que defendían su país, y quería ser como ellos. Así que, cuando creció, se enlistó en el ejército y fue llamado a servir lejos de casa, en la guerra de las Malvinas.
La mañana que Carlos debía partir, mientras hacía su maleta, encontró a Paloma esperándolo en la ventana. Sabiendo que necesitaría el apoyo de su amiga más que nunca, decidió llevarla consigo. Juntos, subieron al tren que los llevaría lejos de su hogar, hacia una aventura incierta.
La guerra fue dura y solitaria para Carlos. Los días eran largos y fríos, y la tristeza de estar lejos de casa pesaba sobre su corazón. Pero cada vez que se sentía solo, Paloma estaba allí. Ella se posaba en su hombro, cooing softly, recordándole los días felices jugando al fútbol en el parque.
Paloma no solo era una compañía para Carlos, sino también un símbolo de paz en medio del caos de la guerra. Su presencia recordaba a Carlos y a sus compañeros la importancia de la esperanza y la amistad. Con Paloma a su lado, Carlos encontraba la fuerza para seguir adelante cada día.
Después de setenta y cuatro largos días, la guerra terminó, y Carlos, junto con Paloma, regresó a casa. Al llegar, lo esperaban sus tres hijos y su esposa, quienes habían rezado cada día por su seguridad. Fue un reencuentro lleno de lágrimas y sonrisas, y Paloma, volando sobre ellos, parecía celebrar la paz y la alegría del momento.
De vuelta en su hogar, Carlos compartió con su familia las historias de cómo Paloma le había ayudado a sobrellevar la guerra. Decidieron que Paloma viviría con ellos, como un miembro más de la familia. Y así fue como Paloma pasó el resto de sus días, rodeada de amor y cuidado en la familia Díaz.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.