En un rincón colorido de la selva, donde los árboles eran tan altos que casi tocaban el cielo y las flores tenían colores brillantes, vivían cuatro amigos muy especiales: Dofi el Indio, Iloy el Loro, Lafe el Elefante y Mochi el Ratón. Estos amigos pasaban sus días explorando, jugando y compartiendo momentos de alegría. Cada uno de ellos tenía algo único que aportar al grupo. Dofi era un gran contador de historias, Iloy tenía la mejor vista de toda la selva y podía hablar muchos idiomas, Lafe era el más fuerte y siempre estaba dispuesto a ayudar, y Mochi, aunque pequeño, tenía un gran corazón y siempre encontraba formas ingeniosas de resolver problemas.
Un día, mientras jugaban cerca de un río reluciente, Dofi encontró algo brillante entre las rocas. Era un dado, pero no un dado ordinario. Este dado tenía colores vivos y extraños símbolos en sus caras, como estrellas, corazones y árboles. «¡Miren lo que encontré!» gritó Dofi emocionado. Sus amigos se acercaron curiosos. «¿Qué es eso?» preguntó Mochi, mirando al dado con ojos grandes.
«No lo sé, pero parece mágico», contestó Dofi. «¡Deberíamos lanzarlo y ver qué pasa!» dijo Iloy, moviendo sus alas con entusiasmo. «¡Sí! Hagámoslo!» exclamó Lafe, levantando su trompa en señal de aprobación.
Dofi, lleno de emoción, lanzó el dado al aire. Caió en el suelo y, para sorpresa de todos, empezó a brillar intensamente. De repente, una suave luz se envolvió alrededor de los cuatro amigos, llevándolos a un lugar desconocido. Cuando la luz se desvaneció, se encontraron en un hermoso prado lleno de flores que nunca habían visto antes y un cielo azul muy brillante.
«¡Wow! ¿Dónde estamos?» preguntó Mochi, mirando a su alrededor. «No lo sé, pero este lugar es precioso», respondió Lafe, sonriendo. Justo en ese momento, una nueva figura apareció entre las flores. Era una pequeña tortuga llamada Tula, que caminaba lentamente, pero con una sonrisa en su rostro. «¡Hola! Bienvenidos al Jardín de la Amistad», dijo Tula con dulzura. «Aquí en este jardín, cada vez que se lanza el dado mágico, se puede aprender el valor de la amistad de una manera especial».
«¿Vales de la amistad?» preguntó Dofi, intrigado. «Así es», contestó Tula. «El dado tiene el poder de enseñaros lo importante que es ayudarse unos a otros y ser buenos amigos».
Mochi dio un salto de alegría. «¡Eso suena divertido! ¿Qué tenemos que hacer?» Tula sonrió con calidez. «Cada uno de vosotros deberá lanzar el dado y seguir la aventura que salga. Al final, aprenderéis algo nuevo sobre la amistad».
Emocionados, los amigos se agruparon y Dofi fue el primero en lanzar el dado. Al caer, la cara que salió era un corazón brillante. «¡He salido un corazón! ¿Qué significa eso?» preguntó Dofi, emocionado. «Significa que tendrás que ayudar a un amigo que lo necesite», explicó Tula. «Así que preparaos porque la aventura empieza ahora».
Dofi miró a sus amigos y les dijo: «Voy a buscar a alguien que necesite ayuda». Así que se despidió y se adentró en el jardín. Mientras paseaba, encontró a una pequeña ave atrapada en una red. «¡Oh no! ¿Cómo te llamas?» preguntó Dofi. «Me llamo Pía», dijo la ave con una voz temblorosa. «Estoy atrapada y no puedo salir».
«¡No te preocupes, Pía! Te ayudaré», dijo Dofi. Utilizando su aguda mente, empezó a deshacer los nudos de la red hasta que, finalmente, Pía pudo salir. «¡Gracias, Dofi! Eres un gran amigo», dijo ella, volando felizmente. Dofi sonrió mientras regresaba al grupo, sintiendo el calor de la satisfacción por haber ayudado.
Ahora era el turno de Iloy. Lanzó el dado y salió un árbol. «¿Qué significa eso?» preguntó. Tula explicó: «Representa la importancia de mantener un lugar especial para los amigos». Iloy, emocionado, decidió plantar un árbol junto a sus amigos en el prado. Con la ayuda de Lafe, que con su fuerza hizo un gran agujero, y Mochi, que buscó semillas, plantaron el árbol.
Con el tiempo, ese árbol creció alto y fuerte, y servía como un refugio perfecto para todos los amigos. «Ahora siempre tendremos un lugar donde reunirnos», dijo Iloy, radiante de felicidad.
Luego, fue el turno de Lafe. Lanzó el dado y salió una estrella. «¡Esto es emocionante! ¿Qué significa una estrella?» preguntó Lafe. Tula le explicó que la estrella representa brillar por ayudar a los demás. «Tendrás una misión especial», le dijo. «Esto significa que debes ayudar a un amigo que esté triste».
Lafe observó a su alrededor y vio a una pequeña jirafa que lucía triste porque había perdido su pelotita de juegos. Al acercarse a ella, le preguntó: «¿Qué te pasa?». La jirafa le respondió con un susurro, «Perdí mi pelota favorita y no puedo jugar».
«¡No te preocupes! Vamos a buscarla juntos», animó Lafe. Con su gran altura, pudo mirar por encima de los arbustos y pronto encontró la pelota atrapada entre las ramas de un árbol. «¡Aquí está!», gritó con alegría. La jirafa sonrió y le agradeció, y Lafe se sintió como un verdadera estrella.
Por último, fue el turno de Mochi. Con gran emoción, lanzó el dado y salió una sonrisa. «¡Qué maravilla! ¿Qué significa eso?» preguntó Mochi. «Significa compartir la alegría», explicó Tula. «Deberás hacer algo divertido para alegrar a tus amigos».
Mochi pensó y pensó, hasta que tuvo una idea. «¡Vamos a organizar una fiesta en honor a nuestra amistad!» dijo con entusiasmo. Todos comenzaron a ayudar. Iloy recogió flores, Lafe trajo frutas frescas, y Dofi se encargó de contar historias divertidas. Cuando todo estuvo listo, los amigos se sentaron juntos bajo el gran árbol que habían plantado.
La fiesta fue un completo éxito. Rieron, contaron historias y compartieron deliciosas frutas. Al final del día, los amigos se dieron cuenta de lo valiosa que era su amistad y cómo, trabajando juntos, podían lograr cosas maravillosas.
Tula se unió a la fiesta y les dio un abrazo. «Cada aventura que vivieron hoy les ha enseñado algo importante sobre la amistad. Nunca olviden que ayudar, compartir y estar junto a aquellos que aman es lo que realmente hace que los lazos de amistad sean fuertes».
Y así, Dofi, Iloy, Lafe, Mochi y Tula siguieron disfrutando del hermoso Jardín de la Amistad, con un brillo especial en sus corazones. Supieron que, aunque lanzaron un dado mágico, el verdadero poder de la amistad lo llevaban siempre dentro de ellos.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.