Había una vez en un pequeño y colorido pueblo, un abuelo llamado Peter. El abuelo Peter era conocido por todos por ser un poco gruñón y por no gustarle mucho la compañía de los niños. Vivía en una casa al final de la calle, donde las rosas rojas crecían altas y los girasoles miraban hacia el sol.
Un día, mientras el abuelo Peter bajaba por unas escaleras viejas para recoger su periódico, perdió el equilibrio y ¡pum! Cayó rodando por los escalones. El abuelo Peter quedó tendido en el suelo, sintiendo mucho dolor y sin poder levantarse.
Justo en ese momento, Pedro y Juan, dos niños del vecindario que siempre habían sentido curiosidad por la casa del abuelo Peter, pasaban por allí. Al escuchar el ruido, corrieron a ver qué había pasado. Al encontrar al abuelo Peter en el suelo, se preocuparon mucho.
¡Vamos a ayudarte, abuelo Peter! — gritó Pedro con determinación.
Juan asintió con la cabeza, y ambos niños, a pesar del miedo que les daba el gruñón del abuelo Peter, no dudaron en actuar. Pedro corrió a su casa para llamar a la ambulancia mientras Juan se quedaba al lado del abuelo, asegurándose de que estuviera bien.
En pocos minutos, la ambulancia llegó, y los paramédicos cuidaron del abuelo Peter. Mientras lo llevaban en la camilla, Peter no dejaba de mirar a los dos niños con ojos sorprendidos.
Gracias, niños — dijo con una voz que no sonaba tan gruñona como siempre.
Después de ese día, algo cambió en el corazón del abuelo Peter. Se dio cuenta de que había juzgado mal a los niños del vecindario. Pedro y Juan le habían mostrado una bondad que él no esperaba.
Así que, cuando el abuelo Peter regresó a casa después de recuperarse, tomó una decisión. Puso un gran letrero en su puerta que decía: “Niños bienvenidos”. Y junto al letrero, una caja llena de caramelos y dulces.
Los niños del vecindario no podían creerlo. Al principio, se acercaban a la casa del abuelo Peter con cautela, pero cuando veían su sonrisa y los caramelos, sus temores desaparecían.
Con el tiempo, la casa del abuelo Peter se llenó de risas, juegos y muchas historias. Los niños venían a visitarlo todos los días después de la escuela, y el abuelo Peter les contaba cuentos de sus aventuras de juventud, enseñándoles trucos para plantar las flores más bonitas y cómo hacer cometas que volaran alto en el cielo.
Conclusión:
El abuelo Peter aprendió que la amistad y la bondad vienen de donde menos lo esperas. A veces, un acto de cariño puede derretir incluso el corazón más duro. Desde ese día, nunca más estuvo solo y se convirtió en el abuelo favorito de todos los niños del pueblo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.