En un pequeño pueblo rodeado de un bosque encantado, donde las mariposas pintaban el cielo de colores y las flores bailaban al ritmo del viento, vivían dos amigos inseparables, Jhoan e Iker. Jhoan, un niño curioso con cabello rizado y una sonrisa que podía iluminar cualquier habitación, poseía un amuleto mágico, un regalo de su abuela que siempre colgaba alrededor de su cuello.
Una noche, mientras Jhoan dormía profundamente, Iker, movido por la curiosidad, tomó prestado el amuleto sin despertar a su amigo. Al contacto con Iker, el amuleto brilló intensamente y, para su sorpresa, ante él apareció un príncipe de cabello y traje blanco y negro. El príncipe, confundido y desorientado, comenzó a cantar sobre un reino sin colores, donde la gloria era lo más preciado.
Al despertar, Jhoan se percató de que algo extraño ocurría. Al ver a Iker con el amuleto y al príncipe cantando, corrió a intervenir. Iker, avergonzado, le devolvió el amuleto a Jhoan, explicándole que solo quería ver si el amuleto era realmente mágico. Jhoan, aunque inicialmente molesto, comprendió la curiosidad de su amigo y le explicó que el amuleto tenía el poder de invocar seres de otros mundos cuando se encontraba ante un gran dilema o una situación que requiriera ayuda.
Sin embargo, el príncipe, al escuchar la conversación, decidió que quería destruir el amuleto para permanecer en ese mundo y cambiarlo a su antojo. Jhoan, con la ayuda de Iker, intentó convencer al príncipe de volver a su mundo, pero él se negó y liberó una bandada de mariposas blancas y negras que oscurecieron el cielo.
Los dos amigos, ahora en apuros, corrieron lo más rápido que pudieron, con el príncipe y sus mariposas en persecución. Cuando parecía que los alcanzarían, de repente, unos dragones aparecieron, defendiendo a los niños del príncipe y sus criaturas. Los dragones, guardianes del bosque, habían sido llamados por el verdadero poder del amuleto, destinado a proteger a su portador en momentos de verdadero peligro.
Iker, viendo el peligro que había causado, se disculpó sinceramente con Jhoan, quien aceptó sus disculpas sabiendo que la verdadera amistad podía superar cualquier malentendido. Los dragones, con un rugido que retumbaba entre los árboles, escoltaron al príncipe de regreso a su mundo, asegurándose de que no volviera a causar problemas.
Esa noche, bajo el cielo ya despejado, Jhoan e Iker observaron cómo las mariposas blancas y negras se dispersaban, devolviendo el color al bosque. La princesa Isabel, quien había observado todo desde arriba, descendió en una cuerda, agradecida por la valentía de los niños y les prometió que siempre estaría allí para ayudarlos en futuras aventuras.
Desde ese día, Jhoan e Iker prometieron guardar el amuleto y usarlo solo en situaciones de verdadera necesidad, aprendiendo que algunos secretos, especialmente los mágicos, deben manejarse con responsabilidad y cuidado. Su amistad se fortaleció, sabiendo que juntos podían enfrentar cualquier desafío, siempre que respetaran los poderes que habían sido confiados a ellos.
Así, rodeados de la magia y los misterios del bosque encantado, Jhoan e Iker continuaron explorando, aprendiendo y soñando, seguros de que su amistad los llevaría a través de muchas más aventuras.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.