En el corazón de un bosque encantado, donde los rayos del sol tejen mágicos destellos entre los árboles, se alzaba un árbol muy especial llamado Arnol. Él era conocido en todo el bosque no solo por su imponente altura y sus bellas hojas que cambiaban de color con las estaciones, sino también por su bondadoso corazón. A diferencia de muchos, Arnol tenía la extraordinaria capacidad de comunicarse con todo ser viviente que habitaba el bosque.
Cada estación traía consigo nuevos amigos y despedidas. Sin embargo, era en otoño cuando Arnol se sentía más acompañado, pues sus hojas, vibrantes en tonos de rojo, naranja y amarillo, cobraban vida propia. Entre ellas, tres eran sus más cercanas compañeras: Amarilla, la más alegre y vivaz, siempre lista para bailar con el viento; Rojiza, valiente y apasionada, protectora de sus hermanas menores; y Naranja, la más reflexiva, amante de las puestas de sol y las largas charlas bajo la luz de la luna.
Junto a Arnol, vivía un pequeño pájaro llamado Melodía, cuyo canto era tan hermoso que incluso la brisa se detenía para escuchar. Melodía y las hojas compartían una amistad profunda, tejida de canciones, historias y promesas de eterno retorno.
A medida que el otoño avanzaba, el bosque se transformaba en un lienzo de colores cálidos. Los días se acortaban y las noches se alargaban, anunciando la llegada del invierno. Arnol, con su sabiduría de años, sabía que este cambio significaba también la despedida de sus amigas las hojas. Cada otoño, veía cómo una a una se desprendían de sus ramas, emprendiendo un último baile con el viento antes de posarse suavemente en el suelo del bosque.
Amarilla, Rojiza y Naranja, aunque sabían que su destino era inevitable, elegían vivir cada momento con alegría, embelleciendo el bosque con sus colores y risas. Ellas eran conscientes de que su tiempo con Arnol era limitado, pero esto no entristecía sus corazones; al contrario, las llenaba de una gratitud infinita por los momentos compartidos.
Melodía, por su parte, preparaba su canción más dulce y melancólica para despedir a sus amigas. Cada nota era un tributo a su amistad, un agradecimiento por los momentos vividos y una promesa de reencuentro.
Llegó el día en que las últimas hojas debían partir. Amarilla, Rojiza y Naranja, se reunieron en la rama más alta, mirando por última vez el bosque desde su hogar en Arnol. Con un susurro de viento, comenzaron su descenso, girando y danzando en el aire, mientras Melodía entonaba su canto de despedida.
Arnol, con el corazón apesadumbrado pero lleno de amor, les agradeció por todo. «Gracias, mis queridas amigas, por otro otoño juntas. Su belleza y valentía permanecerán conmigo, y en cada primavera, al brotar nuevas hojas, recordaré los momentos que compartimos.»
Así, año tras año, el ciclo de la vida continuaba. Aunque el invierno traía consigo el silencio y la soledad, Arnol se mantenía fuerte, sabiendo que después del frío invernal llegaría una nueva primavera, llena de vida y nuevas amistades. Y con ella, el regreso de Melodía, quien, tras viajar a tierras lejanas, siempre volvía al bosque para compartir nuevas historias y canciones.
La historia de Arnol, Amarilla, Rojiza, Naranja y Melodía se convirtió en una leyenda en el bosque, un recordatorio de que, aunque todas las cosas tienen un final, el amor y la amistad perduran a través de los ciclos de la vida. Cada otoño, cuando el bosque se teñía de colores cálidos, los nuevos habitantes recordaban con cariño a aquellos que, con su belleza y melodía, enseñaron a todos el verdadero significado de la amistad.
Y así, Arnol seguía siendo el guardián del bosque, testigo de la magia de la naturaleza y la inquebrantable fuerza de los lazos que unen a todos los seres. Aunque las estaciones cambien y los años pasen, el amor y la amistad, como las raíces de un árbol, se mantienen firmes, nutriendo la vida y esperanza en el corazón del bosque.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.