Cuentos de Amistad

El Espejo Mágico y la Aventura de los Cinco Amigos

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y flores coloridas, vivían cinco amigos inseparables: Jhoan, Santiago, Hellen, Mateo y Celeste. Eran conocidos en todo el pueblo por ser niños alegres y traviesos, siempre en busca de nuevas aventuras. Pero lo que nadie sabía era que ellos compartían un secreto muy especial: poseían el poder de la amistad mágica.

Desde el primer día en la escuela del pueblo, los cinco amigos supieron que tenían algo único. Cuando estaban juntos, una energía especial los envolvía, haciéndolos sentir más fuertes y felices. Sentían una conexión única que los hacía brillar con luz propia, aunque esa luz solo la podían ver ellos.

Un día, mientras jugaban cerca del bosque que bordeaba el pueblo, algo extraordinario ocurrió. Jhoan había sugerido que exploraran una parte del bosque que nunca antes habían visitado. Con la emoción de una nueva aventura, los amigos se adentraron entre los árboles altos y frondosos, riendo y saltando sobre las raíces que sobresalían del suelo.

Después de caminar un buen rato, Mateo, siempre el más curioso, notó algo brillante oculto entre el musgo y las hojas caídas.

—¡Miren allí! —exclamó, señalando hacia el objeto brillante.

Los demás se acercaron corriendo, y lo que encontraron los dejó sin aliento. Oculto entre los árboles y cubierto de musgo, había un antiguo espejo. Era grande, con un marco tallado con imágenes de animales y flores que parecían sacadas de un cuento de hadas. A pesar del polvo y las hojas, el espejo reflejaba la luz del sol con un brillo misterioso.

—¡Es hermoso! —dijo Celeste, con los ojos muy abiertos.

Hellen, que siempre había sido la más práctica, se inclinó para limpiarlo un poco con su mano.

—Parece viejo, pero… ¿Cómo llegó aquí? —preguntó.

Santiago, que solía ser el más reflexivo del grupo, observó el espejo con detenimiento.

—Debe haber pertenecido a alguien hace mucho tiempo. Pero ahora parece que nos está esperando.

Jhoan, siempre el primero en tomar la iniciativa, extendió la mano y tocó el marco del espejo. En el momento en que lo hizo, sintió un cosquilleo recorrer su brazo, y el espejo comenzó a brillar con una luz cálida.

—¡Siento algo! —dijo Jhoan, asombrado.

Los demás, curiosos, también tocaron el espejo. En cuanto lo hicieron, una luz suave los envolvió a todos, y de repente, sus ropas comenzaron a cambiar de color y estilo, reflejando sus personalidades más íntimas. Jhoan, lleno de energía y alegría, se vio envuelto en un resplandor amarillo. Santiago, calmado y sabio, brillaba con un suave azul. Hellen, inteligente y siempre dispuesta a ayudar, estaba rodeada de un verde brillante. Mateo, enérgico y aventurero, resplandecía en rojo, mientras que Celeste, dulce y amable, se veía envuelta en un cálido color rosado.

—¡Es increíble! —exclamó Mateo, mirando su nueva apariencia.

—Debe ser magia —dijo Hellen, maravillada.

Desde ese día, el espejo se convirtió en su lugar secreto. Decidieron esconderlo en una pequeña cueva que encontraron cerca del bosque, donde nadie más podría hallarlo. Iban a visitarlo cada tarde después de la escuela, emocionados por descubrir más sobre los poderes que les otorgaba.

Pronto, los amigos descubrieron que el espejo era más que un simple objeto mágico. Al tomarse de las manos frente al espejo y concentrarse en un deseo común, podían cruzar a otros mundos llenos de fantasía y aventura. Podían explorar paisajes inimaginables, volar sobre montañas, nadar en océanos de colores y conocer criaturas extraordinarias.

Un día, mientras jugaban en el bosque, decidieron aventurarse en un mundo nuevo. Se tomaron de las manos, cerraron los ojos y desearon con todas sus fuerzas ir a un lugar donde la magia fuera tan real como su amistad. De repente, sintieron un tirón, y cuando abrieron los ojos, se encontraron en un lugar completamente diferente.

Estaban en un valle rodeado de montañas altas y majestuosas. El cielo era de un azul profundo, y el aire estaba lleno de la fragancia de flores desconocidas. A lo lejos, vieron un castillo dorado que brillaba bajo la luz del sol. A su alrededor, criaturas fantásticas paseaban: unicornios, dragones pequeños y hadas que revoloteaban entre los árboles.

—Esto es… increíble —dijo Celeste, mirando todo con asombro.

—Parece un sueño —añadió Santiago, observando un grupo de hadas que volaba cerca.

—¡Vamos al castillo! —exclamó Mateo, señalando hacia la estructura dorada—. Seguro que hay algo interesante allí.

Los cinco amigos comenzaron a caminar hacia el castillo, llenos de emoción por lo que podrían encontrar. Mientras se acercaban, se dieron cuenta de que no estaban solos. Un grupo de pequeños duendes se les acercó, saludándolos con sonrisas amistosas.

—Bienvenidos, amigos —dijo uno de los duendes—. Hemos estado esperando a los guardianes del espejo.

—¿Guardianes del espejo? —preguntó Hellen, sorprendida.

—Sí —respondió el duende—. El espejo que encontraron es muy antiguo y poderoso. Solo aquellos con un vínculo especial, como el de su amistad, pueden usarlo. Aquí, en nuestro mundo, el espejo es la clave para mantener el equilibrio y la paz.

Los amigos se miraron entre sí, sin estar seguros de lo que eso significaba.

—¿Qué tenemos que hacer? —preguntó Jhoan.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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