Cuentos de Amistad

El gran día de Caleb, Thyara y Oliver

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez tres hermanos que vivían en una pequeña casa cerca de un hermoso parque lleno de árboles, flores, y un lago donde los patos nadaban alegremente. Caleb, el mayor, tenía 10 años y le encantaba jugar al fútbol. Pasaba horas pateando la pelota en el jardín, imaginando que era un famoso jugador en un estadio lleno de aficionados. Thyara, la hermana mediana de 8 años, tenía una pasión por la música. Le encantaba tocar su pequeño teclado, creando melodías que hacían que todos en casa se sintieran felices. Por último, estaba Oliver, el más pequeño de los tres, con solo 6 años. Oliver adoraba cantar. Su voz dulce y alegre llenaba la casa de canciones desde que se levantaba hasta que se iba a dormir.

Un día, Caleb, Thyara y Oliver decidieron hacer algo especial. Querían hacer algo que todos disfrutaran y que uniera sus talentos. Después de mucho pensar, Caleb tuvo una idea. “¿Qué tal si organizamos un espectáculo en el parque? Yo puedo jugar al fútbol, Thyara puede tocar música, y Oliver puede cantar. ¡Será el mejor día de todos!”

Thyara y Oliver saltaron de alegría con la idea de Caleb. Estaban emocionados de hacer algo juntos, algo que les permitiera compartir sus pasiones con los demás. Así que empezaron a planear todo con mucho cuidado.

Primero, Caleb se encargó de invitar a todos los niños del vecindario. Fue de casa en casa, explicando su idea y animando a todos a venir al parque ese sábado por la tarde. Thyara, mientras tanto, practicaba en su teclado, componiendo una canción especial que sabía que haría sonreír a todos. Y Oliver, siempre cantando, empezó a aprender la letra de la nueva canción que Thyara había creado.

El sábado llegó rápidamente, y los tres hermanos se despertaron temprano, emocionados por el gran día. Después de desayunar, cada uno se preparó para el espectáculo. Caleb pulió su balón de fútbol, Thyara afinó su teclado, y Oliver se aseguró de que su voz estuviera lista cantando algunas notas altas y bajas.

Cuando llegaron al parque, se sorprendieron al ver cuántas personas habían venido a verlos. Había niños de todas las edades, padres, y hasta algunos abuelitos que se sentaron en bancos cercanos, curiosos por ver de qué se trataba todo esto.

Caleb empezó el espectáculo con una demostración de sus habilidades futbolísticas. Hizo malabares con el balón, lo pateó alto en el aire y lo atrapó con el pie sin dejar que tocara el suelo. Los niños aplaudían y gritaban de emoción. Caleb sonreía, feliz de ver que a todos les gustaba su parte del espectáculo.

Luego fue el turno de Thyara. Se sentó en un pequeño taburete que habían traído de casa y comenzó a tocar su teclado. La melodía era suave y alegre, y los niños empezaron a bailar alrededor de ella. Incluso los más pequeños movían sus cabezas al ritmo de la música, y algunos padres no pudieron evitar tararear la melodía.

Finalmente, Oliver tomó el micrófono y comenzó a cantar la canción que Thyara había compuesto. Su voz era tan clara y dulce que todos se quedaron en silencio para escuchar. Era una canción sobre la amistad, sobre lo importante que es estar juntos y ayudarse mutuamente. Mientras cantaba, Thyara tocaba el teclado y Caleb hacía rodar su balón suavemente, como si la música lo guiara.

Cuando Oliver terminó de cantar, hubo un momento de silencio, y luego todo el parque estalló en aplausos. Los tres hermanos se abrazaron, felices de haber logrado su objetivo. Habían trabajado juntos, combinando sus talentos para crear algo hermoso que todos disfrutaron.

Después del espectáculo, muchos de los niños se acercaron a Caleb, Thyara y Oliver para felicitarlos. Algunos preguntaron si podían aprender a tocar el teclado como Thyara o a cantar como Oliver. Otros querían que Caleb les enseñara a jugar al fútbol. Los hermanos estaban encantados de compartir lo que sabían, y pasaron el resto de la tarde jugando y cantando con sus nuevos amigos.

Cuando el sol empezó a ponerse y el cielo se tiñó de naranja y rosa, los tres hermanos regresaron a casa, cansados pero felices. Sabían que ese día no solo habían hecho un gran espectáculo, sino que también habían creado algo mucho más importante: nuevas amistades.

Al llegar a casa, su mamá los recibió con un gran abrazo y les dijo lo orgullosa que estaba de ellos. “No solo son talentosos, sino que también tienen un gran corazón”, les dijo. Esa noche, mientras se preparaban para dormir, Caleb, Thyara y Oliver se miraron y sonrieron, sabiendo que siempre serían un gran equipo.

Desde entonces, cada sábado por la tarde, Caleb, Thyara y Oliver organizaron pequeños espectáculos en el parque. A veces, invitaban a otros niños a participar, y otras veces inventaban nuevas actividades. Pero lo más importante es que siempre lo hacían juntos, porque habían aprendido que la verdadera magia no estaba solo en sus talentos individuales, sino en cómo los usaban para hacer felices a los demás.

Y así, en ese pequeño parque, los tres hermanos no solo encontraron la manera de disfrutar de sus pasiones, sino también de fortalecer su amistad y la de todos los que los rodeaban. Y vivieron felices, compartiendo risas, canciones y juegos, porque sabían que, juntos, podían hacer cualquier cosa.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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