En un pequeño y colorido pueblo llamado Sonrisas, habitaban dos amigos inseparables: Luis y Tomás. Luis era un niño de cabellos castaños que siempre llevaba consigo una mochila repleta de libros y cuadernos. Le encantaba leer cuentos, soñar con aventuras y contarles historias a sus amigos. Tomás, por su parte, tenía una risa contagiosa y un corazón grande. Le gustaba jugar al aire libre, correr y explorar los secretos que escondía la naturaleza. Juntos, hacían el equipo perfecto: Luis traía la imaginación y Tomás la energía.
Un día, mientras disfrutaban de un cálido día soleado en el parque, Tomás le propuso a Luis hacer un juego. “¿Y si buscamos algo mágico en el bosque? Podría ser una aventura fantástica”, dijo entusiasmado. Luis, aunque algo inquieto, sonrió con la idea. Siempre había soñado con encontrar algo misterioso y mágico. Por lo tanto, después de un pequeño refrigerio de manzanas y jugo, ambos amigos se adentraron en el bosque.
Al caminar, descubrieron flores de todos los colores, mariposas que danzaban en el aire y árboles que parecían susurrar secretos. Aquello era un espectáculo maravilloso. Pero lo que más llamó su atención fue un pequeño brillo que destellaba entre los arbustos. “¡Mira eso, Luis!”, exclamó Tomás, corriendo hacia el brillo. Luis le siguió rápidamente, y juntos se encontraron ante un pequeño libro con una cubierta dorada y hermosa. “¡Es un libro mágico!”, dijo Luis con los ojos brillantes.
Tomás abrió el libro con mucha curiosidad y, para su sorpresa, encontró que estaba en blanco. “¿Cómo puede ser mágico si no tiene nada escrito?”, preguntó Tomás, algo decepcionado. Luis observó el libro detenidamente y, con una sonrisa, dijo: “Quizás aún no ha sido escrito”. De repente, una voz suave y melodiosa les habló. “Hola, queridos amigos. Soy la Guardiana de las Palabras Mágicas. Este libro tiene el poder de crear historias extraordinarias, pero necesita de la amistad y la imaginación para cobrar vida”.
Luis y Tomás miraron a su alrededor, atónitos, hasta que la guardiana les explicó que el libro solo podría llenarse con palabras de amistad y amor. “Debes pensar en todas las cosas que aprecian el uno del otro”, les dijo. Luis pensó en todas las aventuras que habían vivido juntos y cómo siempre se habían apoyado mutuamente. Tomás recordó todos los momentos divertidos que habían compartido, las risas y las ocurrencias de Luis.
“Para activar el libro, deben pronunciar las palabras mágicas”, añadió la guardiana. “Deben decir: ‘Amistad, amor y felicidad, llenen este libro de verdad’”. Ambos amigos estaban tan emocionados que unieron sus voces y pronunciaron las palabras en un coro fuerte y harmonioso. Al instante, el libro comenzó a brillar intensamente, y las páginas empezaron a llenarse de colores y dibujos que representaban momentos especiales de su amistad.
La guardiana sonrió y les explicó que, una vez que el libro estuviera completo, podrían compartir sus historias con otros niños, y de esa forma, el poder de la amistad se multiplicaría. Luis y Tomás estaban aún más motivados y decidieron encontrar el lugar perfecto para crear nuevas aventuras. “¿Qué tal si hacemos un picnic con una historia mágica?”, sugirió Tomás. Luis estuvo de acuerdo y juntos comenzaron a pensar en la mejor historia que podrían contar.
A medida que pasaban la tarde, comenzaron a pensar en una historia sobre dos superhéroes que hicieron un viaje a un país lejano en busca de un tesoro mágico. Tomás representaría al valiente héroe que enfrentaba peligros, mientras que Luis sería el inteligente que siempre encontraba la mejor solución a los problemas. “¡Es perfecto!”, dijo Tomás entusiasmado. “Pero necesitamos un tercer personaje, alguien que nos guíe en la búsqueda”.
Unas mariposas revolotearon alrededor de ellos, y de repente, una pequeña hada apareció entre las flores. Era de un azul radiante y llevaba un vestido brillante como una estrella. “¡Hola! Soy Estela, el hada de los deseos. Escuché que buscan una aventura”, dijo con una voz alegre. Luis y Tomás se miraron con sorpresa y alegría. “Sí, queremos crear una historia sobre dos amigos que se vuelven superhéroes en un mundo mágico”, explicó Luis.
Estela sonrió y les dijo que podría ayudarles a hacer su historia aún más emocionante. “Con un poco de magia, los llevaré a ese mundo. Pero para ello, necesitaré que usen su imaginación al máximo”. Sin dudarlo, los dos amigos aceptaron. Estela agitó su varita mágica, y de repente, se encontraron en un paisaje deslumbrante. Era un mundo lleno de colores vibrantes, con montañas que parecían tocar el cielo y ríos que brillaban con luz propia.
Los tres comenzaron a crear su historia en este nuevo mundo. Se imaginaban cayendo en una isla de caramelos, luchando contra dragones sonrientes y descubriendo castillos hechos de galletas. Durante su aventura, aprendieron a confiar en sus fortalezas y en la importancia de la amistad. Cada vez que se enfrentaban a un obstáculo, recordaban las palabras mágicas que pronunciaron al comienzo: “Amistad, amor y felicidad”.
La historia fluía como un río lleno de risas y sorpresas. Pasaron horas descubriendo tesoros y enfrentándose a desafíos, y con cada experiencia, el libro mágico iba llenándose. Estela les dio consejos sabios, y como juntos se divertían, se dieron cuenta de que la amistad es lo que hacía que su aventura fuera verdaderamente especial. Después de un largo día de diversión, decidieron regresar al parque donde todo había comenzado.
Al regresar, se sentaron bajo un árbol frondoso. “Estela, ¿qué pasará ahora con nuestra historia?”, preguntó Luis, curioso. El hada sonrió y explicó que cada aventura que imaginaran se quedaría grabada en el libro, pero la verdadera magia estaba en la amistad que habían cultivado. “Las historias se pueden compartir, y a medida que las cuenten a otros, sus amigos también podrán crear sus propias vivencias”, dijo Estela.
Con una brisa suave, Estela les dio un último regalo: un marcapáginas mágico que les permitiría volver al mundo de las palabras mágicas cada vez que quisieran. Tomás y Luis estaban felices. Se despidieron del hada y prometieron que siempre juntos usarían su imaginación y compartirían su legado de historias.
Cuando regresaron a casa, tomaron el libro y lo leyeron juntos. Cada página dispensaba colores, amigos y risas. Luis supo que las historias de su amistad siempre vivirían, no solo en el libro, sino en sus corazones. Al día siguiente, decidieron organizar un pícnic en el parque con todos sus amigos. Querían compartir su aventura y el libro con ellos.
Invitaron a varios niños del barrio y, mientras disfrutaban de frutas, galletas y sus deliciosas meriendas, comenzaron a contarles la historia de los superhéroes y el hada mágica. Los ojos de todos brillaban de emoción, y poco a poco, más y más niños se unieron para escucharla. Todos se sentían inspirados, y uno a uno comenzaron a compartir sus propias ideas y aventuras.
Después del pícnic, los niños se sintieron llenos de energía y alegría por la magia de la amistad. Decidieron formar un pequeño club de cuentos, donde cada semana uno de ellos podría contar una nueva historia, y juntos explorar la imaginación. Así, el legado de Luis, Tomás y Estela continuó viviendo en el corazón de todos los que escucharon sus relatos. Cada vez que contaban esas historias, recordaban la importancia de la amistad.
Luis y Tomás no sólo habían encontrado un libro mágico, sino también un medio para unir a los niños del pueblo. Con el tiempo, su pequeño club se volvió famoso entre todos los niños de Sonrisas, donde cada uno podía compartir sus ideas, sueños y aventuras. Nunca olvidaron las palabras mágicas del libro, y siempre las pronunciaban antes de iniciar una nueva historia: “Amistad, amor y felicidad, llenen este libro de verdad”.
A partir de entonces, cada aventura contada se transformaba en una nueva lección sobre la amistad y el amor. Comprendieron que la magia no estaba solo en los cuentos, sino en los lazos que formaban entre ellos. Al concluir su relato aquel día, todos se unieron en un abrazo, celebrando la amistad que habían cultivado.
Así, Luis y Tomás aprendieron que la verdadera magia de la vida se encuentra en las personas que nos rodean. No importa cuán grande o pequeña sea una aventura, lo que realmente importa es compartirla con nuestros amigos, y que cada historia se convierte en un nuevo puente que nos une más y más. Desde entonces, el bosque, el libro y el mágico mundo de Estela siempre serían un símbolo de la amistad entre ellos, recordándoles que, unidos, podían crear historias tan grandes como su imaginación lo permitiera.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.