Cuentos de Amistad

Tizziana, Catalina y Gabriel: Amigos de Palabras

Lectura para 1 año

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

Puntuación:

0
(0)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
0
(0)

En un pequeño pueblo lleno de colores y risas, había tres amigos inseparables: Tizziana, Catalina y Gabriel. A Tizziana le encantaba usar su vestido de colores brillantes, siempre lleno de flores. Catalina, con sus gafas de montura rosa, era muy curiosa y le gustaba leer mucho. Gabriel, siempre lleno de energía, llevaba su camiseta favorita con un dibujo de un dinosaurio que hacía reír a todos.

Un día, mientras jugaban en el parque, Tizziana se detuvo y dijo: «¿Qué les parece si hoy buscamos nuevas palabras? ¡Podemos aprenderlas juntas!». A Catalina le brillaron los ojos. «¡Sí! Aprender palabras nuevas es muy divertido», exclamó. Gabriel, que siempre estaba dispuesto a aventuras, sonrió y dijo: «¡Vamos a hacerlo! Podemos usar los libros que tenemos en casa».

Así que los tres amigos decidieron hacer un pequeño club de palabras. Se reunieron en la casa de Tizziana, donde había una gran caja llena de libros de cuentos. Cuando abrieron la caja, se encontraron con libros de todos los colores y tamaños. Había cuentos de hadas, historias de animales y aventuras emocionantes.

«Yo elijo este libro de cuentos de hadas», dijo Tizziana, sosteniendo un libro con ilustraciones mágicas. «Yo quiero este de animales», agregó Catalina, eligiendo uno que tenía un gran león en la portada. Gabriel, con una gran sonrisa, dijo: «Y yo tomaré este de aventuras. ¡Seguro que tiene muchas palabras interesantes!».

Cada uno de ellos se sentó en una esquina de la habitación, rodeados de cojines y mantas. Empezaron a leer en silencio, dejando que las historias les llevaran a lugares lejanos. A medida que leían, anotaban palabras nuevas en hojas de papel que tenían a su lado. «¡Miren esta palabra! ¡Es ‘mariposa’!», gritó Tizziana. «¿Saben qué significa?». «¡Sí! Es un insecto que vuela y tiene alas de colores», dijo Gabriel, recordando lo que había leído en otro libro.

Después de un rato, decidieron compartir las palabras que habían aprendido. Tizziana comenzó: «La primera palabra que aprendí es ‘destello’. Significa una luz que brilla rápidamente». Catalina, emocionada, dijo: «Yo aprendí ‘travesura’, que significa algo divertido y un poco travieso». Gabriel levantó la mano y agregó: «¡Yo tengo una! ‘Aventura’ es un viaje emocionante y diferente».

Los tres amigos se reían y disfrutaban compartiendo sus palabras. Decidieron que cada vez que se encontraran, cada uno podría traer una nueva palabra para enseñar a los demás. Así, se prometieron que aprenderían juntas, siempre buscando palabras y significados.

Al día siguiente, Tizziana, Catalina y Gabriel se encontraron nuevamente en el parque. Mientras jugaban a la pelota, escucharon a una señora mayor en una banca cercana hablando sobre un libro. «¿Escucharon eso?», dijo Catalina. «¡Podemos preguntarle sobre su libro y aprender una nueva palabra!». Los amigos asintieron, emocionados.

Se acercaron a la señora y le preguntaron sobre el libro que estaba leyendo. La señora, sonriendo, les explicó que se trataba de un libro de cuentos antiguos. «En estos cuentos hay muchas palabras mágicas», dijo. «¿Quieren aprender una?». «¡Sí!», gritaron al unísono.

La señora les enseñó la palabra «sabiduría». «Significa tener conocimiento y experiencia», les explicó. Los niños escuchaban atentamente. «¡Sabiduría es una palabra muy bonita!», dijo Tizziana, mientras anotaban la nueva palabra en sus hojas.

Después de hablar con la señora, los amigos decidieron que podrían ayudar a otros niños a aprender palabras también. «¿Y si organizamos un pequeño juego en el parque para que más niños se unan a nosotros?», sugirió Gabriel. Todos estuvieron de acuerdo y comenzaron a planear un día especial para compartir palabras.

Cuando llegó el día del evento, Tizziana, Catalina y Gabriel estaban emocionados. Habían hecho carteles de colores con las palabras que habían aprendido y preparado juegos divertidos. Muchos niños del vecindario llegaron, curiosos por lo que los tres amigos estaban organizando.

«¡Bienvenidos al Club de Palabras!», anunció Gabriel con entusiasmo. «Hoy vamos a jugar y aprender juntos». Tizziana mostró los carteles, y Catalina explicó cómo jugarían a un juego de adivinanzas utilizando las palabras que habían aprendido. «Cada uno podrá elegir una palabra y hacer que los demás adivinen su significado», dijo.

Los niños se dividieron en grupos y comenzaron a jugar. Se reían y disfrutaban, mientras se enseñaban palabras unos a otros. Era un día lleno de risas y alegría, y todos aprendieron nuevas palabras.

Al final del día, los amigos se sentaron en la hierba, cansados pero felices. «Hicimos un gran trabajo», dijo Tizziana, con una sonrisa. «Aprendimos muchas palabras y ayudamos a otros a aprender también». Catalina asintió. «Sí, y fue muy divertido hacerlo juntos». Gabriel sonrió, sintiéndose orgulloso de sus amigos.

«¿Se imaginan cuántas palabras hay en el mundo?», preguntó Tizziana, mirando al cielo. «¡Infinidad!», exclamó Gabriel. «Y cada una tiene su propia historia».

A partir de ese día, el Club de Palabras se convirtió en una tradición entre ellos. Cada semana, se reunían para aprender nuevas palabras, compartir historias y disfrutar de su amistad.

Rápidamente, más niños se unieron al club, y el parque se llenó de risas y juegos. Se organizaron competiciones amistosas para ver quién podía aprender más palabras, y todos se ayudaban mutuamente.

Con el tiempo, la amistad de Tizziana, Catalina y Gabriel se volvió más fuerte. Se dieron cuenta de que aprender y compartir palabras era una forma de crear lazos y conexiones. Cada nuevo conocimiento se convirtió en una pieza más en su gran mural de amistad.

Un día, mientras leían en el parque, Tizziana tuvo una idea. «¿Y si hacemos un libro con todas nuestras palabras?», sugirió emocionada. Catalina y Gabriel se miraron y sonrieron. «¡Eso sería genial!», dijeron al unísono.

Así que, decidieron que cada uno traería algunas palabras especiales y significativas para crear su propio libro. Se sentaron juntos, cada uno contribuyendo con sus palabras y las historias detrás de ellas. El libro pronto se llenó de colores, risas y amistad.

Cuando terminaron, lo llamaron «El Libro de Nuestras Palabras». Decidieron que cada niño que participara en el club podía agregar sus propias palabras y historias. Así, el libro se convirtió en un tesoro del parque, donde todos podían compartir y aprender juntos.

Con el tiempo, los amigos crecieron, pero nunca dejaron de amar las palabras y su amistad. Recordaron siempre cómo un simple deseo de aprender las unió y las llevó a vivir aventuras maravillosas.

Y así, Tizziana, Catalina y Gabriel continuaron siendo amigos, apoyándose mutuamente, aprendiendo juntos y compartiendo el poder de las palabras, mostrando que la amistad es uno de los mayores tesoros que uno puede tener en la vida.

image_pdfDescargar Cuentoimage_printImprimir Cuento

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario