En el soleado pueblo de Villa Rebote, había tres amigos inseparables: Mario, Lucas y Óscar. Amaban el tenis más que nada en el mundo y pasaban las tardes entrenando juntos en las canchas polvorientas del parque.
Un día, se anunció que el Gran Torneo de Tenis de la Ciudad se celebraría en Villa Rebote. Los ojos de los tres amigos brillaron con la misma intensidad con la que brilla el sol al mediodía.
Mario y Óscar, que tenían un talento especial con las raquetas, decidieron inscribirse, mientras que Lucas, el estratega del grupo, prometió ser su entrenador y mayor fan.
Llegó el día del torneo y la emoción podía cortarse como una red de tenis tensa. Mario y Óscar ganaron sus partidos uno tras otro, con Lucas siempre allí, compartiendo consejos y animándolos. Finalmente, como si fuera un guion escrito por el destino, Mario y Óscar se enfrentaron en la gran final.
La final fue un espectáculo digno de recuerdo. Los intercambios entre Mario y Óscar eran tan rápidos que parecía que la pelota desaparecía en el aire. La multitud observaba en silencio, estallando en aplausos después de cada punto.
Después de un partido épico, Mario logró la victoria con un as que pasó zumbando al lado de la raqueta de Óscar. Hubo un momento de silencio, seguido por una ovación ensordecedora. Mario levantó los brazos en señal de triunfo, pero su mirada buscaba a Óscar, quien sonreía a pesar de la derrota.
En el momento de la premiación, Mario subió al podio, su corazón latía con fuerza. Pero al mirar a Óscar y Lucas entre el público, comprendió que su victoria no era sólo suya.
Sin dudarlo, tomó el micrófono y dijo: «Quiero compartir este premio con Óscar y Lucas, porque sin ellos, no estaría aquí. Son los mejores amigos y compañeros de tenis que alguien podría desear.»
El juez del torneo sonrió y asintió. Óscar subió al podio y los dos amigos levantaron el trofeo juntos, mientras Lucas aplaudía con lágrimas de orgullo en los ojos.
Conclusión:
Mario, Óscar y Lucas aprendieron que más allá de ganar o perder, lo que verdaderamente importaba era la amistad que compartían. En el juego de la vida, ser un buen amigo era el verdadero premio. Y así, con el trofeo brillando bajo el sol, supieron que cada partido ganado era un triunfo para su amistad, la cual era y siempre sería, el mejor de los campeonatos.





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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.