En un tranquilo poblado, Pablo y Martina solían pasar las noches observando el cielo. A ambos les fascinaban las estrellas, y siempre imaginaban historias sobre cada constelación que veían.
Una noche, mientras el silencio y la oscuridad reinaban, un destello cruzó el firmamento: una estrella fugaz. Sus ojos brillaron de emoción y decidieron seguir esa estrella, pensando que tal vez podría llevarlos a un lugar mágico.
Armados con linternas y un viejo mapa del cielo que pertenecía al abuelo de Pablo, los dos amigos se adentraron en el bosque, siguiendo el rastro de la estrella. Sin embargo, el bosque en la noche era un lugar diferente; los sonidos eran misteriosos y los caminos parecían cambiar de dirección constantemente.
En medio del bosque, escucharon un llanto suave. Siguiendo el sonido, encontraron a un niño, Diego, sentado en una roca, con una linterna apagada en sus manos.
Diego, al verlos, secó sus lágrimas y les contó que también había visto la estrella fugaz y, fascinado, decidió seguirla, pero se había perdido.
Pablo y Martina, sin dudarlo, invitaron a Diego a unirse a ellos. Con renovadas energías y esperanzas, el trío continuó la búsqueda de la estrella fugaz. A lo largo del camino, enfrentaron diversos desafíos: tuvieron que cruzar un río usando piedras como escalones, resolver un enigma para encontrar la dirección correcta y hasta esquivar a un grupo de animales nocturnos curiosos.
Después de lo que parecieron horas, llegaron a un claro en el bosque donde, en el centro, brillaba una pequeña estrella. Se dieron cuenta de que no era una estrella fugaz común, sino una estrella mágica. Juntos, hicieron un deseo.
Martina deseó tener siempre amigos leales a su lado. Diego deseó nunca perderse y siempre encontrar su camino en la vida. Pablo, mirando a sus dos nuevos amigos, deseó que ese momento, ese instante mágico bajo las estrellas, durara para siempre en sus corazones.
La estrella, al escuchar sus deseos, brilló aún más fuerte y les regaló un amuleto a cada uno: una pequeña estrella que siempre los guiaría y protegería.
Conclusión:
Al amanecer, los tres amigos regresaron al poblado, con una historia increíble para contar y con el firme conocimiento de que la amistad era el verdadero tesoro.
Aunque Diego eventualmente volvió a su hogar en otra ciudad, los tres siempre recordaban esa noche mágica y cómo, gracias a una estrella fugaz, descubrieron el valor inestimable de la amistad.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.