En una colorida aula del Colegio Arcoíris, la maestra Claudia sonreía mientras miraba a sus estudiantes, todos inquietos y llenos de energía. Era el primer día de clases y había una novedad: un nuevo alumno se uniría a ellos. Su nombre era Martín, y venía de un país lejano llamado Marruecos.
Los ojos de Martín brillaban con curiosidad y un poco de nerviosismo mientras entraba a la clase. Algunos niños lo miraban extrañados, otros con interés. Martín tenía un cabello oscuro y rizado y una sonrisa tímida. Llevaba una mochila con dibujos de estrellas y lunas.
La maestra Claudia presentó a Martín. «Clase, tenemos un nuevo amigo, Martín, él viene de muy lejos y es un niño muy valiente por venir a un lugar nuevo. ¿Qué tal si le damos la bienvenida y le ayudamos a sentirse como en casa?»
Algunos niños, los niños buenos, se acercaron a Martín con sonrisas. Le ofrecieron sentarse junto a ellos y le mostraron sus juguetes. Pero no todos estaban contentos. Un grupo de niños, los niños malos, murmuraban entre ellos, no querían que Martín jugara con ellos porque era diferente.
Martín se sentía un poco triste al ver que no todos los niños querían ser sus amigos. Pero Claudia, la maestra, tenía un plan. «Hoy vamos a aprender algo muy especial», dijo. «Vamos a aprender sobre la amistad y cómo nuestras diferencias nos hacen únicos y especiales».
Claudia les contó historias de lugares lejanos, de niños de todo el mundo, y cómo cada uno tenía algo especial que compartir. Martín también compartió historias de su país, de los bellos desiertos y las coloridas ciudades. Los niños escuchaban fascinados.
Los días pasaban, y los niños buenos jugaban con Martín. Jugaban a la pelota, construían castillos de bloques y pintaban juntos. Martín comenzó a sonreír más y a reír con sus nuevos amigos. Pero los niños malos todavía no querían unirse.
Una mañana, Claudia trajo un gran lienzo y pinturas. «Hoy vamos a crear algo juntos», dijo. «Un mural sobre lo que significa la amistad». Todos los niños, incluso los niños malos, se unieron a pintar. Había colores de todo tipo, y cada niño pintaba lo que pensaba que era la amistad.
Al final del día, el mural estaba lleno de risas, manos unidas, soles brillantes y corazones. Los niños malos se dieron cuenta de que divertirse juntos era mucho mejor que estar separados. Uno a uno, se acercaron a Martín y se disculparon. «Nos gustaría ser tus amigos también», dijeron.
Martín sonrió, feliz de tener aún más amigos. La maestra Claudia sonrió también, orgullosa de sus estudiantes. Desde ese día, la clase se convirtió en un lugar lleno de risas, juegos y amistad. Aprendieron que no importaba de dónde venían, todos podían ser amigos.
Y así, Martín se sintió feliz en su nueva escuela. Gracias a la bondad y el amor de sus compañeros y su maestra, comprendió que la amistad verdadera no conoce de fronteras ni diferencias.
En el Colegio Arcoíris, cada día era una aventura, y todos los niños, incluido Martín, estaban emocionados por aprender y jugar juntos. Se habían convertido en una gran familia, donde cada uno era valorado y querido por lo que era.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.