Cuentos de Amistad

El Poder de la Amistad de las Amigas

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques mágicos, vivían cinco amigas inseparables: Jasmin, Aurora, Ariel, Cenicienta y Elisa. Aunque todas eran diferentes entre sí, algo muy especial las unía: una amistad que había comenzado desde que eran muy pequeñas.

Jasmin era una niña de espíritu libre, valiente y decidida. Le encantaba explorar los rincones más lejanos del bosque, siempre en busca de nuevas aventuras. Con su cabello oscuro y su sonrisa segura, lideraba al grupo en muchas de las expediciones que realizaban juntas.

Aurora, por otro lado, era la más soñadora de las cinco. Con su cabello rubio y su risa contagiosa, siempre encontraba belleza en los lugares más inesperados. Aurora tenía una habilidad especial para ver lo mejor en cada situación, y eso hacía que sus amigas siempre se sintieran optimistas cuando estaban con ella.

Ariel, con su cabello rojo y su mirada curiosa, era la más fascinada por el agua y todo lo relacionado con el mar. Aunque vivían lejos del océano, Ariel solía pasar horas en el río cercano, soñando con misteriosas criaturas submarinas y barcos perdidos. Su imaginación no tenía límites, y a menudo compartía historias fantásticas con sus amigas, quienes siempre quedaban maravilladas.

Cenicienta era conocida por su bondad y su corazón generoso. Con su cabello castaño claro y su rostro sereno, siempre estaba dispuesta a ayudar a quien lo necesitara. Era la que se aseguraba de que todas estuvieran bien, y siempre tenía un consejo sabio o una palabra de aliento para sus amigas.

Finalmente, estaba Elisa, la más creativa del grupo. Su cabello marrón oscuro y sus ojos brillantes reflejaban la pasión que sentía por el arte. Le encantaba dibujar, pintar y crear cosas con sus manos. Elisa veía el mundo como un lienzo en blanco, lleno de posibilidades, y siempre encontraba formas de convertir cualquier momento en una obra de arte.

Un día, mientras las cinco amigas estaban reunidas en su lugar secreto, un claro en el bosque rodeado de árboles altos y flores de todos los colores, Elisa les propuso una idea. «¿Qué les parece si creamos algo juntas? Algo que represente nuestra amistad y lo que hemos vivido juntas.»

Las demás miraron a Elisa con curiosidad. «¿Qué tienes en mente?» preguntó Jasmin, siempre lista para un nuevo proyecto.

«Podríamos hacer un mural,» sugirió Elisa. «Un gran mural en la roca que está al final del claro. Podríamos dibujar nuestras aventuras, nuestros sueños y todo lo que nos une. Será algo que podamos ver siempre y recordar lo importante que es nuestra amistad.»

Aurora sonrió emocionada. «¡Me encanta la idea! Podríamos dibujar el día en que encontramos aquel lago escondido, o la vez que ayudamos a esos pajaritos que se habían caído de su nido.»

Ariel asintió, ya imaginando cómo podría dibujar un océano con criaturas marinas en el mural. «¡Sí! Y también podríamos incluir nuestros sueños, como los lugares que queremos visitar algún día.»

Cenicienta, con su habitual calma, agregó: «Y podríamos escribir palabras que nos inspiren, para que cada vez que veamos el mural, recordemos lo que significa nuestra amistad.»

Jasmin, con su espíritu aventurero, concluyó: «¡Hagámoslo! Será nuestro proyecto más grande hasta ahora.»

Así, las cinco amigas comenzaron a planear su mural. Durante días, se reunieron después de la escuela para trabajar en él. Cada una aportaba algo único: Jasmin trazaba las líneas audaces que representaban sus aventuras, Aurora añadía detalles llenos de vida y color, Ariel dibujaba criaturas marinas que parecían saltar del agua, Cenicienta escribía palabras que hablaban de amor y amistad, y Elisa se encargaba de unir todo en una composición armoniosa.

Mientras trabajaban juntas, se dieron cuenta de lo mucho que se complementaban. Cada una tenía una habilidad especial que, combinada con las de las demás, hacía que el mural se volviera algo más que un simple dibujo en la roca. Se convirtió en un símbolo de su amistad, de todo lo que habían compartido y de los sueños que aún tenían por cumplir.

Un día, mientras daban los últimos toques al mural, ocurrió algo inesperado. Un fuerte viento comenzó a soplar en el bosque, haciendo que las hojas volaran por todas partes. El cielo, que hasta ese momento había estado despejado, se cubrió de nubes oscuras, y el sonido del trueno resonó en la distancia.

Las cinco amigas se miraron, preocupadas. «Parece que se avecina una tormenta,» dijo Cenicienta, mientras recogía sus pinceles.

«Deberíamos buscar refugio,» sugirió Ariel, mirando el cielo con aprensión.

Pero antes de que pudieran moverse, el viento se hizo más fuerte y una lluvia torrencial comenzó a caer. Corrieron hacia un árbol grande, donde se refugiaron bajo sus ramas, pero pronto se dieron cuenta de que no sería suficiente. «El mural…» murmuró Elisa, mirando cómo la lluvia comenzaba a empapar la pintura fresca.

Aurora, siempre optimista, trató de consolarla. «Podemos volver a pintarlo cuando pase la tormenta.»

Jasmin, con su habitual valentía, se levantó. «¡No podemos dejar que se arruine! Vamos a cubrirlo con algo.»

Las cinco amigas corrieron hacia el mural, pero la lluvia caía con tanta fuerza que parecía imposible salvarlo. El agua comenzó a correr por la roca, llevándose con ella los colores y las formas que habían trabajado tan duro para crear.

Desesperadas, intentaron protegerlo con sus cuerpos, pero la lluvia era implacable. Finalmente, cuando la tormenta empezó a amainar, se dieron cuenta de que gran parte de su mural había desaparecido.

Elisa, con lágrimas en los ojos, miró lo que quedaba de su obra. «Lo hemos perdido…» dijo en voz baja.

Cenicienta puso una mano en su hombro. «Lo importante no es el mural, sino lo que significa. Lo creamos juntas, y eso no se perderá nunca.»

Aurora asintió, aún con una pequeña sonrisa en su rostro. «Podemos volver a intentarlo. Esta vez será aún mejor.»

Ariel, siempre dispuesta a ver el lado positivo, agregó: «Y si se vuelve a borrar, lo pintaremos otra vez. Nuestra amistad es más fuerte que cualquier tormenta.»

Jasmin, con su habitual determinación, se puso de pie. «No hemos terminado. Este mural representa todo lo que somos, y no dejaré que una tormenta lo destruya.»

Las cinco amigas se miraron y, en ese momento, comprendieron algo importante. El mural no era solo una pintura en la roca; era un reflejo de su amistad, de la fuerza que tenían juntas. Podían enfrentarse a cualquier dificultad, porque se tenían las unas a las otras.

Al día siguiente, cuando el sol volvió a brillar, regresaron al claro. El mural estaba casi completamente borrado, pero no se desanimaron. Con una nueva energía, comenzaron de nuevo, esta vez con más colores, más detalles, más vida.

Trabajaron juntas durante semanas, y cuando finalmente terminaron, el mural era aún más hermoso que antes. Cada vez que lo miraban, veían no solo sus aventuras y sueños, sino también la fuerza de su amistad, que había sobrevivido a la tormenta.

Y así, las cinco amigas continuaron viviendo sus vidas, sabiendo que, sin importar lo que el futuro les deparara, siempre tendrían un lugar especial en el bosque, donde su amistad estaba inmortalizada en una roca, lista para recordarles que juntas podían superar cualquier obstáculo.

El mural se convirtió en un símbolo en el pueblo, y muchas otras personas venían a admirarlo. Pero para Jasmin, Aurora, Ariel, Cenicienta y Elisa, era mucho más que una obra de arte; era un recordatorio constante del poder de la amistad y de cómo, cuando se trabaja en equipo y con amor, se pueden superar todas las dificultades.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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