Cuentos de Amistad

El Prado de la Amistad

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez en un pequeño pueblo llamado Armonía, cuatro amigos inseparables: Jhoan, Celeste, Allison y Mateo. Cada uno de ellos tenía una personalidad única y especial que hacía que su amistad fuera inquebrantable. Jhoan era un niño con el cabello castaño corto y ojos verdes que brillaban con curiosidad. Celeste, una niña con el cabello rubio y largo, tenía unos ojos azules tan profundos como el océano. Allison, con su cabello rojo rizado y pecas en su rostro, siempre tenía una sonrisa contagiosa. Y Mateo, un chico de cabello negro y ojos marrones, era el más atlético del grupo.

Un día, Jhoan estaba preocupado por una obra de teatro escolar en la que tenía que participar. Había ensayado tanto que el estrés lo tenía abrumado. Sus amigos, al verlo tan preocupado, decidieron ayudarlo a relajarse y despejar su mente. Cada uno tenía un plan diferente para lograrlo, y Jhoan debía elegir a quién seguir.

Si elegía a Celeste, ella lo llevaría por todo el pueblo con ideas y actividades para distraerlo. Si elegía a Mateo, lo llevaría al campo de fútbol para hacer ejercicio y jugar. Y si elegía a Allison, lo acompañaría al bosque para que pudiera relajarse en la naturaleza con los animales.

Jhoan, después de pensarlo un rato, decidió comenzar con Celeste. Celeste, siempre llena de energía, lo llevó primero a la plaza del pueblo. Allí había un grupo de niños jugando a la rayuela, y Celeste sugirió que se unieran. Al principio, Jhoan no estaba muy convencido, pero la insistencia de Celeste y su risa contagiosa lo animaron a participar. Jugaron por un buen rato, y Jhoan comenzó a olvidarse un poco de la obra.

Luego, Celeste lo llevó a una tienda de helados. “Un helado siempre mejora el día”, dijo Celeste mientras elegían sus sabores favoritos. Jhoan escogió chocolate y Celeste, fresa con chispas de colores. Mientras disfrutaban de sus helados, Celeste seguía inventando juegos y actividades. «¿Qué tal si jugamos a las escondidas en el parque?», propuso. Jhoan aceptó, y se sumergieron en un emocionante juego donde Celeste aparecía de la nada, sorprendiendo a Jhoan una y otra vez. Con cada aparición sorpresa, Jhoan se reía más y pensaba menos en su obra.

Pasaron el día corriendo y jugando hasta que el sol comenzó a esconderse en el horizonte. Jhoan se sentía cansado, pero feliz. La compañía de Celeste y sus divertidas ocurrencias habían logrado que, por un momento, se olvidara del estrés. Pero la obra aún rondaba en su mente.

Al día siguiente, Jhoan decidió seguir el plan de Mateo. «Vamos al campo de fútbol», dijo Mateo con una sonrisa. Allison se unió a ellos, y juntos se dirigieron al campo. Mateo propuso correr unas vueltas alrededor del campo para calentar. “El ejercicio te ayudará a despejar la mente”, aseguró Mateo. Aunque al principio Jhoan se sentía un poco reacio, comenzó a correr junto a sus amigos.

Después de unas cuantas vueltas, comenzaron a jugar al fútbol. Mateo era muy bueno, pero Jhoan, con el ánimo de Allison y la diversión del juego, empezó a destacar. Pronto, la competitividad amistosa hizo que Jhoan se olvidara completamente de la obra. Jugaban y reían, corriendo de un lado a otro del campo.

“Vamos a probar con otros deportes”, sugirió Allison. Así, pasaron de fútbol a carreras de relevos, saltos y hasta un improvisado juego de béisbol. Cada nuevo deporte era una oportunidad para que Jhoan se divirtiera y liberara toda la tensión acumulada. A medida que el día avanzaba, Jhoan se sentía cada vez más ligero y despreocupado.

Por último, decidió pasar un día con Allison en el bosque. Allison sabía que la naturaleza tenía un poder especial para calmar la mente y el espíritu. “Vamos a un lugar muy especial”, le dijo a Jhoan mientras caminaban hacia el bosque. El prado al que lo llevó Allison era un rincón mágico, lleno de flores de colores y animales juguetones.

Allí, se encontraron con Hellen, una amiga de Allison que conocía todos los secretos del bosque. Hellen los saludó con una sonrisa y les presentó a los animales que vivían allí. Había conejos, ciervos, ardillas y muchos pájaros cantores. “Este es el lugar perfecto para relajarse”, dijo Hellen.

Al principio, Jhoan estaba un poco nervioso, pero la calma del lugar y la compañía de los animales comenzaron a hacer efecto. Se sentaron en el césped y observaron cómo los animales jugaban y se acercaban a ellos sin miedo. Hellen le mostró a Jhoan cómo acariciar a los conejos y alimentar a los pájaros. Poco a poco, Jhoan empezó a sentirse en paz.

Mientras pasaban más tiempo en el prado, Hellen siguió trayendo más animales. Jhoan, fascinado, se olvidó completamente de sus preocupaciones. Se recostó en el césped y, sintiendo el calor del sol y la suave brisa, cerró los ojos. La tranquilidad del prado, el canto de los pájaros y la compañía de sus amigos y los animales lograron lo que parecía imposible: Jhoan se quedó dormido.

Cuando despertó, el sol ya comenzaba a ponerse. Se sentía renovado, lleno de energía y sin rastros de estrés. Hellen, Allison y los animales lo miraban con una sonrisa. Jhoan se dio cuenta de que, gracias a sus amigos y la magia del prado, había logrado despejar su mente y sentirse mejor.

De regreso a casa, Jhoan agradeció a sus amigos por su ayuda. “No sé qué habría hecho sin ustedes”, les dijo. Celeste, Mateo, Allison y Hellen sonrieron y le aseguraron que siempre estarían allí para apoyarlo.

La obra de teatro fue un éxito, y Jhoan pudo actuar sin nervios, sabiendo que contaba con los mejores amigos del mundo. La experiencia en el prado, las carreras en el campo de fútbol y los juegos en la plaza le enseñaron a Jhoan la importancia de la amistad y cómo, con el apoyo de sus amigos, podía superar cualquier dificultad.

Y así, en el pequeño pueblo de Armonía, la amistad entre Jhoan, Celeste, Allison y Mateo se hizo aún más fuerte. Aprendieron que, juntos, podían enfrentar cualquier desafío y que, con un poco de ayuda y mucho cariño, todo es posible.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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