Era una mañana soleada cuando Lucas y Julia despertaron emocionados. Era el primer día de clases después de las vacaciones de verano, y ambos estaban ansiosos por volver al colegio, ver a sus amigos y conocer a la nueva mascota de la clase. Lucas y Julia tenían cinco años, y aunque habían pasado un verano increíble, sabían que regresar al colegio sería igual de emocionante.
Durante las vacaciones, Julia había ido con su familia a la playa. Las olas, el sol y la arena habían sido sus compañeros durante semanas, construyendo castillos de arena con su hermano y corriendo por la orilla del mar. Le encantaba la brisa fresca y el sonido del agua rompiendo en la orilla. Cada mañana, se despertaba con el olor del mar y las risas de su familia preparando el desayuno. Pero lo que más recordaba de sus vacaciones era el cangrejito que encontró y al que le puso nombre: Chiqui. Julia cuidó de Chiqui por unos días, pero al final lo devolvió al mar para que siguiera su camino. «Nos volveremos a ver algún día, Chiqui», le dijo, mientras lo soltaba suavemente en la orilla.
Lucas, por su parte, había pasado sus vacaciones en el pueblo de sus abuelos, que estaba en las montañas. El aire fresco de la montaña, los árboles altos y las noches estrelladas eran parte de su rutina diaria. Su abuelo le enseñó a cuidar el huerto, y juntos recogieron manzanas, zanahorias y tomates. Una de las cosas que más disfrutaba Lucas era acompañar a su abuelo a ver las ovejas. Cada tarde, iban a la colina y se sentaban en la sombra de un gran roble, observando cómo las ovejas pastaban tranquilamente. Lucas se había hecho muy amigo de una ovejita a la que llamó Nube, por su pelaje blanco y esponjoso. «Nube, cuando vuelva el próximo verano, te traeré una zanahoria», le prometió Lucas antes de despedirse.
Aunque ambos habían disfrutado al máximo de sus vacaciones, la idea de volver al colegio les hacía sentir mariposas en el estómago. Se habían hecho muchas preguntas: ¿Cómo estarían sus compañeros? ¿Habían cambiado mucho? ¿Qué nueva mascota tendrían en la clase? Las vacaciones habían sido geniales, pero nada se comparaba con la emoción de volver a ver a sus amigos y vivir nuevas aventuras juntos.
Al llegar al colegio, Lucas y Julia se encontraron en la puerta. «¡Julia!» gritó Lucas al verla. «¡Lucas!» respondió ella, corriendo hacia él. Se abrazaron, felices de verse después de tanto tiempo. Aunque sus familias vivían cerca, durante el verano no habían podido verse porque cada uno había estado de vacaciones en lugares diferentes. Al ver a sus amigos llegar uno a uno, todos con caras sonrientes, supieron que ese día sería especial.
Entraron juntos a su salón de clases, que olía a libros nuevos y tenía colores brillantes por todas partes. Había una pizarra nueva, y la maestra, la señorita Sofía, les dio la bienvenida con una gran sonrisa. «¡Bienvenidos de vuelta, niños!», dijo con voz dulce. «Espero que hayan disfrutado sus vacaciones, porque este año vamos a aprender muchas cosas nuevas y divertidas». Todos se sentaron en sus pequeños pupitres, ansiosos por empezar.
Pero antes de comenzar con las lecciones, la señorita Sofía les presentó a un nuevo miembro muy especial de la clase. «Niños, quiero que conozcan a nuestra nueva mascota», dijo mientras sacaba una jaula cubierta con un paño. Cuando levantó el paño, todos los niños vieron a un loro verde con plumas brillantes y un pico naranja. «Este es Paco, nuestro nuevo amigo», dijo la maestra mientras el loro movía sus alas y hacía un pequeño sonido.
«¡Un loro!», exclamó Julia emocionada. «¿Puede hablar?» preguntó Lucas, curioso. La maestra Sofía sonrió. «Paco está aprendiendo a hablar, pero necesitará de su ayuda. Si le hablan mucho y le enseñan palabras, pronto los sorprenderá».
Durante el recreo, todos los niños corrieron al patio para jugar. Julia y Lucas se unieron a sus amigos en los columpios y el tobogán. Las risas y los juegos llenaron el aire, y todo el mundo estaba feliz de estar juntos de nuevo. Julia les contó a sus amigos sobre Chiqui, el cangrejo que había encontrado en la playa, y Lucas les habló de Nube, la oveja de su abuelo. Todos escuchaban con atención, imaginando las aventuras de sus compañeros.
Cuando volvieron a clase, la señorita Sofía les pidió que dibujaran algo de sus vacaciones. Julia dibujó un hermoso castillo de arena con Chiqui en la cima, mientras que Lucas dibujó la montaña donde vivían sus abuelos y a Nube pastando en el campo. Todos los niños compartieron sus dibujos, y la maestra los colgó en la pared para decorar el salón.
Con el paso de los días, Julia y Lucas se dieron cuenta de que habían crecido un poco durante el verano. Ahora podían columpiarse más alto, correr más rápido y sus mochilas parecían más pequeñas en sus espaldas. Pero lo mejor de todo era que, aunque habían pasado semanas sin verse, su amistad seguía siendo tan fuerte como siempre. Cada día en el colegio era una nueva aventura, ya fuera aprendiendo cosas nuevas o simplemente jugando juntos en el recreo.
Una tarde, mientras todos estaban en clase, Paco, el loro, sorprendió a todos diciendo su primera palabra. «Hola», dijo con su voz chillona, haciendo que todos los niños soltaran una carcajada. La señorita Sofía sonrió, sabiendo que Paco aprendería muchas más palabras gracias al entusiasmo de los niños.
Así fue como Lucas y Julia, junto con sus amigos, vivieron un año escolar lleno de risas, aprendizaje y momentos inolvidables. Y aunque las vacaciones habían sido maravillosas, sabían que cada día en el colegio era una oportunidad para nuevas aventuras.
Y colorín colorado, este cuento de amistad ha terminado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.