En un pequeño y encantador pueblo rodeado de bosques frondosos y ríos cristalinos, vivía un soldado llamado Pedro. Pedro era conocido por su amabilidad y valentía. Después de años de servicio, había decidido retirarse y vivir en una cabaña cerca del río, donde disfrutaba de la tranquilidad y la belleza de la naturaleza.
Un día soleado, mientras Pedro pescaba en el río, escuchó risas y voces alegres provenientes del bosque. Curioso, se levantó y se adentró entre los árboles. No muy lejos, encontró a un grupo de niños jugando junto a un pastor y sus ovejas. Los niños corrían y reían, disfrutando del aire libre y la compañía de sus amigos.
—Hola, ¿quiénes son ustedes?— preguntó Pedro con una sonrisa.
Los niños se detuvieron y lo miraron con curiosidad. Uno de ellos, un niño llamado Juan, respondió:
—Somos del pueblo cercano. Venimos aquí a jugar después de la escuela.
Pedro sonrió y se presentó. Los niños, fascinados por su uniforme y sus historias, pronto lo rodearon, llenos de preguntas y admiración. Pedro les contó sobre sus aventuras como soldado, pero también les habló de la importancia de la amistad y el trabajo en equipo.
—La amistad es como un río— dijo Pedro. —A veces puede ser tranquilo y otras veces puede ser turbulento, pero siempre encuentra su camino.
Los niños escuchaban atentos, aprendiendo valiosas lecciones sobre la vida y el valor de la amistad. Después de un rato, Pedro les enseñó a pescar en el río. Los niños estaban emocionados, especialmente cuando Juan logró atrapar un pequeño pez.
—¡Mira, Pedro! ¡Atrapé uno!— exclamó Juan, mostrando orgullosamente su captura.
Pedro felicitó a Juan y les mostró a los demás cómo devolver el pez al agua con cuidado. Les explicó la importancia de respetar la naturaleza y cuidar del medio ambiente.
El tiempo pasó rápidamente y pronto el sol comenzó a ponerse. Los niños sabían que debían regresar a sus hogares. Agradecieron a Pedro por el tiempo y las historias, prometiendo volver pronto.
—Gracias, Pedro. Volveremos mañana— dijo Ana, una niña con trenzas y una sonrisa radiante.
Pedro se despidió de los niños y regresó a su cabaña, sintiéndose feliz de haber compartido un día tan maravilloso con ellos. Esa noche, mientras descansaba, pensó en cuánto significaba la amistad y cómo los niños habían traído alegría a su vida.
Al día siguiente, los niños regresaron, y esta vez trajeron a otros amigos del pueblo. Pedro les enseñó a construir una pequeña balsa con madera y cuerdas que encontraron en el bosque. Juntos, navegaban por el río, riendo y cantando canciones. Falki, el perro de Pedro, también se unió a la diversión, nadando alrededor de la balsa y ladrando alegremente.
Cada día, los niños aprendían algo nuevo. Pedro les mostró cómo identificar diferentes plantas y animales, les contó historias de las estrellas y les enseñó a trabajar juntos como un equipo. Los niños, a su vez, compartían sus propias historias y experiencias, creando un vínculo especial con Pedro.
Un día, mientras exploraban el bosque, encontraron huellas grandes y profundas. Pedro, con su experiencia, las examinó cuidadosamente.
—Parece que hay un lobo cerca— dijo Pedro con seriedad.
Los niños se miraron con preocupación, pero Pedro los tranquilizó.
—No se preocupen. Los lobos suelen ser tímidos y evitarán a los humanos si no se sienten amenazados.
Decidieron seguir las huellas con cautela, queriendo aprender más sobre el misterioso visitante del bosque. Después de un rato, encontraron al lobo atrapado en una trampa de cazadores. Estaba asustado y herido.
—Debemos ayudarlo— dijo María, una de las niñas, con determinación.
Pedro asintió y, con cuidado, liberó al lobo de la trampa. Los niños observaron en silencio mientras Pedro trataba la herida del lobo con un paño limpio y agua. El lobo, agradecido, se quedó quieto, permitiendo que Pedro lo ayudara.
—Recuerden, todos los seres vivos merecen nuestra compasión y cuidado— les dijo Pedro mientras trabajaba.
El lobo, una vez liberado y tratado, se levantó lentamente y se alejó, mirando una vez más a Pedro y a los niños antes de desaparecer entre los árboles. Los niños estaban impresionados por la valentía y la bondad de Pedro.
—Eres un verdadero héroe, Pedro— dijo Carlos, un niño con ojos brillantes de admiración.
Pedro sonrió y les recordó que la verdadera valentía no siempre se trata de pelear, sino de ayudar y cuidar a los demás. Esa noche, los niños volvieron a casa con una nueva historia para contar y una lección importante sobre la bondad y la compasión.
Con el paso del tiempo, Pedro y los niños continuaron compartiendo aventuras y fortaleciendo su amistad. La cabaña de Pedro se convirtió en un lugar de reunión, donde todos se sentían bienvenidos y seguros. Los padres de los niños también comenzaron a visitar a Pedro, agradeciéndole por cuidar y enseñar a sus hijos.
Un día, mientras Pedro y los niños estaban sentados alrededor de una fogata, compartiendo historias y risas, Juan se levantó y dijo:
—Pedro, nos has enseñado tantas cosas y nos has mostrado el verdadero significado de la amistad. Queremos darte algo en agradecimiento.
Los niños se acercaron y le entregaron a Pedro una caja de madera decorada con dibujos y colores. Dentro, había una carta firmada por todos los niños y un pequeño trofeo que decía: «Al Mejor Amigo y Maestro».
Pedro se emocionó hasta las lágrimas. Agradeció a los niños con un abrazo fuerte y les dijo:
—Ustedes son el verdadero tesoro de mi vida. Gracias por traer tanta alegría y amor a mi corazón.
La amistad entre Pedro y los niños del bosque de Ecuador se convirtió en una leyenda en el pequeño pueblo. Todos conocían las historias de sus aventuras y la bondad que compartían. Y así, en el rincón más hermoso del mundo, un soldado y un grupo de niños demostraron que la amistad puede transformar vidas y hacer del mundo un lugar mejor.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.