Había una vez una niña llamada Emilia que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Emilia tenía ocho años y era una niña muy alegre y curiosa. Le encantaba pasar el tiempo con sus amigas, pero lo que más disfrutaba era la música. Desde muy pequeña, Emilia había mostrado un gran talento para tocar instrumentos y cantar.
Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigas, Emilia tuvo una idea maravillosa.
—¿Qué les parece si formamos una banda de música? —preguntó emocionada.
Sus amigas, que también amaban la música, estuvieron de acuerdo de inmediato. Así que comenzaron a planear cómo formar su banda. Emilia decidió que ella tocaría la guitarra, su amiga Sofía tocaría la tambor, Laura tocaría las maracas, y Ana tocaría la flauta. Pasaron la tarde ensayando y divirtiéndose con sus nuevos instrumentos.
A medida que los días pasaban, las chicas mejoraban cada vez más. Decidieron llamarse «Las Estrellas Musicales» y empezaron a tocar pequeñas canciones en el parque para sus familias y amigos. La música de «Las Estrellas Musicales» llenaba el aire de alegría y todos en el pueblo disfrutaban de sus presentaciones.
Un día, mientras practicaban una nueva canción, Emilia notó que Ana estaba un poco triste.
—¿Qué te pasa, Ana? —preguntó Emilia preocupada.
—Es que mi flauta está rota y no puedo tocar bien —respondió Ana con tristeza.
Las amigas se miraron unas a otras y decidieron que debían ayudar a Ana. Juntas, comenzaron a buscar una solución. Reunieron sus ahorros y fueron a la tienda de música del pueblo para comprar una nueva flauta para Ana. Cuando Ana recibió la flauta nueva, sus ojos se llenaron de lágrimas de felicidad.
—¡Gracias, chicas! —dijo Ana, abrazando a sus amigas—. Esto significa mucho para mí.
Las amigas sonrieron, felices de haber ayudado a Ana. Esa noche, practicaron con más entusiasmo que nunca y su música sonó más hermosa que nunca.
Con el tiempo, «Las Estrellas Musicales» se hicieron muy populares en el pueblo. Un día, el alcalde las invitó a tocar en la gran fiesta del pueblo, que se celebraba todos los años. Emilia y sus amigas estaban emocionadas y nerviosas al mismo tiempo. Era la primera vez que tocarían frente a tanta gente.
Llegó el día de la fiesta y el parque estaba lleno de personas que esperaban escuchar a «Las Estrellas Musicales». Emilia tomó su guitarra y se dirigió al micrófono.
—Buenas noches a todos —dijo con una sonrisa—. Somos «Las Estrellas Musicales» y esperamos que disfruten de nuestra música.
Comenzaron a tocar su canción favorita y, poco a poco, la música llenó el aire. Las personas comenzaron a bailar y aplaudir. Emilia y sus amigas tocaron con todo su corazón, disfrutando cada momento. La alegría y la energía de su música se sentían en cada rincón del parque.
Al final de su presentación, el público aplaudió con entusiasmo y las chicas recibieron muchos elogios. El alcalde se acercó a felicitarlas.
—Han hecho un trabajo maravilloso, chicas. Su música ha traído mucha alegría a nuestro pueblo —dijo el alcalde—. Estoy seguro de que tendrán un gran futuro por delante.
Emilia y sus amigas se sintieron muy orgullosas y felices. Sabían que su amistad y amor por la música las habían llevado a lograr algo increíble.
Después de la fiesta, las chicas continuaron practicando y mejorando. Decidieron que querían seguir tocando juntas y compartir su música con más personas. Cada día, su amistad se hacía más fuerte y su música más hermosa.
Un día, mientras ensayaban en el parque, Emilia se detuvo un momento y miró a sus amigas.
—Chicas, gracias por ser mis amigas y por compartir esta aventura musical conmigo. No podría haberlo hecho sin ustedes —dijo con una sonrisa.
Sus amigas sonrieron y la abrazaron.
—Nosotras también te queremos, Emilia. Siempre estaremos juntas, haciendo música y siendo amigas —respondió Sofía.
Y así, Emilia y sus amigas siguieron tocando y disfrutando de su música. Su amistad se convirtió en una melodía que siempre llevarían en sus corazones, demostrando que la música y la amistad son las cosas más hermosas del mundo.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.