Era un soleado día de primavera en la Escuela Primaria Los Colores. Los niños corrían y jugaban en el patio mientras las flores recién florecidas llenaban el aire con su fragancia. Los pájaros cantaban y todo parecía perfecto. En medio de tanta alegría, la directora Celestia decidió que era el momento perfecto para tomar unas merecidas vacaciones. Antes de irse, llamó a dos de sus estudiantes más confiables, Jhoan y Hellen, a su oficina.
—Jhoan, Hellen, tengo una tarea muy importante para ustedes mientras estoy fuera —dijo la directora Celestia con una sonrisa—. Quiero que cuiden mi jardín. Es un lugar muy especial para mí, lleno de plantas raras y hermosas. Estoy segura de que pueden manejarlo con mucho cuidado.
Jhoan, un niño alegre con cabello castaño y ojos brillantes, asintió entusiasmado. Hellen, una niña con trenzas rubias y una gran sonrisa, también se mostró emocionada por la responsabilidad. La directora Celestia les dio las llaves del jardín y les recordó que debían regar las plantas todos los días y asegurarse de que todo estuviera en orden.
Cuando Jhoan y Hellen llegaron al jardín, quedaron maravillados. Había flores de todos los colores imaginables, árboles con frutas exóticas y arbustos que parecían estar siempre en flor. Mientras recorrían el jardín, Jhoan encontró una regadera antigua y encantadora. Decidió usarla para regar las plantas, sin saber que tenía un toque de magia.
Jhoan llenó la regadera con agua y comenzó a regar las plantas, cantando una alegre canción. De repente, algo asombroso sucedió. Las plantas empezaron a moverse y a crecer rápidamente, y algunas incluso comenzaron a cantar la misma canción que Jhoan. Hellen, sorprendida, observaba con los ojos muy abiertos mientras las plantas bailaban al ritmo de la melodía.
Jhoan, preocupado, dejó de regar por un momento, pero las plantas comenzaron a protestar y a exigir más agua con sus voces crecientes. Desesperado, Jhoan volvió a regar las plantas, pero la situación se volvió aún más caótica. Las flores crecieron tanto que empezaron a invadir el camino, los arbustos se convirtieron en grandes paredes verdes y los árboles se alzaron hacia el cielo, bloqueando la luz del sol.
—¡Hellen, necesitamos detener esto! —gritó Jhoan, tratando de mantener la calma.
Hellen, que siempre había sido la más ingeniosa del grupo, pensó rápidamente. Recordó un cuento que su abuela solía contarle sobre una regadera mágica que tenía el poder de controlar las plantas. En el cuento, solo quien cantara con el corazón puro podría manejarla correctamente.
—Jhoan, tenemos que cantar juntos, pero con mucho amor y alegría. Es la única forma de calmar a las plantas —dijo Hellen con determinación.
Jhoan asintió y comenzaron a cantar una canción sobre la amistad y el amor por la naturaleza. Poco a poco, las plantas comenzaron a calmarse. Las flores dejaron de crecer descontroladamente, los arbustos se acomodaron en su lugar y los árboles se inclinaron suavemente, dejando pasar la luz del sol nuevamente.
Cuando terminaron de cantar, el jardín estaba más hermoso que nunca. Las plantas parecían más vivas y brillantes, y el aire estaba lleno de una fragancia dulce y refrescante. Jhoan y Hellen se abrazaron, aliviados de que todo hubiera vuelto a la normalidad.
Decidieron explorar el jardín para asegurarse de que no hubiera más sorpresas. Mientras caminaban, encontraron una pequeña puerta escondida detrás de un gran rosal. Curiosos, abrieron la puerta y descubrieron un rincón secreto del jardín, lleno de plantas aún más raras y hermosas. En el centro de este rincón, había una estatua de piedra con forma de hada.
—Mira, Jhoan, parece que esta estatua nos está observando —dijo Hellen, acercándose a la estatua.
De repente, la estatua cobró vida y una pequeña hada apareció ante ellos. —Gracias por cuidar tan bien del jardín —dijo el hada con una voz suave y melodiosa—. Soy Flora, el hada del jardín. He estado observando y estoy muy impresionada por su valentía y su amor por las plantas.
Jhoan y Hellen se miraron con asombro. —¡Un hada de verdad! —exclamó Jhoan.
—Sí, y quiero recompensar su buen trabajo y su gran corazón —dijo Flora—. Les concederé un deseo a cada uno.
Jhoan y Hellen no podían creer lo que escuchaban. Pensaron durante un momento y luego expresaron sus deseos.
—Deseo que el jardín de la directora Celestia siempre esté lleno de vida y belleza, sin importar lo que pase —dijo Jhoan con una sonrisa.
—Y yo deseo que nuestra amistad nunca se rompa, sin importar las dificultades que enfrentemos —dijo Hellen, tomando la mano de Jhoan.
Flora sonrió y agitó su varita mágica. Una luz brillante envolvió el jardín, llenándolo de una energía mágica. —Sus deseos se han concedido. Gracias por su bondad y su amistad verdadera. Siempre serán bienvenidos en este jardín mágico.
Con esas palabras, Flora desapareció en un destello de luz, dejando a Jhoan y Hellen asombrados y felices. Sabían que habían vivido una aventura increíble y que su amistad era más fuerte que nunca.
Al día siguiente, cuando la directora Celestia regresó de sus vacaciones, quedó maravillada al ver lo hermoso que estaba su jardín. Las plantas parecían más vibrantes y llenas de vida que nunca. Jhoan y Hellen le contaron todo lo que había sucedido, desde la regadera mágica hasta el hada Flora.
La directora Celestia los felicitó y les agradeció por cuidar tan bien del jardín. —Estoy muy orgullosa de ustedes —dijo con una sonrisa—. Han demostrado ser verdaderos amigos y cuidadores del jardín. Este lugar será aún más especial gracias a ustedes.
Jhoan y Hellen se sonrieron, sabiendo que habían hecho algo maravilloso. A partir de ese día, continuaron cuidando del jardín con amor y dedicación, sabiendo que era un lugar mágico y especial.
Y así, la Escuela Primaria Los Colores se convirtió en un lugar lleno de alegría, amistad y magia, donde todos los niños aprendieron la importancia de cuidar de la naturaleza y valorar la verdadera amistad. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Sin embargo, la historia no termina aquí. Con el paso de los días, Jhoan y Hellen descubrieron que el jardín seguía revelando nuevos secretos. Cada mañana, cuando llegaban a la escuela, encontraban una nueva flor o una planta que nunca antes habían visto. Empezaron a llevar un diario para registrar todas las maravillas que descubrían en el jardín mágico.
Un día, mientras exploraban una esquina especialmente frondosa del jardín, encontraron un pequeño estanque con agua cristalina. En el centro del estanque, había una flor de loto dorada que brillaba con una luz propia. Jhoan y Hellen se acercaron cautelosamente y vieron su reflejo en el agua.
De repente, la flor de loto comenzó a abrirse y una figura diminuta emergió de ella. Era un elfo del agua, con alas transparentes y una sonrisa traviesa.
—Hola, pequeños guardianes del jardín —dijo el elfo con una voz alegre—. Soy Aqua, el elfo del estanque. Gracias por cuidar tan bien de este lugar. Quiero mostrarles algo especial.
Aqua agitó sus alas y el agua del estanque comenzó a brillar. Una visión apareció en la superficie del agua, mostrando un antiguo libro escondido en una cueva cercana.
—Ese libro contiene los secretos de todas las plantas mágicas del jardín —explicó Aqua—. Pero para llegar a él, deben pasar tres pruebas que demostrarán su valor, sabiduría y amistad.
Jhoan y Hellen, emocionados por la nueva aventura, aceptaron el desafío sin dudarlo. Aqua les dio un mapa que mostraba el camino a la cueva y les deseó buena suerte.
La primera prueba los llevó a través de un laberinto de enredaderas que se movían constantemente. Tenían que trabajar juntos para encontrar la salida, usando su ingenio y coordinación. Con paciencia y cooperación, lograron superar el laberinto y llegaron a la segunda prueba.
En la segunda prueba, encontraron un campo de flores que cambiaban de color cada vez que las tocaban. Tenían que encontrar la flor correcta que abriría la puerta a la siguiente etapa. Recordando las historias que Flora les había contado, Hellen recordó una pista sobre una flor que siempre brillaba con luz propia. Jhoan encontró una flor que coincidía con la descripción y la tocó con cuidado. La puerta se abrió, permitiéndoles avanzar a la tercera y última prueba.
La tercera prueba los llevó a un puente colgante sobre un abismo profundo. El puente era estrecho y parecía frágil, pero sabían que debían cruzarlo juntos. Con valentía, Jhoan y Hellen se tomaron de la mano y avanzaron paso a paso. Aunque el viento soplaba fuerte y el puente se balanceaba, no dejaron que el miedo los detuviera. Confiando en su amistad y en su determinación, lograron cruzar el puente y llegar a la cueva.
Dentro de la cueva, encontraron el antiguo libro de plantas mágicas. Estaba cubierto de polvo y musgo, pero cuando Jhoan lo abrió, las páginas comenzaron a brillar con una luz dorada. El libro contenía ilustraciones detalladas y descripciones de todas las plantas del jardín, junto con instrucciones sobre cómo cuidarlas y usarlas para el bien.
Jhoan y Hellen llevaron el libro de regreso al jardín y comenzaron a estudiar sus contenidos. Aprendieron mucho sobre las plantas mágicas y cómo hacer que el jardín siguiera siendo un lugar de belleza y maravilla. Compartieron su conocimiento con los demás niños de la escuela, enseñándoles a valorar y cuidar la naturaleza.
Con el tiempo, el jardín de la Escuela Primaria Los Colores se convirtió en un lugar famoso, conocido por su belleza y su magia. Visitantes de todas partes venían a ver las maravillas del jardín y aprender sobre las plantas mágicas. Jhoan y Hellen siguieron siendo los guardianes del jardín, siempre trabajando juntos y enseñando a otros la importancia de la amistad y el cuidado del medio ambiente.
Y así, el legado de Jhoan y Hellen perduró, demostrando que con amor, amistad y un corazón puro, se pueden lograr cosas increíbles y hacer del mundo un lugar mejor. Y colorín colorado, este cuento ahora sí ha terminado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.