Cuentos de Amistad

Jhoan y Hellen: Los Espías de la Amistad

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En el tranquilo y ordenado colegio de Crystal Academy, dos amigos muy especiales, Jhoan y Hellen, planeaban una aventura que nunca olvidarían. Jhoan era un niño con una imaginación desbordante y siempre tenía ideas descabelladas. Hellen, su mejor amiga, era más práctica y solía tratar de mantener a Jhoan fuera de problemas, aunque eso no siempre era fácil.

Los Juegos de la Amistad estaban a la vuelta de la esquina y Jhoan tenía una idea muy especial: quería espiar a sus competidores para ver qué tan buenos eran. Hellen no estaba muy segura de que fuera una buena idea, pero la curiosidad y la insistencia de Jhoan la convencieron de acompañarlo.

—Vamos, Hellen —dijo Jhoan con una sonrisa traviesa—. Solo queremos echar un vistazo. ¿Qué podría salir mal?

Hellen suspiró, sabiendo que esa pregunta no tenía una respuesta fácil cuando se trataba de Jhoan. Decidieron colarse en los terrenos de la escuela un sábado por la mañana, cuando pensaban que no habría nadie alrededor. Para ello, Jhoan había preparado algunos disfraces muy «especiales».

—¿Quieres ver qué más tengo? —preguntó Jhoan, sacando una bolsa llena de trajes ridículos—. ¡Gato ladrón! ¡Perro ladrón! ¡Árbol! ¡Traje de conejo! ¡Camuflaje!

Hellen miró los trajes con incredulidad.

—¡Eso es como lo opuesto al camuflaje! —dijo, frustrada—. ¡Estamos tratando de espiarlos! ¿Sabes siquiera qué significa la palabra «espía»? ¡Significa ser astuto! ¡Significa no ser visto! ¡Significa ESTAR TRANQUILO!

Jhoan se rió y sacó un disfraz de arbusto, poniéndoselo torpemente. Hellen no podía creer lo que veía. Jhoan se veía más como una piñata ambulante que como un espía.

—Hueles a vainilla —dijo Jhoan, olfateando el aire—. No es un mal olor para un espía.

—Eso no importa ahora —replicó Hellen, tratando de mantenerse seria—. Solo sigamos adelante con esto. Pero recuerda, tenemos que ser silenciosos y no llamar la atención.

Avanzaron con cautela por los terrenos de la escuela. Jhoan intentaba ser sigiloso, pero su traje de arbusto y los globos de colores que llevaba lo hacían todo menos discreto. Cada vez que se movía, los globos emitían un leve chirrido, y Hellen estaba cada vez más nerviosa.

Llegaron cerca del gimnasio, donde vieron a algunos de sus compañeros practicando. Hellen se agachó detrás de un arbusto real, tratando de observar sin ser vista. Jhoan, en su entusiasmo, intentó soplar un globo más grande y colorido. Hellen lo miró con furia contenida.

—¿Qué estás haciendo? —susurró enfadada—. ¡Vas a delatarnos!

Pero ya era demasiado tarde. El globo explotó con un fuerte «pop», y todos los ojos se volvieron hacia ellos. Hellen, sintiendo que había llegado al límite de su paciencia, se levantó y gritó:

—¡Estamos tratando de espiarlos! ¿Podrías por una vez hacer algo bien?

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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