Había una vez, en un rincón mágico del mundo, dos amigos inseparables llamados Jhoan y Maycol. Jhoan era un chico con una chaqueta de cuero roja y negra, decorada con corazones que eran mitad negros y mitad rojos. Su cabello era de un vibrante color rojo que brillaba bajo el sol. Maycol, por otro lado, llevaba una chaqueta azul y dorada, con una camisa que combinaba tonos claros y oscuros de azul. Juntos, estos dos amigos vivían aventuras como ningún otro niño en su ciudad.
Un día, mientras jugaban en un parque lleno de árboles altos y flores coloridas, algo extraordinario sucedió. De repente, el suelo bajo sus pies comenzó a temblar, y un portal brillante se abrió frente a ellos. Sin pensarlo dos veces, y con la curiosidad que los caracterizaba, Jhoan y Maycol saltaron dentro del portal.
Cuando llegaron al otro lado, se encontraron en un lugar maravilloso, lleno de gigantescos hongos de colores, árboles con hojas que parecían de cristal, y caminos que se retorcían y cambiaban de dirección sin previo aviso. Habían llegado al País de las Maravillas, un lugar donde todo parecía posible.
Jhoan, siempre listo para una aventura, comenzó a cantar una canción alegre, pero algo inesperado ocurrió. Mientras cantaba, los árboles empezaron a moverse, los hongos gigantes temblaron, y las flores comenzaron a girar rápidamente. ¡El canto de Jhoan había causado un gran alboroto!
—¡Cuidado, Jhoan! —gritó Maycol—. ¡Parece que tu canción está causando un desastre!
Pero Jhoan no podía detenerse. La melodía que salía de su boca tenía vida propia, y mientras más cantaba, más caótico se volvía el entorno. Las ramas de los árboles se enredaban, las hojas caían en espirales, y el suelo se agitaba como si estuviera vivo.
Finalmente, cuando el desorden parecía estar fuera de control, un rayo de luz brilló en el cielo y, con un destello, todo se detuvo. Ante ellos apareció un majestuoso reloj flotante que emitía un suave tic-tac. Del reloj salió una invitación dorada que flotó lentamente hacia ellos.
—¿Qué es esto? —preguntó Maycol, tomando la invitación en sus manos.
La invitación estaba dirigida a ellos, invitándolos a la Universidad Princevillo, un lugar legendario donde solo los más valientes y aventureros podían entrar. Pero la invitación no era lo único especial. Al leerla, Jhoan y Maycol notaron que sus nombres brillaban con una luz dorada, y cuando Jhoan pronunció las palabras en voz alta, un nuevo portal se abrió frente a ellos.
—Parece que debemos ir —dijo Jhoan, todavía un poco sorprendido por lo que había pasado.
—Sí, pero debemos ser cuidadosos —respondió Maycol—. Este lugar es diferente a cualquier cosa que hayamos visto.
Con decisión, los dos amigos atravesaron el portal y se encontraron en el impresionante campus de la Universidad Princevillo. El lugar estaba lleno de torres altas, pasillos que parecían no tener fin y estudiantes que usaban trajes extravagantes mientras practicaban todo tipo de magia.
Sin embargo, algo extraño comenzó a suceder. Mientras caminaban por el campus, Jhoan comenzó a recordar palabras que su padre, el Rey de Corazones, le había dicho antes de partir: «Todo lo que quiero es amor, pero lo que tú buscas no existe». Estas palabras resonaban en su cabeza mientras exploraban la universidad.
De repente, se encontraron en una gran sala de música. En el centro, había un piano que brillaba bajo la luz de una lámpara mágica. Sin poder evitarlo, Jhoan se acercó al piano y comenzó a tocar. Mientras lo hacía, comenzó a cantar nuevamente, esta vez una canción que hablaba de su deseo de encontrar amor y bondad en un mundo lleno de falsedad.
—Solo soy un chico, con los brazos abiertos —cantaba Jhoan—. Buscando amabilidad en algún lugar de tus ojos. Estoy buscando algo que quizás nunca encuentre, todo lo que quiero es amor.
Maycol lo miraba con preocupación. Sabía que Jhoan estaba tratando de encontrar respuestas en su corazón, pero también sentía que algo no estaba bien.
—Jhoan, debemos tener cuidado. Este lugar es muy extraño, y la canción que estás cantando… parece tener un poder que no entiendo.
En ese momento, una figura apareció detrás del piano. Era el Rey de Corazones, el padre de Jhoan, quien los había seguido hasta la universidad. Con una voz profunda, le dijo a Jhoan:
—Pero tienen dos caras y son demasiado falsos. No debes confiar en todo lo que ves aquí, hijo. Este lugar no es lo que parece.
Jhoan, confundido, miró a su padre.
—Espera, ¿fuiste a Princevillo alguna vez, papá?
—No, ni siquiera se llamaba así cuando estuve aquí —respondió el Rey de Corazones—. Pero este lugar guarda secretos, y debes tener cuidado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.