La Abejita en el Pozo

Había una vez en un jardín lleno de flores de colores y mariposas revoloteando, una pequeña abeja llamada Abejita. Abejita era muy curiosa y le encantaba volar de flor en flor, recogiendo néctar y jugando con sus amigas abejas.

Un día soleado, Abejita estaba explorando un rincón nuevo del jardín cuando vio algo brillante en el suelo. Se acercó para verlo mejor y, sin darse cuenta, cayó en un pozo profundo. Abejita se asustó mucho. Las paredes del pozo eran muy altas y no podía volar para salir.

—¡Ayuda! ¡Ayuda! —gritaba Abejita, con su vocecita temblorosa.

Sus amigas abejas, que estaban recogiendo néctar cerca, escucharon sus gritos. Se acercaron al pozo y vieron a Abejita atrapada en el fondo. Abejita las miraba con ojos grandes y llenos de miedo.

—¡No te preocupes, Abejita! —dijo una de las abejas—. Vamos a sacarte de ahí.

Las abejas se pusieron a pensar cómo podían ayudar a Abejita. Volaron de un lado a otro, buscando una solución. Entonces, una de ellas tuvo una idea brillante.

—¡Podemos hacer una escalera con ramitas y hojas! —dijo la abeja más sabia del grupo.

Todas las abejas estuvieron de acuerdo y rápidamente empezaron a buscar ramitas y hojas alrededor del jardín. Trajeron materiales de todas partes y comenzaron a construir una escalera. Trabajaron juntas, una abeja colocando las ramitas y otra amarrándolas con pequeñas hojas.

Abejita, desde el fondo del pozo, observaba cómo sus amigas trabajaban sin descanso. Se sentía un poco mejor al ver el esfuerzo que hacían por ayudarla. Mientras tanto, las abejas seguían construyendo, cada vez más altas, hasta que la escalera estuvo lista.

—¡Abejita, sube por la escalera! —gritaron sus amigas, emocionadas.

Abejita comenzó a subir, con mucho cuidado. Puso una patita tras otra en las ramitas de la escalera. Sentía que el corazón le latía muy rápido, pero también sentía el amor y el apoyo de sus amigas, que le daban fuerzas para seguir subiendo.