En un pequeño y colorido pueblo, vivía una niña de tres años llamada Carla. Carla tenía cabello castaño, ojos brillantes como estrellas y una sonrisa que iluminaba cualquier día nublado. Amaba el color naranja, el sabor del chocolate y cantar alegremente su canción favorita, el himno de Caspe. Su hermano mayor, Marco, era su compañero de juegos y aventuras. Juntos, se embarcaban en viajes imaginarios en su jardín, convirtiéndose en valientes exploradores o intrépidos astronautas.
Carla asistía al colegio Alejo Lorén, un lugar mágico lleno de risas y aprendizaje. Allí, entre colores y juegos, había hecho muchos amigos, pero su mejor amigo era Acher. Acher era un niño divertido y curioso, con un corazón grande y una risa contagiosa. Juntos, Carla y Acher, se convertían en los reyes de la imaginación, creando mundos donde todo era posible.
La maestra Manuela era la guía en este viaje de descubrimientos. Era amable y sabia, enseñando a los niños no solo letras y números, sino también la importancia de la amistad y el respeto. Con ella, cada día era una nueva aventura, un nuevo misterio por resolver.
Los abuelos de Carla vivían cerca y tenían un perrito llamado Maggie, de orejas largas y suaves como la seda. Carla adoraba a Maggie y pasaba horas jugando con ella en el jardín de sus abuelos, corriendo entre las flores y riendo bajo el sol.
Un día, la maestra Manuela anunció que la clase iba a realizar un proyecto muy especial: crearían un jardín en el colegio. Carla, Acher y los demás niños se emocionaron mucho. Decidieron que cada uno traería una planta o flor para contribuir al jardín. Carla sabía exactamente qué llevaría: una flor naranja, su color favorito.
Al día siguiente, Carla y Marco fueron con sus abuelos a buscar la flor perfecta. En el vivero, Carla encontró una hermosa flor naranja llamada «Maravilla del Sol». Era vibrante y llena de vida, justo como ella. Feliz, la llevó al colegio al día siguiente.
Cuando llegó, descubrió que Acher había traído semillas de girasol, Manuela unas coloridas margaritas, y otros niños, una variedad de flores y plantas. Juntos, empezaron a trabajar en el jardín, riendo y ensuciándose las manos con tierra. Carla plantó cuidadosamente su «Maravilla del Sol» y la regó con mucho amor.
Días después, mientras el jardín florecía, una sorpresa esperaba a los niños. ¡La flor de Carla había crecido más rápido que las demás y había atraído a una mariposa! Era una mariposa hermosa, con alas que parecían pintadas con todos los colores del arcoíris. Los niños se maravillaron y Carla se sintió muy orgullosa.
Esa mariposa se convirtió en la mascota no oficial de la clase. La llamaron «Luz», por cómo brillaba bajo el sol. Carla aprendió que al igual que su flor, cada persona es única y especial a su manera. Con la ayuda de sus amigos, su familia y sus maestros, Carla continuaba creciendo, igual que su «Maravilla del Sol», llena de luz y color.
Conclusión:
Así, Carla y sus amigos aprendieron sobre la naturaleza, la responsabilidad y la belleza de cuidar algo juntos. El jardín se convirtió en un lugar mágico en el colegio, un recordatorio de su amistad y de las pequeñas maravillas que pueden surgir cuando se trabaja en equipo y se comparte la alegría.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.